Cristina quería transformar la jornada en una demostración contundente, pero el poder judicial aguó la convocatoria y en el peronismo se percibe división
Pocas cosas se han devaluado tanto en Argentina como el célebre cantito de La Campora que advierte: "che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar". Lo cierto es que los hechos de los últimos días parecen confirmar que dentro del propio peronismo ya se asimiló que se vive la etapa post liderazgo de Cristina Kirchner, y que la militancia no tiene la fuerza de antaño como para generar hechos políticos de alto impacto.
A "los gorilas" la ex presidente les preocupa menos que el dólar. De hecho, quedó demostrado que -contrariamente a lo que sostenía el gobierno- no era la candidatura de la ex presidenta lo que había motivado la suba del índice de riesgo país, que sigue tercamente cercano a los 700 puntos.
Y entre los propios peronistas surgieron señales que contradicen el "resurgimiento de la mística militante" que algunos dirigentes del kirchnerismo habían pronosticado. De hecho, los acampes que complican el tránsito e irritan a los vecinos en San José y Humberto Primo están lejos de generar el clima político de otras grandes manifestaciones en apoyo de Cristina.
El último dato en ese sentido fue la decisión de la CGT de no concurrir a la concentración de apoyo convocada para este miércoles ni, mucho menos, de convocar a un paro general. Fue muy comentado en las redes el mensaje amenazante que adornó el edificio de la central sindical en la calle Azopardo: "Paren el 18 o se pudre. No jodan con CFK". Nadie se atribuyó la autoría, pero todos miraron a La Cámpora.
Esa situación exacerbó, en los medios más afines al kirchnerismo, un abierto reproche a quienes no se plieguen de manera explícita -y con adhesiones a marchas y actos- a una agenda política en la que la defensa de Cristina sea el punto prioritario y quede equiparado a la "defensa de la democracia".
Lo cierto es que la cúpula cegetista viene marcando discrepancias con el kirchnerismo desde hace tiempo. Al inicio de la gestión Milei convocó a un paro para reclamar contra el impuesto a las Ganancias cuando Cristina aconsejaba esperar unos meses. Luego, se negó a parar cuando, a fines del año pasado, la facción sindical afín al kirchnerismo reclamó una medida de fuerza. Y finalmente hizo un paro con desgano y bajo nivel de acatamiento en abril, cuando creció la presión interna por tomar una medida tras las violentas protestas por los jubilados.
Y la confirmación de las diferencias políticas llegó con el faltazo de la CGT a la reunión del Partido Justicialista y el tibio comunicado en el que deja "en libertad de acción" a los gremios que quieran parar para concurrir al acto. No faltaron, incluso, dirigentes que confesaran el temor a incidentes con militantes de La Cámpora si la cúpula sindical hubiese adherido.
No es, por cierto, la primera señal de que la prisión de Cristina no está resultando ser el factor de cohesión interna que muchos esperaban. En los primeros días posteriores a la confirmación de la condena por parte de la Corte Suprema de Justicia, hubo reacciones ambiguas.
Varios de los gobernadores provinciales que se han mostrado más dialoguistas con el gobierno de Milei -y que dependen del gobierno central para financiar sus presupuestos en pleno año electoral- emitieron comunicados de solidaridad, pero se cuidaron de no hacer mención a que Cristina siga manteniendo el liderazgo. Algunos incluso pidieron "autocrítica" en el peronismo.
Y hasta el propio diputado Máximo Kirchner, dijo que la interna peronista es "un festival de vanidades y egos" y que en este momento se debe priorizar la unidad por sobre las aspiraciones personales.
Desde hace meses su sector está en una disputa con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, por la conducción del espacio opositor. La condena de Cristina no cambió esa situación. Más bien al contrario, hubo presiones renovadas para que el gobernador cambiara la fecha de la elección legislativa provincial.
Los analistas políticos creen que ahora, ya con la "proscripción" de Cristina, se agudizará la pelea por la herencia política. Como recuerda el politólogo Carlos Fara, ya en el spot que lanzó tras anunciar su candidatura, se hacía referencia a que CFK "es el peronismo real, un modo elegante de decir que Axel no lo es".
