Las investigaciones más recientes en gerociencia revelan que pequeños cambios en la rutina diaria pueden tener un impacto profundo en el bienestar a largo plazo.
José Viña, uno de los mayores referentes mundiales en longevidad saludable, no promete inmortalidad. Pero sí asegura, con décadas de investigación encima, que la forma en que vivimos impacta directamente en cómo envejecemos. "Ya estamos en el camino de retrasar e incluso revertir la aparición de daños asociados al envejecimiento", afirma.
Desde su laboratorio en la Universidad de Valencia, Viña lidera investigaciones pioneras en envejecimiento saludable, fragilidad y prevención del alzhéimer. También dirige la Cátedra de Gerociencia de la Universidad Católica San Antonio de Murcia.
"Cuidarse no es un acto de egoísmo, es una forma de altruismo. Si uno no se cuida, alguien más tendrá que hacerlo", sostiene el especialista.
Lejos de las fórmulas mágicas, Viña identifica cuatro pilares fundamentales para una longevidad saludable:
Además, destaca el valor de las actitudes emocionales positivas. "Las personas agradecidas viven más. La gratitud, la empatía y el contacto humano protegen frente al estrés crónico", dice.
Aunque la esperanza de vida aumentó en las últimas décadas, Viña advierte que la calidad de vida no necesariamente acompaña ese incremento. Hoy, muchas enfermedades crónicas se presentan antes. ¿La causa? Un combo peligroso: mal manejo del estrés, sedentarismo y exposición constante a contaminantes.
"La contaminación por plásticos, gases y hasta la lumínica altera nuestros sistemas a niveles sutiles pero sostenidos. Eso, sumado al estrés crónico, envejece más rápido al organismo", advierte el investigador.
También pone foco en los cambios sociales: "El individualismo extremo y la falta de comunidad nos aíslan. Salimos a la calle como hormigas, sin contacto humano. Y eso no solo afecta el ánimo: también acorta la vida".
Aunque algunos estudios sugieren que podríamos alcanzar edades récord, Viña es cauto. "La longevidad máxima humana ronda los 110 a 118 años. No creo que lleguemos pronto a los 150. Pero sí podemos aspirar a llegar a los 90 o 100 con independencia y buena salud", asegura.
Uno de los avances más prometedores, explica, es la medición de la edad biológica a través del reloj epigenético, que analiza la metilación del ADN. "Nos permite saber si alguien tiene 60 años biológicos aunque cronológicamente tenga 70, o viceversa. Eso cambia todo: podemos intervenir antes", dice.
Viña insiste en que el mayor avance será entender cómo retrasar la fragilidad cognitiva, etapa previa al Alzheimer. Su equipo trabaja en eso: "La prevención es lo único que tiene sentido hoy frente a enfermedades neurodegenerativas".
También pone foco en los cambios sociales: "El individualismo extremo y la falta de comunidad nos aíslan. Salimos a la calle como hormigas, sin contacto humano. Y eso no solo afecta el ánimo: también acorta la vida".
Aunque algunos estudios sugieren que podríamos alcanzar edades récord, Viña es cauto. "La longevidad máxima humana ronda los 110 a 118 años. No creo que lleguemos pronto a los 150. Pero sí podemos aspirar a llegar a los 90 o 100 con independencia y buena salud", asegura.