Analistas La columna de Antonio Ginart

De los bolsos al fallo: Cristina presa

Hoy, por fin, un poco de justicia.

Jueves, 12 de Junio de 2025

Y sí, llegó el día. Después de años y años de chicanas, de discursos encendidos, de operaciones mediáticas, de actos para la tribuna y de victimización constante, la Corte Suprema confirmó el fallo contra Cristina Fernández de Kirchner por corrupción. Una política que va presa, no una presa política. Es hora de dejar bien en claro esa diferencia.

Porque Cristina tuvo todas las oportunidades del mundo para defenderse. Accedió a las instancias judiciales, apeló, hizo uso de todos los recursos legales disponibles. Pero en lugar de enfocarse en los hechos, eligió atacar a la Justicia, al gobierno de turno, a los medios, al periodismo independiente, a cualquiera que no se le arrodille. Lo que no hizo fue lo esencial: probar su inocencia.

Y no es que no haya pruebas. Sobran. Están los chats del mismísimo José López -sí, el de los bolsos voladores en el convento- donde habla de "La Señora" todo el tiempo. Están las maniobras documentadas para borrar pruebas. Está la cartelización de la obra pública. Las licitaciones amañadas. Las empresas de Lázaro Báez que pasaban de ser ferreterías fantasmas a constructoras multimillonarias en un par de meses. Todo eso está. No es relato, no es persecución, es evidencia judicial.

Mientras tanto, la defensa se limitó a lo de siempre: el "lawfare", los jueces macristas, el poder mediático, y demás versos para la militancia más enceguecida. Pero refutar las pruebas. nada. Ni una explicación seria.

Y ayer, fiel a su estilo, Cristina salió con los tapones de punta. Trató de "monigotes" a los integrantes de la Corte, al mismísimo presidente Javier Milei, y dijo, con una mezcla de desprecio y resignación, que la culpa no es de Milei sino "de los que lo votaron". Bueno, señora. a usted también la votaron. Varias veces. Y vaya si defraudó con corrupción, con desidia, con una gestión que nos dejó inflación, pobreza estructural y un Estado saqueado.

Lo que estamos viendo es el final de una época. Una vuelta de página. Aunque todavía algunos pocos la sigan defendiendo, vaya uno a entender por qué, el país ya no es el mismo. Ojalá aprendamos de esto. Que los gobiernos sean más transparentes, que la Justicia actúe sin demoras y sin presiones, que los corruptos no puedan seguir en la administración pública.

Porque cuando las instituciones funcionan de forma independiente y el periodismo se anima a investigar sin miedo, la democracia crece. Y eso es lo que necesitamos: una democracia madura, sin caudillos impunes ni relatos vacíos. Hoy, por fin, un poco de justicia.