A veces las decisiones políticas tienen consecuencias tan graves, que uno se pregunta si quienes las tomaron estaban realmente pensando en el país o solo en su propio proyecto de poder. Lo que acaba de pasar con el fallo en contra de la República Argentina por la estatización de YPF es una de esas situaciones. Porque esto no es de ahora, esto viene de 2012, cuando Cristina Fernández de Kirchner -con Axel Kicillof como ministro de Economía- decidió expropiar de apuro y sin los debidos recaudos legales la petrolera más importante del país. Lo hicieron con el bombo de la épica, del "vamos por todo", y hoy los argentinos tenemos que poner 16 mil millones de dólares más por ese desmanejo. Ya habíamos pagado 5 mil millones a Repsol en su momento. A eso sumale los intereses y costas judiciales. La cuenta, en total, supera los 26 mil millones de dólares. El doble del valor de la empresa.
Y como si fuera poco, ahora entran los fondos buitres en escena. El fondo Burford, que compró el juicio a los damnificados privados de la expropiación, ni siquiera era el afectado original. Compró los derechos litigiosos por monedas, y ahora nos quiere embocar con todo. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué buscan? Muchos se preguntan si en realidad no están yendo por el verdadero tesoro: Vaca Muerta. La segunda reserva de gas no convencional del mundo. ¿Y quién le dejó esa puerta abierta? El kirchnerismo, por supuesto.
La estatización de YPF se hizo mal desde el principio. Fue improvisada, violando contratos y sin tomar las precauciones jurídicas. Kicillof en ese momento se burlaba del reclamo de los accionistas privados diciendo "no les vamos a pagar ni un mango". Bueno, hoy estamos pagando miles de millones de mangos, y él es gobernador de la provincia de Buenos Aires. Casi como si nada.
Y no nos olvidemos de los Eskenazi, que manejaban una parte de YPF gracias a un arreglo poco transparente con el propio Néstor Kirchner. Compraron sin poner un peso: el negocio era pagar con los dividendos de la propia compañía. ¿Quién en su sano juicio permite algo así? ¿Quién les dio la llave del petróleo argentino? El kirchnerismo, otra vez.
Esta historia deja una enseñanza muy clara: cuando un gobierno juega con la economía como si fuera un tablero ideológico, las consecuencias las termina pagando el pueblo. Hoy Argentina está obligada a pagar una cifra monumental por una decisión irresponsable, disfrazada de soberanía pero hecha a los tumbos. Y mientras tanto, los responsables de esa maniobra, siguen haciendo política como si nada hubiera pasado.
Pero sí pasó. Y nos está costando carísimo.