Analistas Por Antonio Ginart

IMPSA: una lección de incoherencia estatal

Ahora resulta que los mismos que se pusieron la camiseta de estatizadores están diciendo que lo mejor es privatizarla. ¡Todos liberales ahora!

Viernes, 5 de Julio de 2024

Vamos a hablar clarito y sin vueltas sobre el sainete de IMPSA, esa empresa que es un ejemplo perfecto de cómo se maneja el Estado con los negocios en Argentina. Porque si hay algo que parece no cambiar nunca en este país es la capacidad de dar vuelta el discurso como una tortilla según convenga.

Hace un par de años, IMPSA estaba en la lona. La empresa, que supo ser un orgullo de Mendoza, estaba al borde del abismo. ¿Y quién apareció como el salvador de último momento? ¡El Estado, por supuesto! Ahí estaban, con el pecho inflado, hablando de cómo la intervención estatal iba a salvar a IMPSA y a miles de puestos de trabajo. Porque, claro, en ese momento, todo era fiesta y alegría con la estatización.

Pero, oh sorpresa, ahora resulta que los mismos que se pusieron la camiseta de estatizadores están diciendo que lo mejor es privatizarla. ¡Todos liberales ahora! El Estado, que hace dos años era el gran héroe, ahora dice que la lucha antigranizo no funciona y que la intervención en IMPSA fue un error. ¡Cómo cambian las cosas, eh!

MDN
Otros tiempos: Suárez, Fernández y Kulfas pasean por IMPSA. 

Recordemos un poquito la historia: IMPSA, esa joya de la corona mendocina, empezó a decaer cuando se metió el Estado. Lo dice bien clarito Alfredo Cornejo: “IMPSA empezó a decaer cuando se metió el Estado” . Y ahora, los mismos que intervinieron, los mismos que dijeron que la solución era meter la mano estatal, están criticando esa intervención.

Y mientras tanto, el dueño de IMPSA sigue con sus negocios, tan campante. Empresas que quiebran, dueños que siguen siendo millonarios. IMPSA fue rescatada, sí, pero no para todos. El dueño sigue adelante con otras unidades de negocios, mientras los empleados y el Estado cargan con el peso de una empresa que nunca termina de despegar.

Ahora, nos encontramos en esta situación ridícula: el Estado, que ayudó a pagar sueldos, incluso antes de la pandemia y luego rescató a IMPSA de la quiebra, ahora se da cuenta de que metió la pata. Es como si hubieran estado jugando a ser empresarios con el dinero de todos nosotros, y ahora, con cara de póker, nos dicen que lo mejor es privatizar.

¿Dónde queda la coherencia en todo esto? ¿En qué momento pasamos de la intervención estatal como solución mágica a la privatización como único camino? Parece que, al final del día, todo depende de cómo sopla el viento de la política. Y mientras tanto, los de siempre, los laburantes, siguen en la incertidumbre, viendo cómo sus vidas son un vaivén según las decisiones de unos pocos poderosos.

Así estamos. En un país donde el discurso cambia según la conveniencia del momento y donde los responsables nunca pagan las consecuencias de sus errores. Porque al final del día, la estatización o la privatización no son más que palabras vacías si detrás no hay una verdadera intención de mejorar la situación del país y de su gente.