Analistas Por Eduardo Van Der Kooy

Luces y sombras del capital político que acumula Milei

El libertario fue uno de los protagonistas innegables en la asunción de Trump. El republicano y Milei, concedieron un carácter refundacional al llegar al poder. El Presidente no tiene en el horizonte hay señales para inquietarlo.

Miercoles, 22 de Enero de 2025

Es altamente improbable que durante este 2025 recién iniciado, a Javier Milei se le puedan acoplar casi sin deslizamientos, como ocurre en esta coyuntura, los planos externo e interno. Fue uno de los protagonistas extranjeros innegables en la asunción del segundo mandato de Donald Trump en Washington. Pasará de nuevo por el Foro de Davos, Suiza. A propósito de ese encuentro empresario la revista Time, en una edición especial, lo colocó en su portada junto al líder republicano. El libertario estalló de gozo.

Figuraron también los elogios de Kristalina Georgieva, la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), su nuevo encuentro en EE.UU. con la única invitada de la Unión Europea, la italiana Georgia Meloni y una charla improvisada con el flamante Secretario de Estado, Marco Rubio. ¿Se podría pedir más? . Difícil. Se trata de una acumulación de capital político simbólico que habrá que observar de qué manera Milei logra administrar en sus quehaceres domésticos. Por el momento no hay señales que puedan inquietarlo: la Argentina transita el corazón de su periodo estival, la actividad política recién se empieza a desperezar, la oposición se mantiene disgregada y no hay a la vista focos importantes de resistencia social.

El Presidente deberá estar bien adiestrado para su regreso porque la historia enseña que los contrastes entre el afuera y el adentro suelen ser desencantadores para los mandatarios. Le sucedió a todos aquellos que han sido protagonistas del regreso democrático. Despunta por otro lado un año electoral que, para la administración libertaria, no se limita a una renovación parlamentaria. Estará en juego también la aceptación o el rechazo del Gobierno.

No existe instancia más dulce para cualquier presidente que la asunción del poder. Se advirtió el lunes en Trump. Se pudo advertir hace más de un año en la llegada de Milei. En esas ceremonias, salvando distancias y contenidos, se descubrieron puntos de contacto que explican la afinidad personal y política entre ambos mandatarios. La convergencia sobre un modo de entender el ejercicio del poder y la forma de comunicarlo que pareciera tener prioridad respecto de asuntos económicos e ideológicos.

Se pueden subrayar dos conceptos que caracterizaron aquellos actos de asunción. Trump, como Milei, concedieron un carácter refundacional a sus llegadas al poder. El líder republicano aseguró que la "era dorada" acaba de comenzar en los Estados Unidos. El libertario sostuvo en su momento que estaba dispuesto a devolverle a la Argentina la riqueza perdida desde finales del siglo XIX. Viene repitiendo, además, que ya se ha convertido en el "mejor gobierno de la historia".

Trump desarrolló su asunción en varias circunstancias, aunque una de ellas resultó la más llamativa. Los primeros actos administrativos de su nueva gestión los firmó durante un mitín con sus simpatizantes realizado en el Capital One Arena, en Washington. Rubricó 9 decisiones ejecutivas que contuvieron alrededor de 80 decretos. A cada rato las exhibía ante la multitud que lo vitoreaba. Un auténtico show.

La disrupción de Milei, se recuerda, pasó por otro costado. Pronunció el discurso inaugural en las escalinatas del Congreso. De espaldas al plenario de diputados y senadores. También sus primeros gestos de gobierno estuvieron circunscriptos a la firma de decretos. La famosa Ley Bases, que contenía más de 700 artículos. Luego de un fuerte traspié en el Congreso fue negociada con la oposición colaboracionista y terminó por aprobarse.

Ambas acciones reconocieron una interpretación común. Los presidentes pretendieron cumplir en el arranque con algunas promesas de campaña. Lo hicieron de modo personal y ejecutivo. Priorizando, tal vez, el valor contundente de los votos por encima de las cuestiones institucionales. Seguramente Trump no tendrá muchas dificultades con lo que hizo. La victoria de noviembre le permite poseer mayorías en Diputados y la Cámara de Representantes. El camino resulta infinitamente más sinuoso para Milei por su escasísima presencia parlamentaria. Una buena estrategia con aliados y la extravagancia de la legislación argentina (otorga más facilidades a un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que a un proyecto de ley) le han permitido resguardar la mayoría de sus decisiones.

Aquellas afinidades metodológicas entre Trump y Milei no necesariamente deberían extenderse al plano ideológico. Habrá, sin embargo, que esperar el desarrollo de la administración republicana. Al mandatario libertario podrían comenzar a incomodarlo ciertas contradicciones de las cuales resulta partícipe. Acaba de enviar al Congreso para el tratamiento en sesiones extraordinarias varios proyectos de Ley. Entre ellos, el que se denomina Ficha Limpia. Una norma que apunta a impedir las candidaturas o el acceso a la función pública de personas que estén condenadas en doble instancia. El único nombre de envergadura a que referiría, por ahora, es el de Cristina Fernández. Fue condenada a seis años de prisión por haber favorecido con la obra pública al empresario K, Lázaro Báez.

El Gobierno hizo con ese tema varias piruetas. Bloqueó en Diputados el tratamiento de un proyecto similar impulsado por Silvia Lospennato, del PRO. La onda expansiva de su conducta en segmentos de la sociedad lo obligó a elaborar una nueva reglamentación para la cual aún no tiene los votos en ninguna de las Cámaras. La pregunta sería: ¿Se trata de una preocupación genuina del Presidente? . ¿O únicamente motivada por la necesidad de satisfacer a un núcleo de sus votantes de marcado sesgo antikirchnerista? .

Vale la duda si se tiene en cuenta la alianza de Milei con Trump y el deseo del libertario de convertir a Washington en su faro. El líder republicano asumió con cuatro causas penales pendientes. Seguramente se extinguirán. Entre varias (tiene una condena por falsificación de registro contables) la más sobresaliente es por "Presunta interferencia electoral". No haber reconocido nunca la victoria del demócrata Joe Biden en 2020. Haber intentado impedir la certificación del triunfo con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Un episodio que dejó 5 muertos y cientos de heridos.

La investigación fue realizada por el Fiscal Especial, Jack Smith, quien afirmó que tenía pruebas para implicar a Trump. Presentó su renuncia días antes de la asunción del presidente estadounidense. Trump había asegurado que le robaron aquellas elecciones del 2020. Dijo además que sus causas judiciales fueron inventadas por los demócratas. ¿Quién no se enteró en el planeta tierra del asalto al Capitolio? .

La audacia del republicano puede haber desatado la envidia de Cristina. La ex presidenta se cansó de explicar que sus causas habrían sido producto del lawfare (gran confabulación) y no del dinero del delito. Jamás ese relato encontró hasta ahora correspondencia en las decisiones judiciales clave. Trump no solo borró todo con la fuerza de los votos. Indultó a más de 1500 procesados por el ataque al Capitolio. Conmutó las penas más graves.

Paradojas que, con seguridad, sobrevolarán la vida pública argentina ni bien Ficha Limpia irrumpa en el Congreso.