Analistas Café con rosca

Raras sociedades nuevas y. lo de siempre, que ya agota

Domingo, 15 de Junio de 2025

En la esquina de siempre, donde la vereda está un poco vencida y la vidriera hace años que perdió su transparencia, está la vieja cafetería de Aldo. No tiene cartel luminoso, ni café de especialidad. Pero tiene historia, olor a diario viejo, y un rincón al fondo, justo debajo de un ventilador de techo que, cuando gira, gira lento como la política de la provincia, donde cada jueves se sientan los mismos cuatro tipos.


A las siete en punto llegó Gastón, después entró el Grandote, el Flaco llegó tras él y, por último, sin que nadie lo notara, como siempre, apareció el Innombrable. Aldo los saludó con la cabeza desde la caja. Y Hernán, el mozo, con su delantal azul gastado, limpiaba los pocillos con la parsimonia habitual. Los jueves nunca fallaban. 


Las charlas siempre giraban alrededor de todo y de nada. De elecciones y fechas que no llegan, de traiciones que ya se cocinan, de gobernadores gastados y vicegobernadoras que quieren hacerse ver más de la cuenta. De sindicatos que amenazan, y ya no tienen con qué, y de aquella vieja agrupación de jóvenes que ya no baja línea ni valijas.


Luego de que cada uno ocupara su lugar habitual, Hernán llevó a la mesa lo de siempre, sin que se lo pidieran: un cortado en jarrito para Gastón y el Innombrable, un café chico bien cargado para el flaco y un café con leche y una medialuna para el grandote, que nunca paga, pero siempre deja propina.


-¿Viste? -le dijo Gastón a Hernán mientras dejaba la comanda-. Ya está. 

-No me meto -le contestó el mozo, sin mirarlo.

-Ni vos te salvás de opinar hoy, Hernán -dijo el magistrado, con una sonrisa de oreja a oreja.


A Gastón le dicen "el magistrado" con una mezcla de burla y respeto. Trabaja en un juzgado, en realidad es secretario, pero su juez, se jubiló en cuerpo, pero no en papeles. No va nunca. Así que él despacha todo, dicta, firma con la Bic del juez y siempre trae una carpeta bajo el brazo, aunque nunca la abre. 


-Se terminó el misterio, ¿eh? -dijo el Grandote mientras se acomodaba el buzo en la espalda-. Condenada. A ver cómo reacomodan el tablero ahora.


-Vos porque pensás en negocios -le retrucó Gastón-. El Grandote dice ser asesor legislativo, pero todos saben que es lobista. No de los grandes, sino de esos que se mueven entre concejales y diputados de segunda línea, vendiendo ideas ajenas con moños propios. 



-Negocios o no, esto reconfigura todo. Ya no hay centro de gravedad -agregó el Grandote, acomodándose en su silla.


El Flaco tenía cara de insomnio, la mirada clavada en el piso y el saco más arrugado de lo normal. 


-¿Y vos? -le preguntó el Grandote, directo-. ¿Te cayó como un piano o ya lo veías venir?


El Flaco es el político profesional del grupo. No tiene cargo, pero sí historia: usó boina, repartió choripanes y coqueteó con todos. Tiene esa habilidad rara de cambiar de camiseta sin despeinarse, aunque los dedos en "V" le tiñen el alma. Habla con frases como "la calle está hablando" o "hay que bancar el territorio". 


-Lo sabíamos todos -dijo el Flaco, sin levantar la voz-. Esto iba a pasar. No porque sea justa o injusta la causa. Era cuestión de tiempo. Ella misma lo dejó claro cuando se puso a hablar de candidatura. Se anticipó a la jugada, para victimizarse.


-¿Y ahora? -preguntó Gastón, acomodándose los anteojos.


-Ahora hay que ordenar. Reorganizar el espacio sin ella al frente no es fácil, pero no es imposible. Es lo que venían pidiendo todos por lo bajo -admitió el flaco, mirando al Innombrable.


-Hay que ver quién toma la posta -agregó el Grandote-. Porque una cosa es ser soldado con general, y otra muy distinta cuando el general ya no está al frente.


-No subestimes el peso simbólico. Está condenada, pero no muerta políticamente. Inclusive, ahora es más protagonista -murmuró el Flaco.