Todo este ruido interno, tan característico de la tradición peronista, no quita el hecho de que la concentración de este miércoles pueda ser numerosa, aun cuando el poder judicial le restó uno de los principales atractivos a la jornada, porque adelantó la comunicación sobre los detalles de su reclusión, de manera que no será necesaria la concurrencia presencial de Cristina a Comodoro Py.
De todas maneras, los dirigentes de su sector confirmaron que se hará la concentración en la esquina de San José y Humberto Primo, el nuevo sitio de peregrinaje K. Queda la duda sobre si, ya en reclusión domiciliaria, Cristina saldrá al balcón a saludar -algo que, a vista de los jueces, puede constituir una conducta que perturbe el orden público en el barrio-.
Lo cierto es que Cristina es quien más tiene en claro que ya no alcanza con su carisma ni con la denuncia del "lawfare" y la proscripción del "partido judicial" para movilizar gente. Y dio una prueba contundente de ello al centrar sus últimos discursos en la situación económica.
Para ella, la esperanza de que cambie su situación no viene desde el ámbito judicial sino del político. Apuesta a que el modelo económico del ministro Luis Toto Caputo derivará en una crisis cuando se agote su capacidad para financiar el déficit de cuenta corriente con el crédito externo. Y que, cuando eso ocurra, el peronismo debe estar organizado para sacar el máximo provecho político del enojo popular y presentarse como alternativa de poder.
Es por eso que la convocatoria a la marcha no se limitó al PJ, sino que incluyó a los sectores que hoy se muestran más críticos del gobierno Milei, como las organizaciones de jubilados, los gremios de empleados estatales -en su mayoría de la CTA y no de la CGT-, los grupos piqueteros, los colectivos feministas y los estudiantes.
Desde su condena en primera instancia, a fines de 2022, Cristina está comprobando una paulatina pérdida de centralidad en el peronismo. No por casualidad, en varios discursos se "salteó" a la dirigencia peronista y apeló directamente a los militantes, a quienes arengó a "sacar de la mochila el bastón de mariscal", una imagen que fue unánimemente interpretada como un llamamiento a la militancia para que obligue a los dirigentes a asumir posturas más radicalizadas.
Ya en aquel momento, Cristina comprobó que resultaba difícil generar grandes movilizaciones por la causa judicial, aun cuando todavía estaba fresca la conmoción por el atentado contra su vida.
En pleno diciembre de 2022, con un "timing" muy inconveniente por la imposibilidad de competir con la euforia mundialista, Cristina había intentado, sin éxito, que se generase un movimiento masivo en contra de su condena. Pero el resultado quedó a la vista: una manifestación mínima frente a Comodoro Py y luego un acto del Grupo de Puebla, que debió ser suspendido dos veces.
"Cristina y sus problemas desaparecieron de la mente de la gente. Todos hablan de ella, pero ya no mueve las emociones como antes. Millones de argentinos salieron a celebrar el triunfo sin que nadie les pague, ni les proporcione camiones, banderas, carteles y catering", observaba en aquel momento el "gurú" Jaime Durán Barba.
Lo cierto es que, desde entonces, Cristina se resignó a que ya no podía llenar estadios y que su influencia se mudaría a las redes sociales, con sus análisis sobre "el problema de la economía bimonetaria" y sus chicanas encabezadas por un "Che Milei".
Pero, a partir de ahora, también su acción quedará limitada en ese ámbito. Será un test para su capacidad de liderazgo, porque tampoco podrá recibir visitas de tipo político con frecuencia, lo cual inhabilitará las comparaciones con el rol de Juan Domingo Perón, que dirigía desde el exilio en el legendario barrio madrileño Puerta de Hierro.
Esta situación dará lugar a un nuevo tipo de disputa: con Cristina imposibilitada de hablar directamente, empezará la competencia por transformarse en su portavoz legítimo. Máximo Kirchner es el candidato natural para ocupar ese rol, pero eso no implica que no surjan desafíos a su "liderazgo delegado".
El índice de precios al por mayor tuvo una caída nominal por primera vez en 17 años. El Banco Central emitirá deuda en dólares hacia compañías que tengan dividendos pendientes con sus casas matrices y que quedaron atrapados por el cepo cambiario