Se trata de una de las anécdotas más bizarras de los últimos años. ¿Qué pasó después?
En Piso de soltero (The Apartment), “Bud” Baxter, el personaje que interpreta Jack Lemmon, les presta su habitación a sus jefes para que estos tengan relaciones sexuales con sus amantes. Les da la llave, ellos van, hacen lo suyo y vuelven a sus hogares. El de Billy Wilder es sin dudas uno de los films de época de fiestas más bellos de la historia.
La anécdota que tienen para contar Justine Smith y Francisco Peres recuerda al clásico de Hollywood. Sí, sucedió en año nuevo, implicó a extraños teniendo sexo en su casa y terminó bien.
Pero, nobleza obliga, vale centrarnos en las grandes diferencias entre ambas historias. Diferencias que alejan la travesía de los canadienses de lo que sucede en la película de Wilder y la acercan a una comedia que podría haber sido llevada al cine por Seth Rogen y compañía.
Justine Smith y Francisco Peres.
Terminaba el 2015. Justine y Francisco decidieron casarse en Nochevieja y celebrarlo de modo austero con no más de veinte invitados. El plan era reunirse con sus amigos y familiares más cercanos y regresar a su casa de Montreal para vivir una noche de bodas sin tantos lujos.
Un pequeño detalle empezó a empañar su año nuevo: se olvidaron de desactivar la opción de “reservar” en la publicación de su departamento en Airbnb. Como ya había una persona alquilando su casa no querían más intrusos en su noche especial.
La ley de Murphy. El futuro matrimonio recibió una llamada poco tiempo antes de casarse: era una pareja de jóvenes de no más de veinte años de Ottawa que necesitaba alojamiento en vísperas de año nuevo y habían visto su aviso en Airbnb. “Prometemos que vamos a estar muy tranquilos”, les aseguraron.
Smith al principio no quiso saber nada, pero después de hablarlo con Francisco ambos convinieron en que no podía ser tan grave. Al fin y al cabo necesitaban el dinero. Los nuevos inquilinos se presentaron, se acomodaron y, voilá, caso cerrado.
El día de sellar el amor llegó. La pareja salió a su boda, celebró tranquilamente, el año cambió y los dos volvieron a su casa temprano -a eso de las dos y media de la madrugada-, dispuestos a pasar una buena velada íntima.
Smith y Peres abrieron la puerta de su casa con la ilusión de volar a su habitación y reconfirmar su amor. Se les hizo difícil: adentro no había nadie, pero todo era un caos. La única forma de llegar a su cuarto de modo veloz era mediante la teletransportación.
Evidentemente, los nuevos inquilinos festejaron en su hogar de paso y salieron al centro de la ciudad para seguir haciéndolo y recibir el año en el exterior. Tras superar los obstáculos propios de un desorden monumental, los recién casados lograron entrar a su lecho.
Se desconoce qué sucedió en el lapso temporal entre que Justine y Francisco ingresaron a su cuarto y los inquilinos regresaron a la casa.
La sala de estar del matrimonio
Envueltos en las sábanas de su cama, el matrimonio oyó que los jovencitos por fin volvieron. ¿Dónde habían ido? No sabían, pero rezaban para que se mantuvieran en calma.
Como sabrán, eso no sucedió. Fue todo lo contrario. El primer ruido poco ortodoxo que oyeron tuvo que ver con algunas esnifadas. Debatieron en voz baja si decirles algo o no y llegaron a la conclusión de que lo mejor sería no advertirles nada. Prefirieron dejarlo pasar. Creían que no valía la pena la molestia.
El siguiente ruido los asustó un poco: más personas entraron a su casa. Y estos no habían pagado. Eran, por lo menos, tres desconocidos que se asentaron en la sala de estar junto a los dos inquilinos.
El nuevo sonido que preponderó les hizo dar cuenta de que la escena que sucedía fuera de cuadro y solo era construida en sus mentes por acción de las ondas sonoras era de suma lujuria. Ahora no solo los escuchaban aspirar cocaína: podían oírlos teniendo sexo.
Lo que llevamos de historia ya se diferencia en demasía con Piso de soltero. Por un lado, Justine y Francisco no le prestaron a nadie su departamento para que lo usaran de albergue transitorio; por el otro, en la película no hay rastros de drogas que se aspiran. Eso sí: el matrimonio estaba cobrando por la estadía de los inquilinos en su departamento.
El nuevo debate que tuvieron debajo de las sábanas fue similar al que los desveló cuando escucharon las primeras esnifadas. ¿Valía la pena decirles que interrumpieran su acto sexual? Todo se oía muy bajo y el sofá de la sala de estar podía aguantar. Decisión tomada: que hagan lo suyo.
Pasó la noche de bodas. Se hicieron las ocho y media de la mañana y Justine se levantó recién casada a ver qué había sucedido en el living.
Nuevamente, Justine y Francisco. ¡Qué noche de bodas!
El escenario no era digno de Piso de soltero, era digno de Apocalypse Now.
El desorden era lo de menos. Lo primero que le llamó la atención, aquel detalle que capturó su mirada más intensa, fue la presencia de dos desconocidos tirados en los sillones del living. Estaban desnudos y completamente dormidos.
Smith los despertó. Ellos le preguntaron quién era y le desearon feliz año nuevo. Alrededor había bolsas de cocaína.
El siguiente destino: la habitación de los huéspedes. Allí estaban acostados los inquilinos junto a una persona más. La alfombra del cuarto daba signos de que sobre ella habían ocurrido cosas. El principal: una mancha de semen.
“Las cosas se nos salieron de control”, les dijeron los jóvenes veinteañeros a los dueños del lugar. Justine y Francisco aún no saben si los desconocidos eran allegados a los inquilinos o si eran gente que estos conocieron en año nuevo. Todo parecía indicar que nada fue planeado…
Como buenos huéspedes, la pareja se ofreció a limpiar y a arreglar las cosas que habían roto. Su trabajo fue bueno, sin limpieza profunda, pero digno. Se las arreglaron con la suciedad más superficial, sacaron la basura y acomodaron los muebles. Los recién casados quedaron conformes.
Antes de irse, los inquilinos les dijeron a Justine y a Francisco: “Perdón por ser tan malos invitados. No tenemos excusas para nuestro comportamiento. Honestamente, estábamos jodidos. ¡Felicitaciones por tu boda!".
Los jóvenes de propina les regalaron a Smith y a Peres una historia para contar similar a una buena secuencia cómica de película hollywoodense… y cinco estrellas en Airbnb