¿Hasta cuándo vamos a seguir bancándonos la avivada de unos pocos que remarcan "por las dudas" y te cobran cualquier cosa, mientras al lado el mismo producto vale la mitad. o menos? Porque ya no es inflación, es abuso. Y no lo digo yo, lo dicen los números. Según un relevamiento las diferencias de precios entre comercios pueden superar el 400%. Lo que te sale $1.000 en un lado, puede costarte $5.000 en otro. Y no estamos hablando de lujos, estamos hablando de alimentos básicos, de productos de higiene, de cosas que la gente necesita todos los días.
Esta disparidad no es nueva, pero parece haberse reactivado con fuerza en los últimos meses. Y no hay explicación lógica más allá de la especulación o la deslealtad comercial. Algunos formadores de precios, distribuidores y comerciantes directamente están jugando con el bolsillo de la gente. No es que sube el dólar, ni que faltan productos. Es que muchos siguen remarcando "por si acaso", aunque el "por si acaso" nunca llegue. Y el problema es que eso desestabiliza todo. Porque después el que vende más barato termina subiendo también, para no "quedarse atrás". Y el círculo vicioso vuelve a empezar.
Lo peor es que en muchos casos el propio consumidor se confunde. ¿Cuál es el precio justo? ¿Cuál es el real? ¿Dónde me están estafando y dónde no? Porque si un sachet de leche puede valer desde $650 hasta más de $1.900, ¿cómo hacés para planificar una compra? ¿Cómo hacés para armar una lista del súper, cuando te puede cambiar el total por el triple dependiendo del lugar?
Es cierto que hay libertad de precios y que cada uno cobra lo que quiere. Pero también tiene que haber responsabilidad. Tiene que haber un mínimo de cordura, un límite ético. No todo vale lo mismo, pero lo mismo no puede valer cualquier cosa. Porque eso no es libertad, eso es anarquía de mercado. Y al final, los que siempre pierden son los mismos: el laburante, el jubilado, el que cobra en pesos fijos y se encuentra con precios que cambian todos los días, sin ningún criterio.
Acá hace falta más competencia real, más transparencia y sobre todo más conciencia. Porque si vamos a vivir en un sistema de precios libres, primero tienen que ser precios justos. Y si no lo son, que alguien los controle. Porque en este contexto, la verdadera inflación no es solo la que mide el INDEC, sino la que nos meten en el ticket sin razón alguna. Y eso, aunque no salga en los titulares, duele igual o más.