Politica La vida de Larreta

El hombre que está en campaña desde la cuna

Un legado familiar bicentenario fue el telón de fondo de las creencias de ese chico criado en cuna holgada y politizada de Libertador y Coronel Díaz y del sueño de futuro político que se presentó casi como destino.

Sabado, 12 de Agosto de 2023

Horacio Rodríguez Larreta nació con dos certezas. La primera, que su vocación era la política. La segunda, que alguna vez sería presidente de la nación. Un legado familiar bicentenario fue el telón de fondo de las creencias de ese chico criado en cuna holgada y politizada de Libertador y Coronel Díaz y del sueño de futuro político que se presentó casi como destino. En esos dos aspectos clave de su vida política, Larreta es, en principio, un heredero.

“Heredé de mi padre la vocación política”, suele contar. “Siento que nunca tuve que tomar decisiones en la vida. Siempre me guió la vocación”, analizó hace poco. “A los 6 años ya decía que quería ser presidente”, precisa. En este 2023, Larreta, a sus 57 años, busca hacer de esa visión una realidad. De darse, sería el Rodríguez Larreta que más lejos llega en la vida pública aprovechando las oportunidades con las que nació en su hogar. Es decir, cumplió con todas las expectativas de su sector social, y quiere llevarlas más allá.

Su biografía política ofrece una acumulación de aristocracias de distintas vertientes: la aristocracia político-intelectual de padre frondizista secuestrado por la última dictadura; una madre emparentada con esa suerte de aristocracia artística del Clan Stivel, el grupo destacadísimo de actores dirigidos por David Stivel en los 60 y principios de los 70 y luego ya en democracia; y una genealogía que lo conecta con prohombres de la Argentina decimonónica.

Como su padre Horacio Rodríguez Larreta Leloir, que murió en 2004 a los 69 años, fue a la Escuela Argentina Modelo. Promoción 1951 uno, 1983 el otro. Ahí hizo la primaria y la secundaria. Como su padre, que fue presidente del Racing Club de Avellaneda entre 1977 y 1978, Larreta hijo se hizo hincha de “la Academia” y hace política con el fútbol, aunque en menor grado comparado con algunos de sus socios. Como su padre, marchó al exterior a seguir un posgrado: Larreta padre era politólogo y estudió Ciencia Política en la Sorbonne, en Francia; Larreta hijo se instaló en Boston en 1992 para hacer un MBA. Como su padre, que se acercó a la gestión de Arturo Frondizi y al Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), Larreta hijo concibió la política, sobre todo, desde la economía política y la gestión de los recursos del Estado. Siguiendo los pasos de su padre que se sumó a la presidencia de Carlos Menem como subsecretario de Privatizaciones y jefe de asesores del ministro de Defensa Oscar Camilión, otro desarrollista, Larreta hijo desembarcó del avión que lo traía de Harvard en 1993 y fue directo a ocupar el cargo de subsecretario de Inversiones en el ministerio de Domingo Cavallo.

En la Argentina Modelo, Larreta fue al turno mañana, que en esa época era el de los buenos alumnos. En el secundario, no se llevaba materias y tenía un promedio mayor de 8: en aquel colegio, con eso alcanzaba para la Medalla de Oro. En los recreos, jugaba al fútbol 4. “Horacio no era hábil, pero era tenaz, como lo es en política”, lo define un compañero de colegio.

La Argentina Modelo no fue un hito en su formación política pero sí le permitió consolidar una red de amistades y vínculos. Allí había terminado el secundario Enrique “Coti” Nosiglia muchos años antes, hoy socio político de Larreta en la Ciudad: las vueltas de la vida. Federico Pinedo es otro exalumno. Torcuato y Guido Di Tella habían hecho parte de su educación en ese colegio. A algunos los incomodaban los aires que se respiraban en esas aulas, un sesgo católico, nacionalista y conservador. La militancia política estudiantil era inconcebible. Si había una militancia era el antiperonismo y el antiradicalismo. Una decena de exalumnos y profesores de la Argentina Modelo habían sido ministros, secretarios y asesores en la dictadura de Juan Carlos Onganía.

