Si queremos una Argentina rica con ciudadanos prósperos, debemos trazar un rumbo claro.
Un dilema doloroso que se enreda en la historia de un país lleno de contrastes. En medio de vastas extensiones de tierra fértil y recursos naturales, nuestros ciudadanos luchan por acceder a los alimentos más básicos. ¿Cómo llegamos a este punto?
El gobierno anterior, que prometía defender a los sectores más necesitados, que venía a llenar la heladera, dejó una herencia amarga. Comparado incluso con el período macrista, la pobreza aumentó. 3,5 millones de nuevos pobres y 1,9 millones de indigentes marcan una tragedia que no podemos ignorar. Pero el mayor dolor se concentra en los más jóvenes: el 58,4% de los niños entre 0 y 14 años enfrentan la pobreza.
El actual presidente no esconde la cruda realidad: más del 50% de la población vive en la pobreza. Los analistas advierten que esta cifra se elevó al 45% en el último trimestre del año pasado. Cinco millones de compatriotas luchan diariamente por tener suficiente para comer.
¿Cómo romper este ciclo? La respuesta parece simple: crear riqueza. Sin embargo, Argentina lleva doce años sin crecimiento económico sostenido. El modelo kirchnerista, en su afán por redistribuir lo existente, impuso una carga impositiva cada vez mayor. Pero la paradoja fue cruel: mientras incluían a más personas en planes sociales, la economía languidecía.
El nuevo gobierno llegó como un volantazo brusco. La sociedad agotó el modelo anterior, rechazando incluso el plan platita de Sergio Massa. La repartija de lo que ya no existía no engañó a nadie. Pero este camino solo nos llevaba a una Argentina sin esperanza.
Hoy, sanear nuestro sistema es doloroso. Muchos confían en que el presidente actual, Javier Milei, reducirá la inflación. Sin embargo, preocupa la demora en la recuperación económica. Aún hay crédito para el cambio, pero debemos avanzar en reformas que impulsen la reactivación. No podemos esconder privilegios detrás de burocracias ineficientes.
La pobreza no debe ser nuestro destino. Si queremos una Argentina rica con ciudadanos prósperos, debemos trazar un rumbo claro. La política tiene la responsabilidad de liderar este cambio. Solo así evitaremos que la paradoja se cristalice y construiremos un país donde la abundancia sea para todos.
En última instancia, el Pacto de Mayo debería servir como un punto de encuentro para establecer objetivos comunes en medio de las diferencias políticas. Tanto el gobierno como la oposición tienen la responsabilidad de trabajar juntos para encontrar soluciones a los desafíos que enfrenta el país. Los argentinos que sufren las consecuencias de la crisis están observando atentamente y exigen acciones concretas para construir un futuro más próspero y justo para todos. La retórica vacía y la hipocresía política ya no serán suficientes. Es hora de actuar con determinación y visión hacia un futuro mejor para Argentina.
La estabilidad es lo que falta para seguir navegando hasta que se sienta por fin la recuperación. Es un delicado equilibrio, ojalá lo logremos.