El 10 de diciembre de 1997, Julia "Butterfly Hill" inició una de las protestas ambientales más prolongadas y arriesgadas.
El 10 de diciembre de 1997, Julia Hill ascendió a una secuoya de 1500 años, iniciando una vigilia de 738 días para evitar su tala. La joven de 23 años, que aún se recuperaba de un accidente casi fatal, respondió al llamado de los activistas forestales en medio de tensiones por la tala masiva, enfrentamientos y comunidades fracturadas. Subestimó cuán profundamente la transformaría este acto.
Inicialmente, con el objetivo de una breve protesta para llamar la atención del público, Julia se encontró a 55 metros de altura en una plataforma improvisada. Allí, se enfrentó a tormentas históricas, aislamiento extremo, intentos de desalojo, amaneceres impresionantes y una conexión espiritual con el árbol que llamó "Luna". Esto marcó el inicio de más de dos años sin tocar el suelo. Como Julia declaró en su sitio web, se sintió abrumada por la sabiduría, la energía y la espiritualidad del bosque de secuoyas, sintiendo que había encontrado lo que estaba buscando.
Antes de Luna, la vida de Julia era itinerante. Criada en una camioneta por un padre pastor viajero, aprendió a leer los ritmos de la naturaleza. El apodo "Mariposa" se originó en un encuentro infantil con una mariposa. Más tarde, impulsada por el trabajo y las metas materiales, una experiencia cercana a la muerte cambió su enfoque.
Al ascender a Luna, Julia confrontó su inmensidad. Temerosa al principio, aprendió a moverse con el antiguo pulso del árbol, encontrando claridad en el abrazo del bosque. Su hogar en la plataforma, aunque constantemente golpeado por tormentas y vientos de El Niño, también ofreció momentos de extraordinaria belleza, como valles transformados en mares dorados por la niebla matutina.
La supervivencia exigió ingenio. Cocinaba con un quemador de propano, subía suministros con cuerdas y usaba savia de árbol para agarrarse. ¡Earth First! proporcionaba suministros dos veces por semana, pero las tormentas a menudo la dejaban aislada. Esta experiencia extrema la desafió y fomentó su crecimiento. Cada dificultad reforzó la importancia de proteger a Luna y al bosque.
Viviendo en condiciones precarias, Julia se convirtió en un símbolo de resiliencia y conexión con la naturaleza. Su plataforma se convirtió en un mundo donde el tiempo se expandía, y cada respiración era un acto de supervivencia, lo que le permitió descubrir su fuerza, paciencia y resiliencia, transformando su lucha personal en un mensaje global sobre la vital importancia de proteger los bosques y la naturaleza.
Mientras Julia vivía en la cima de Luna, Pacific Lumber buscó romper su resolución cortando suministros, bloqueando el acceso y acosándola con ruido y un helicóptero. Incluso la etiquetaron como "ecoterrorista" para desacreditar su desobediencia civil. A pesar de los insultos y la desinformación, Julia se mantuvo firme, su compromiso de salvar la secuoya era su escudo.
A medida que pasaban los meses, su historia se difundió a nivel mundial. Los medios de comunicación hicieron una crónica de su vida, amplificando su voz y transformándola en un icono ambiental. Su espiritualidad resonó con muchos, fomentando un devoto seguimiento.
Después de dos inviernos duros y acoso constante, se llegó a un acuerdo. El 18 de diciembre de 1999, Pacific Lumber acordó proteger a Luna y un radio de 60 metros de bosque circundante. A cambio, los activistas donaron $50,000 para la investigación forestal sostenible. Julia descendió, físicamente agotada pero triunfante, después de 738 días en un árbol que otros consideraban perdido.
Un intento de matar a Luna ocurrió un año después, cuando un atacante cortó el árbol con una motosierra. Los especialistas estabilizaron a Luna con cables de acero.
Hoy, Luna sigue viva, y Julia continúa visitándola, llamándola "mi maestra", reconociendo el impacto duradero de la secuoya en su espíritu.