Implementar ficha limpia no es solo una cuestión ética, es una herramienta básica para empezar a sanear la política.
Otra vez, la política argentina nos regala un bochorno. Este miércoles, la sesión en la Cámara de Diputados para tratar el proyecto de ficha limpia terminó en un fracaso. ¿Por qué? Porque parece que a muchos legisladores les incomoda la idea de ponerle un freno a la corrupción. Y no, no es una exageración, es una realidad: nadie con dos condenas firmes debería estar ocupando un cargo público, ni manejando fondos que son de todos nosotros. Pero claro, tratar ese tema implica enfrentarse a sus propios fantasmas.
La excusa de siempre es la misma: no hay consenso, faltaron diputados, se cruzaron acusaciones entre bloques. Lo cierto es que, detrás de esta parálisis, hay un claro mensaje: proteger sus propios privilegios está primero. ¿Cómo puede ser que un tema tan importante, que tiene el apoyo mayoritario de la sociedad, quede postergado una y otra vez?
Mientras tanto, afuera del Congreso, la Argentina está experimentando grandes cambios. La economía empieza a mostrar signos de recuperación, las relaciones internacionales avanzan con acuerdos clave, y la cultura de esfuerzo y transparencia que muchos anhelamos empieza a vislumbrarse. Pero el Poder Legislativo parece vivir en una burbuja, ajeno a las demandas de la gente.
Implementar ficha limpia no es solo una cuestión ética, es una herramienta básica para empezar a sanear la política. Estamos hablando de evitar que personas condenadas por delitos como corrupción, malversación de fondos o lavado de dinero sigan ocupando espacios de poder. ¿Es demasiado pedir?
Este proyecto no es nuevo. En países como Brasil ya se aplica y ha generado un impacto positivo en la calidad de la representación política. Pero en Argentina, el debate se esquiva como si fuera un tema menor. En realidad, es todo lo contrario: es una de las claves para recuperar la confianza en las instituciones.
La caída de la sesión del miércoles deja al descubierto lo que ya sabemos: falta voluntad política. Y esa falta de voluntad es peligrosa porque perpetúa un sistema que permite que los corruptos sigan manejando los hilos del poder.
Es hora de que nuestros legisladores dejen de dar excusas y asuman su responsabilidad. Si realmente quieren ser parte del cambio que el país necesita, tienen que empezar por limpiar su propia casa. Porque sin ficha limpia, seguimos atados al pasado que queremos dejar atrás. ¿Hasta cuándo la casta va a seguir dando la espalda a los Argentinos?