Empresas como Google y Apple creen que el enfoque actual prioriza la mitigación de riesgos sobre la promoción del desarrollo, y esto podría comprometer la competitividad.
La Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea (UE), considerada una de las regulaciones más ambiciosas a nivel mundial sobre el uso ético y seguro de esta tecnología, tiene enemigos.
A pocas semanas de que entre en vigor, a partir del 2 de agosto, las principales empresas tecnológicas y varios líderes políticos europeos exigieron una pausa en su implementación, al alegar incertidumbre jurídica, riesgos para la innovación y falta de claridad en aspectos fundamentales.
El principal foco de presión proviene de la Asociación de la Industria de la Computación y las Comunicaciones (CCIA) Europa, que representa a gigantes como Alphabet (Google), Apple y Meta.
Este grupo sostiene que muchas de las reglas que se mencionan en la Ley están sin definir, lo que crea un entorno incierto para el desarrollo tecnológico, y esto podría hacer que se frenen muchos proyectos relacionados con esta tecnología.
Para los líderes de las grandes empresas tecnológicas, el enfoque actual prioriza la mitigación de riesgos sobre la promoción del desarrollo, y esto podría comprometer la competitividad y la soberanía tecnológica europea.
Entre los puntos más polémicos figuran las exigencias sobre inteligencia artificial generativa, como la obligación de etiquetar contenido creado con IA, distinguir deepfakes, prevenir la generación de material ilegal y transparentar el uso de datos protegidos por derechos de autor en el entrenamiento de modelos.
Estas normas generaron inquietud en la industria por sus posibles costos de cumplimiento, ambigüedad legal y riesgos de responsabilidad desproporcionados.
A pesar de esta presión creciente, desde Bruselas insisten en que la Ley seguirá adelante. La comisaria Henna Virkkunen aseguró que la aplicación será muy favorable a la innovación y que las preocupaciones de las partes interesadas están siendo consideradas.
El choque entre regulación y desarrollo tecnológico no es nuevo, pero el caso europeo podría marcar un precedente global. Mientras tanto, la cuenta regresiva hacia el 2 de agosto sigue en pie.
¿Es posible que un gobierno, un grupo de poder o incluso un solo individuo, pueda desconectar la Red? ¿Qué tan cerca estamos de ese escenario?