Analistas Opinión

Café con rosca: 'Drogas indias, delivery de fierros y los chilenos perdidos '

Todo se sabe en el café, hasta los datos más intrascendentes pueden tomar relevancia. Solamente tiene que estar atento para que nada lo tome desprevenido, querido lector.

Domingo, 22 de Setiembre de 2024

La cita estuvo a punto de ser suspendida. El pronóstico apocalíptico del doctor que circuló por Whastapp hizo dudar a los muchachos sobre el habitual encuentro de cada jueves, pero dos elementos fueron fundamentales para que la tertulia se mantuviese firme. Por un lado, el innombrable no usa Whatsapp, como todo aquel que anda en la rosca fuerte usa Telegram, así que ni se enteró del audio viral. Y por otro lado, los muchachos ya saben que al doctor le fascina dar esos pronósticos catastróficos. Una vez acertó y desde ahí se regodea con la frase “Yo lo anticipé y no me hicieron caso”, y cuando no acierta argumenta que “el estado del tiempo es dinámico y que un pronóstico es precisamente eso, un pronóstico”.

La comanda marchaba con el pedido de siempre: dos cortados en jarrito, para el innombrable y Gastón; un café chico bien cargado para el flaco y el café con leche y una medialuna para el grandote. Aunque esta vez, no estaba Hernán, el mozo. El pedido fue tomado por una chica, a la que nunca habían visto, quién aclaró que Hernán se había tomado toda la semana porque tenía que entregar unas llaves, algo así quiso decir. No se entendió muy bien, pero tampoco era relevante indagar sobre el tema.

“Hoy podrían haber suspendido todos los vuelos y nadie se quejaba. El viento hubiese sido un argumento válido”, tiró Gastón sobre la mesa, para romper el hielo. “¡Todos los argumentos de los compañeros son válidos!”, exclamó el flaco, sin poder contener la verborragia de sus genes. Aunque ha cambiado varias veces de partido, todos saben que sus genes llevan los dedos en ‘v’. “Que se los expongan a los colombianos, cuando sean los nuevos dueños”, retrucó Gastón. “Casi no quedan colombianos. El grupo empresario es de capitales británicos y todos sabemos que aún tiene participación uno que anda dando vueltas hace rato pidiendo voz y voto”, dijo por lo bajo el grandote, mientras se engullía la medialuna.

“Por un lado mejor, mirá si también son indios. Suficiente con los remedios. Resulta que ahora vamos a tener que encomendarnos a Brahma, Vishnu y Shiva cuando tomemos las tres dosis de Azitromicina”, bromeó el flaco. “Mientras no nos vendan humo”, se esperanzó Gastón. “No, otra vez no”, dijo en un suspiro el grandote. “Me acuerdo cuando tu amigo ‘el impulsivo’ anunció que venían los indios a poner su mega fábrica de lentes de contacto. Fue puro humo. Como las casas chinas, el teleférico, el monorriel y el subte”, agregó. 

“Parece que esta vez no será así. Hasta tienen sacada la cuenta de lo que nos vamos a ahorrar. Hablan de 700 mil dólares”, aclaró el innombrable. “¿Con o sin inflador?”, arremetió el flaco.

“Hay que buscar precios amigos, como hace la florcita para comprar vehículos. Por el precio de cuatro camionetas cero kilómetro, compró un minibús, una ambulancia ¡y las cuatro camionetas! Quiero ir a ese concesionario”, pidió Gastón con las manos en posición de súplica. “Mejor no vayas o esperá a que se aclare el lío”, le recomendó el grandote y añadió más desconcierto: “No aparece el llamado a licitación por ningún lado. Solo está el de la ambulancia. Hay expedientes divididos y no está claro a quién se las compraron ni por qué tan buen precio”. “Nada les viene bien”, reflexionó el flaco. “Si alguien compra caro, se quejan. Ahora que se consiguen buenos precios, también se quejan”, lamentó.

Mientras tanto, el innombrable permanecía casi ajeno a la charla. Con la mirada en cualquier lado y los ojos movedizos, como si estuviera sacando cuentas en el aire. “Bajá, bajá. Y contá en que andás”, le reclamó Gastón. “¿No me digas que estás con tu amigo ‘luisito Top Gun’ buscando precios de submarinos?”, preguntó el grandote. “Ya los tiene, con pago ahora y entrega a siete años. Pero ‘No hay plata’, ya lo dijo su jefe”, añadió leña al fuego Gastón y dejándosela servida al flaco, quién rápidamente retrucó: “Para esto, parece que sí hay plata. Varios miles de millones de dólares se necesitan. Y no solo submarinos, sino también aviones, buques y armas”. “Que vaya a la concesionaria de florcita”, recomendó el grandote. “Bien pensado”, dijo picante el flaco y siguió redoblando la apuesta: “En tal caso, si quiere buen precio en armas, acá en Mendoza se consiguen. Cualquier perejil anda ‘enfierrado’ en la calle. Te roban una mochila a punta de pistola y el arma sale más cara que el botín. Aunque muchos ‘chumbos’ son alquilados. ‘XXX’ debe saber (refiriéndose al innombrable), los conseguís en grupos de Telegram Solo falta que armen una app de delivery”.

“No muchachos, ni una cosa ni la otra”, al fin habló el innombrable. “Nos están faltando chilenos”, aclaró oscureciendo. La cara de sorpresa, duda y desconfianza (todo mezclado) de sus contertulios, lo llevó a tomar aire y detallar a qué se refería. “La cosa es así. Todos los días, Gendarmería informa la cantidad de personas que cruzan desde y hacia Mendoza o Chile por el Túnel Cristo Redentor. Podés inferir, con esos datos, como viene un fin de semana como éste en materia turística, que es triple XL para los chilenos. Pero, además, tenés los datos de Migraciones, que detallan el número de Gendarmería y te suman los que ingresan por Aeropuerto. En cifras redondas, nos están faltando más de 5 mil chilenos. La ocupación hotelera apenas llega al 60 por ciento y los empresarios del rubro están con la cara larga, o por lo menos, eso es lo que dejan ver”.

“¿Adónde se fueron?”, preguntó el flaco. “Tal vez, Mendoza se convirtió en lugar de paso hacia otro destino”, sembró la duda Gastón. “Probablemente, vienen todos a casas de parientes”, reflexionó el grandote. 

“¡Hernán! ¡Las llaves!”, exclamó el innombrable. “Obvio, las llaves. Encontramos a los chilenos”, dijimos todos (incluido éste humilde relator) y los muchachos llevaron la charla para cualquier lado. Tan así, que no vale pena contarles.