Es una herramienta valiosa para reducir el estrés, mejorar la creatividad y, sobre todo, cuidar nuestra salud mental.
La ciencia respalda la idea de que tomar descansos de baja intensidad puede ser increíblemente beneficioso para el bienestar. Sin embargo, en un entorno donde la productividad y el rendimiento constante son cada vez más valorados, surgen prácticas que parecen contradecir esta visión. Una de ellas es el puttering, un concepto aparentemente simple, pero que pocos conocen.
El puttering no es más que hacer tareas sencillas, como arreglar las plantas, reorganizar los libros o preparar una taza de café, pero sin apuro ni expectativas. Es una forma de "remolonear" productivamente, de tomarse un tiempo para relajar la mente y desvincularla de la rutina acelerada.
"La presión en el trabajo genera estrés, haciendo que liberemos cortisol y adrenalina. Este proceso genera una gran cantidad de energía, movilizando nuestro cuerpo para luchar o huir. Pero no podemos mantenernos constantemente en este estado; si el estrés se mantiene en el tiempo, no podremos descargar la energía y la tensión que se va generando, y comenzaremos a sentir los efectos en nuestro cuerpo del estrés crónico", advierte la psicóloga española Beatriz Galván. De ahí que la experta aconseje realizar pequeñas pausas durante la rutina diaria "para ayudar a reducir la sobrecarga a nivel muscular y a nivel mental".
La instructora de mindfulness Ana Fernández-Cid lo resume perfectamente: "No es una pérdida de tiempo. Es tiempo dedicado al autocuidado". Este tipo de pausa es fundamental para reducir la sobrecarga mental y mejorar nuestra calidad de vida, algo que muchas veces olvidamos en nuestro día a día lleno de obligaciones.
En su forma más auténtica, el putter representa una especie de "vacío programado", un período de tiempo en el que el cerebro no está sometido a fuertes estímulos o exigencias para ser productivo, sino que puede vagar libremente por sus pensamientos. Es un espacio para reflexionar, pensar de forma creativa o simplemente recargar las pilas, lejos de las distracciones típicas de la vida moderna. Algunos lo llamarían una meditación libre y sin guía. (TN)