La zona de influencia del colegio entrecruzaba a chicos de Barrio Norte, Recoleta o Palermo Chico, como se llamaba entonces a Barrio Parque. El adolescente Larreta creció en ese clima que, en un punto, no desafió. Su posición contra la legalización del aborto es resultado de esa historia familiar y educativa.

Esa sociología se consolidaba en torno a burbujas interconectadas. Larreta las recorrió a todas: ahí se educó, ahí hizo amigos y ahí conoció a su futura esposa, Bárbara Diez de Tejada Benítez, por entonces una alumna del Colegio Sworn.

Había vasos comunicantes entre la Argentina Modelo y el Cardenal Newman, donde Larreta hizo grandes amigos. Alfonso Prat-Gay, ministro de Hacienda en la presidencia de Mauricio Macri y José Torello, íntimo de Macri, hoy senador por Pro, estaban entre ellos. También frecuentaban los mismos clubes. El Golf Club Argentino, sobre la Ruta 8, “el Argentino”, era lugar de encuentro obligado. O el potrero dispuesto en un baldío en pleno Barrio Parque, “el campito”, que Amalia Fortabat cedió para que su nieto mimado, Alejandro “Alex” Bengolea, íntimo de Larreta, ya fallecido, se entretuviera con sus amigos.

Para su carrera universitaria, eligió la universidad pública: fue su primer gesto de independencia de los hábitos de su grupo. Eligió la UBA, la Facultad de Ciencias Económicas, de donde se graduó de Licenciado en Economía en 1988. “Económicas de la UBA en esos años fue un golazo. Estaban todos los economistas estrella”, recuerda. Tuvo como compañeros de estudio a Luis “Toto” Caputo, que venía del Newman, y a Mario Quintana. Se hicieron amigos y, en 2015, fueron figuras clave en la presidencia de Macri: Caputo, como presidente del Banco Central y ministro de Finanzas, y Quintana, como secretario de Coordinación Interministerial. En 2016, Quintana sería el padrino de Serena, hija menor de Larreta.

Para aplicar a la Harvard Business School en 1992, presentó cartas de recomendación cuyas copias todavía guarda. Cuando le tocó dar el Gmat, el exigente examen de ingreso a las escuelas de negocios, alcanzó el percentil 98, es decir, apenas un 2 por ciento de los postulantes superaban su puntaje. “Horacio no sabía mucho inglés pero le sacó la ficha a la lógica del examen”, cuenta un amigo de la infancia. Aplicó a siete universidades; lo aceptaron las siete. Estaba entre Stanford y Harvard, optó por Harvard.

En noviembre de 2000, Larreta se casó con Bárbara Diez, que todavía no había empezado su camino de wedding planner. Diez era una traductora técnico científica y literaria: por ese trabajo se encontró con Larreta, que le dio un libro para traducir. Diez se lo criticó. Larreta se enganchó.

Su propia boda fue el primer paso de Diez como wedding planner, que había organizado su casamiento, tradicional, para el invierno de ese año: tuvieron que postergarlo por compromisos políticos del novio. En noviembre, finalmente se casaron. Diez decidió romper tradiciones: aire libre, campo, violinistas, ciervos, perfil bajo, a la caída del sol. Se casaron a la hora del té, nada de papitas noisette ni mesas redondas con centros florales. Iglesia y luego, fiesta en Luján, en una estancia cuando todavía no era moda. Diez calculó la hora exacta en que la caída del sol coincidiría con el festejo: chequeó en internet el promedio de horas de caídas del sol en ese lugar en los últimos 50 años, y lo logró. El clima la acompañó: llovió a la mañana; paró por la tarde; ni mucho frío ni mucho calor.

Juntos formaron una familia de tres hijas, Paloma (21), Serena (7) y Manuela Calderón (27), hija de Diez y su anterior pareja. La carrera política de Larreta y la carrera empresarial de Diez se consolidaron en paralelo.

En diciembre de 2020, a poco de cumplir 20 años de casados, en plena pandemia, el matrimonio se distanció y llegó la separación que derivó en una crisis expuesta públicamente. Y en sentencia de divorcio hace pocas semanas.

