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Dolor de cabeza, fatiga e insomnio: ¿síntomas emocionales mal etiquetados?

 Muchas veces cuando el cuerpo está agotado, en realidad es una señal de que la que está al límite es la mente.

Sabado, 23 de Agosto de 2025
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En un entorno laboral que exige rendimiento constante, aparecen dolores y tensiones que no deberían silenciarse. Qué podés hacer si tu cuerpo empieza a reclamar una conexión más saludable con el trabajo.

"Me duele el cuello todos los días, pero no tengo tiempo para ir al médico". "Me acuesto agotada, pero no puedo dormir bien". "Ya no sé si es cansancio físico o mental". Estas frases son cada vez más frecuentes. Se trata de personas que llegan a una consulta con síntomas físicos persistentes, dolores, tensión, insomnio, cansancio, que no mejoran con analgésicos, pero sí cuando logran frenar y revisar qué está pasando en su interior. El cuerpo empieza a hablar cuando lo emocional no encuentra canal.

Desde el counseling y la consultoría laboral, se trabaja en la intersección entre lo que sentimos y lo que hacemos, entre la exigencia profesional y el impacto personal. Y hay algo que no podemos seguir ignorando: el cuerpo también trabaja, sostiene, se tensiona. y eventualmente se agota.

Lo que dicen los datos (y no decimos en voz alta)

Vivimos en una cultura laboral que premia el rendimiento, la hiperconexión y la productividad constante. Se celebra "el esfuerzo", incluso cuando se hace a costa del bienestar. Y muchas veces, el cuerpo empieza a manifestar lo que el entorno no permite expresar: ansiedad, sobrecarga, desmotivación, frustración, poca claridad.

Según un informe de la OMS y la OIT (2022), el 25% de las enfermedades laborales actuales tiene origen en el estrés crónico. Y más del 60% de las personas que presentan síntomas físicos asociados a ansiedad o agotamiento laboral no consulta por salud mental, sino por malestares físicos. Lo que nos duele, nos habla. Pero en vez de escucharlo, buscamos silenciarlo de la manera más inmediata.

Señales de alerta y claves para cuidarte

Hay señales a las que conviene prestar atención:

  • Dolor corporal frecuente al final de la jornada.
  • Sensación de no llegar nunca a todo.
  • Dificultad para descansar, incluso cuando hay tiempo.
  • Vivir con la idea de estar "a punto de enfermarse".
  • Irritabilidad o sensibilidad sin motivo aparente.

Si alguna de estas señales resuena, no es debilidad. Es una alerta interna que merece ser registrada. ¿Qué podés hacer?

  1. Registrar el cuerpo cada día: anotar dolores o tensiones y observar si se repiten.
  1. Cuidar el diálogo interno: pasar del "esto no puede fallar" al "hice lo mejor que pude hoy".
  1. Pausas deliberadas: cerrar la jornada en un horario, desconectar el celular, respirar y hacer actividades placenteras.
  1. Definir prioridades conscientes: elegir una tarea central del día y no confundir ocupación con foco.
  1. Buscar sostén: hablar con una profesional o con alguien de confianza.

El verdadero significado de la fortaleza

A veces, creemos que "aguantar" es sinónimo de fortaleza. Pero la verdadera fortaleza está en escuchar lo que pesa antes de agotarnos, en tomarse en serio lo invisible, en cuidarse antes de enfermarse.

Si tu cuerpo empezó a hablar más fuerte que tu agenda y tus actividades, no es casualidad. Es un llamado a reconectar con vos, con lo que sentís, con lo que necesitás. Porque sostenerte a vos también es parte de tu trabajo. El bienestar no empieza cuando tenés todo resuelto. Empieza cuando dejás de sobreexigirte, frenás, respirás y te registrás.

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