El innombrable levantó la vista. No hablaba, pero sonrió. Todos sabían que estaba midiendo algo en silencio. Nadie dice su nombre. Algunos dicen que labura para el "Poder Concentrado" y otros dicen que es parte del Poder Concentrado. Pero lo cierto es que siempre sabe. Anda en la rosca fuerte, y siempre sabe. 


-¿Y vos qué pensás hacer? -le preguntó Gastón al Flaco.


-Lo que haga el territorio -respondió, como quien recita una oración vieja-. Hay que escuchar a la militancia. Y, sobre todo, no correr atrás de lo que dicen ciertos periodistas.


-¿Vuelven los que nunca se fueron? -preguntó Gastón.


-Pero con las manos vacías y cara de póker -subrayó el Grandote.


-¿Y quién los quiere? -siguió Gastón con las preguntas.


-Ellos dicen que vienen a fortalecer el espacio. Pero los viejos les piden recursos, plata. Y ellos vienen con discursos, no con billetes -contestó el Flaco-. Ayer tuve al menos tres mensajes de los ex pibes.


-¿Y qué les dijiste? -preguntó el magistrado.


-Que hablen con la cúpula.


-Traducción: "No me comprometo a nada", -dijo el Grandote.


-No tienen opciones -dijo, por fin, el Innombrable -. Si se van, están muertos. Sería un velorio con afiches. Todos saben que yendo solos, en la provincia nadie los vota. Y si los dejan volver, vuelven con condiciones. La Jefa sigue estando en el centro de la escena. Y eso, también hay que decirlo, pone en jaque a la Cúpula. No tienen forma de despegarse y no les queda otra que repetir como loros eso de la "Persecución y Proscripción". A pesar de que perdieron todas las elecciones, éstas son legislativas. Los ex pibes quieren encabezar las listas y asegurarse existencia con un par de representantes, tanto en el Congreso como en la Legislatura.


-Pero los intendentes no están para andar cediendo lugares -dijo el Grandote-. Te lo digo con nombre y apellido si querés. Ayer se reunieron dos de los históricos con un enviado de ellos. No hay acuerdo. Quieren encabezar hasta las listas de concejales.


-¡Las de concejales! -exclamó el Flaco-. No aprendieron nada. Creen que con la mística alcanza. Pero no tienen gestión, no tienen base, y lo que es peor: ya no tienen guita. El aparato los rechaza. Cuando ellos tenían el poder, no compartieron nada. Y ahora quieren que los abracen como si no hubiera pasado una década de ninguneo.


-Hablando de ninguneo -intervino Gastón-. ¿El mandamás local ya firmó con los nuevos?


El Grandote frunció el ceño: ¿Con cuáles nuevos?


-Con los Violetas -respondió su amigo-. Me llegó que ya está todo arreglado. Que hay principio de acuerdo.


El Flaco lo miró de reojo, como si supiera, pero no quisiera hablar antes que el Innombrable.


-Ya casi -dijo, sin levantar la voz-. La negociación la están llevando dos emisarios de ambos espacios. No es un frente electoral tradicional. Es un acuerdo técnico, como dicen ahora.


-¿Y cómo sería el reparto? -preguntó el Magistrado.


-Los Violetas se quedan con la lista nacional y el mandamás local conserva todo lo que realmente le interesa: legisladores provinciales y concejales. El poder real.


-¿Entonces entrega al Congreso? -preguntó el grandote, escupiendo la frase como si le quemara.


El Flaco intervino, más medido: -Ya lo había entregado. El Congreso no le da gobernabilidad, el territorio sí. Los intendentes quieren seguir manejando los Concejos, la caja chica. Si hay que ceder una declaración en el Congreso, la van a ceder.


-¿Y los Violetas? ¿Es negocio para ellos? -preguntó Gastón.


-Por supuesto -dijo el Innombrable-. No tienen estructura en la provincia. No pueden construirla de acá a las elecciones. Prefieren acordar y sumar bancas para su líder. Quieren tener tropa Parlamentaria. 


El Grandote bufó: -¡Pero es una farsa! La provincia se queda sin representación nacional.


- No necesariamente. Pero acá lo que importa es tener pie firme en el Ejecutivo local. -dijo el Innombrable-. Si te quedás sin mayoría en la Legislatura, sos una consultora. 


-¿El acuerdo incluye algo más? -preguntó Gastón.  


- Silencio - lapidó el Innombrable - Los Violetas no van a criticar a la provincia en sus discursos de campaña. No va a haber tuits en contra de nada. Paz temporal.


-¿Y qué se gana el mandamás con eso? -continuó Gastón inquiriendo.


-Tiempo -dijo el innombrable-. Sobrevivir es ganar. En este contexto, si mantenés la provincia sin conflicto, mayoría legislativa y con los números medianamente ordenados, garantizás continuidad para el futuro.


-Basura -dijo el Grandote, seco.


-¿Estás hablando de lo de Las Heras? -preguntó Gastón mientras abría su anotador.


-Si. De lo que nadie habla -dijo el Grandote-. Cerraron el vertedero de Guaymallén y ahora todos los camiones van a Las Heras. Pero eso es un quilombo. Queda lejísimos para la mitad de los municipios de la zona centro.


-Y están gastando una fortuna en combustible -apuntó el Flaco, ya informado.


-Algunos no se quejan porque tienen todo tercerizado -dijo el Grandote-. La empresa va, tira, cobra. Pero otros... otros están empezando a anotar cada litro que queman. Ya hubo tres intendentes que preguntaron si podían volver a tirar "provisoriamente" en otros lugares. Provisoriamente, ya sabés lo que significa.


-¿Y la empresa de Las Heras? ¿Sigue siendo la misma? -preguntó Gastón.


-No. Antes era de Pescarmona. Ahora tiene otra empresa el contrato -respondió el Flaco.


-O, mejor dicho -agregó el Grandote-El contrato tiene otro nombre. Y armaron un monopolio. Un monopolio de basura.


-La basura es oro -respondió el Flaco-. Ya lo dijo un subsecretario hace unos años: "prefiero una concesión de residuos que un banco".


-¿Y Guaymallén? -preguntó el Grandote, mirando al innombrable-. ¿Lo cerraron de verdad? ¿O solo lo clausuraron al público?


-Lo cerraron -dijo el Innombrable-. Hay un plano, pero no es firme. Ni el suelo es firme. Está saturado. 


-Como los operativos de la Policía ¿Vieron los números de los operativos de saturación? -preguntó Gastón, rompiendo la quietud.


-Sí -respondió el Grandote, sin entusiasmo-. Saturan... y después vacían.


-Exacto -dijo el Flaco-. Hacen el operativo, sacan la foto, patrulleros, requisas, uniformes, dos detenidos... y apenas se van, en las 48 horas siguientes hay cuatro o cinco hechos en la misma zona. Los tipos se esconden, esperan, y después siguen como si nada.


-¿Y cómo no van a seguir? Si ya no hay patrullajes normales -dijo el Grandote-. Sacaron los móviles de las comisarías. Centralizaron todo. Las comisarías periféricas están sin vehículos. Literalmente. No tienen cómo salir.


El Innombrable no hablaba, pero ya estaba hojeando su carpeta. Todos lo sabían: esa noche venía con algo más.


-Lo que están haciendo -siguió el Flaco- es política de efecto. Saturación es imagen. Pero no hay estructura. Sin presencia continua, sin proximidad real, el territorio es del que se anima.


-Y mientras tanto, la tropa está fundida -dijo Gastón-. Laburan su turno y hacen el doble de horas en "Servicios Extraordinarios" para redondear un sueldo decente. Y, para colmo, hay una renuncia dando vueltas que...


El innombrable sonrió y todos callaron.


-Esa renuncia está escrita desde abril -dijo-. No la quieren aceptar porque sería un terremoto dentro del ministerio. Pero el tiempo se les acaba. Es cuestión de semanas. Tal vez días.


-¿Y por qué no la aceptan? -preguntó el grandote.


-Porque es una figura fuerte en el control de la fuerza. Esa renuncia no es una salida, es un mensaje.


-¿Quién la reemplaza? -preguntó el flaco.


-No tienen a nadie con peso. Si se va, hay que rearmar toda la conducción desde cero. Y eso no se hace sin costo. Ni sin ruido.


-Entonces, ¿qué hacen? -preguntó Gastón.


-Estiran la agonía -dijo el innombrable


Afuera, la noche caía con lentitud, como si supiera que ese jueves había algo más que rosca: había claudicaciones, pactos de supervivencia, y un aire agrio que ni el mejor café podía disimular.


Pero los cuatro, como cada jueves, entendían que a veces lo que huele mal no está en los tachos. Está en los papeles. O en alguna esquina, en algún barrio sin patrullero.


Porque en esta historia, el operativo siempre se va. Los que vuelven no necesitan permiso. Y en la próxima boleta, las banderas ya no importan. Solo las lapiceras.