A Larreta, el carisma le es esquivo. En los momentos más humanos, le cuesta encontrar el tono justo. Por ejemplo, la ruptura de su matrimonio disparó polémicas: Diez canalizó su dolor sin vueltas por redes sociales; Larreta prefirió el silencio. O la separación de sus padres cuando tenía 7 años: en medio de un entorno social de familias tradicionales, su madre, María Cristina Díaz Alberdi (83), fue la que se mudó de su hogar. Un Horacio niño y sus dos hermanos quedaron viviendo con un padre absorto en su vida política y en su nueva etapa de hombre solo. En público, Larreta minimiza aquel cimbronazo emocional: “Vivíamos cerca, nos veíamos siempre, comíamos todos los domingos”, le dijo a Julio Leiva sobre la relación con su mamá.

El año pasado, en octubre, en una estrategia de comunicación muy calculada, Larreta confirmó su relación con su nueva pareja, Milagros Maylin (37), exalumna de otro colegio bilingüe, con bachillerato internacional, tradicionalmente de mujeres, el Saint Catherine´s Moorland School. Maylin tiene un MBA por el IAE y es Magna Cum Laude, uno de los mejores promedios. Es también Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Austral. “Me enamoré y estoy muy feliz”, sintetizó Larreta en las pantallas de televisión.

Durante 10 años, hasta 2015, Maylin trabajó en el ámbito privado. Después ocupó posiciones en el Gobierno de la Ciudad y en provincia de Buenos Aires, siempre en áreas de desarrollo social y tercera edad. En diciembre pasado renunció para sumarse a la campaña de Larreta.

La veta de mayor plasticidad emocional viene del lado artístico de la familia. Su madre formó pareja con el actor y director de teatro Emilio Alfaro, del Clan Stivel, ya fallecido. Para Larreta, Alfaro fue familia. De ese matrimonio de su madre, Larreta tiene una hermana, la menor, Ximena Vallarino (45). Norma Aleandro, también del Clan Stivel, es íntima de su madre. De adolescente, Larreta asistía fascinado a esa bohemia que volvía a la vida con el regreso de la democracia. Su tío Augusto Larreta, actor, periodista y sacerdote que luego dejó los hábitos, fue otra influencia. Tuvo papeles en más de 20 películas, desde La historia oficial y No habrá más penas ni olvido hasta Te rompo el rating, con Jorge Porcel.

El único de los hermanos Larreta que cultiva el costado artístico es Mariano (54), “payamédico,” animador y acompañante de pacientes oncológicos. Augusto (55), en cambio, es operador clave en el armado político de su hermano Horacio. Despuntó sus dotes de lobbysta en los 90 en el ministerio de Camilión, donde trabajaba su padre. Luego se ganó un lugar en el ministerio de Economía de Roque Fernández. Más tarde fue asesor de Eduardo Elsztain, de Irsa, con intereses inmobiliarios en la CABA.

DISTANCIADOS. Macri fue el jefe político de Larreta y juntos protagonizaron sucesivos triunfos en la ciudad de Buenos Aires; este año el vínculo se tensó y el expresidente se expresa más cerca de las propuestas de Patricia Bullrich en la interna

Por un lado, está la genealogía patricia, extensísima, de la que Larreta no suele hablar. El linaje arranca en 1832, con el casamiento del comerciante uruguayo Francisco Antonio Rodríguez y la peruana Manuela Larreta. Entre sus ancestros está el uruguayo Manuel Oribe, presidente de Uruguay en la primera mitad del siglo XIX y fundador del Partido Nacional. Un tío abuelo, otro Horacio Rodríguez Larreta, procurador general de la nación nombrado por el presidente Alvear, acompañó a la Corte Suprema en su apoyo al golpe de Estado contra Hipólito Yrigoyen en 1930. Su bisabuelo fue ministro de Relaciones Exteriores en la presidencia de Quintana, y antes ministro de Interior en la presidencia de Figueroa Alcorta a principios del siglo XIX. Su otro bisabuelo, