Argentina Historias

De la ciudad al corazón del campo: abrió un bodegón y le devolvió la vida a un pueblo de 180 habitantes

Oriunda de Ramos Mejía, Paula Ares cambió su rutina cuando se mudó a Ramón Biaus

Miercoles, 14 de Mayo de 2025

Hace cuatro años, Paula Ares dejó atrás su vida en Ramos Mejía para mudarse a Ramón Biaus, una localidad rural del partido bonaerense de Chivilcoy con apenas 180 habitantes. "Es imposible no ser feliz acá", afirma con una sonrisa mientras habla con Infobae. Desde la primera vez que recorrió la zona entregando silobolsas, quedó fascinada por los paisajes y supo que algún día viviría allí.

Lo que no imaginaba era que también encontraría el amor. Fue en una peña organizada por Ariel Canepa, con quien hoy no solo comparte su vida, sino también un emprendimiento que crece sin parar: juntos abrieron Lo del Turco, un restaurante y almacén de campo en el que todo lo que se sirve es casero. El éxito fue tal, que ya se encuentran preparando un segundo bodegón a pocas cuadras, e incluso proyectan abrir un pequeño hotel.

Ramón Biaus se ubica a 30 kilómetros de Chivilcoy, y se accede por las rutas provinciales 5 y 30, seguidas de un tramo de ripio. En la esquina de Julio A. Roca y Julio Fernández Coria se encuentra la tradicional ochava que Paula define como "su casa". Allí, cada fin de semana, llegan hasta 200 comensales atraídos por su propuesta gastronómica y el encanto del entorno. El edificio mantiene su fachada original de ladrillos, toldos rojos, y un carro en la vereda que homenajea la historia agrícola del pueblo. También conserva objetos históricos y el primer teléfono del pueblo, ya que antaño allí funcionó la estafeta postal local.

Paula recuerda con orgullo sus comienzos: "Nací vendiendo", dice, y cuenta que trabajó en distintos rubros hasta que incursionó en la industria agropecuaria, un mundo nuevo para ella. Madre de tres hijos desde muy joven, muchas veces escuchó que no iba a poder. Pero se formó como técnica en marketing y ventas, y como coach en Programación Neurolingüística. Esa formación le dio las herramientas para reinventarse.

"Iba sola en camioneta con mi cartera de clientes sobre la Ruta 5. Cuando vi el campo por primera vez, dije: 'Esto es lo más. Yo quiero vivir acá'". Fue así como, a través de un grupo de viajantes, conoció a Ariel. No pensaba enamorarse, pero la conexión fue natural. "Lo que él tenía para darme era justo lo que yo necesitaba", reflexiona. Hoy son socios, compañeros y cómplices. "Cuando él me abraza, siento que no me falta nada", dice.

Ariel es el asador estrella. Paula, la anfitriona. El menú incluye empanadas, fiambres regionales, matambre casero, parrilla con carnes, papas fritas, ensalada y postre. Todo por 5.000 pesos por persona. "No son porciones chicas, y la calidad es de primera", asegura. El restaurante abre sábados, domingos y feriados al mediodía, con un promedio de 100 cubiertos en temporada baja y el doble en fechas especiales.

Lo del Turco se convirtió en un punto de encuentro y un motor económico para Ramón Biaus. Incluso su madre, que fue a visitarla para ayudarla en el local, decidió mudarse definitivamente al quedar encantada con la tranquilidad del lugar. "Acá se respira libertad, se escuchan los pájaros, hay bichitos de luz, estrellas increíbles. y no tenemos ni una reja en la casa", cuenta Paula.

El pueblo, fundado a principios del siglo XX, celebró recientemente su 114º aniversario con desfiles, música y festejos populares. Aunque hoy apenas supera los 180 habitantes, en su apogeo albergó a más de 2.000 personas gracias a la actividad agrícola y el paso del tren hacia los mercados de Buenos Aires.

Paula cree firmemente en el potencial de Ramón Biaus: "A mí me gusta decir que este pueblo late, y cada vez más fuerte". Cuando llegaron al local, el bodegón llevaba años cerrado. "Para que funcione, hay que vivir acá, hacer de todo: yo sirvo las mesas, hago el budín, preparo los pancitos y si hay que limpiar el baño, también lo hago. Eso es lo que marca la diferencia: el amor que ponemos".

Lo que empezó como un sueño individual se convirtió en un proyecto compartido, una historia de vida que crece con cada plato servido y cada nuevo visitante que se enamora del pueblo, tal como lo hizo ella.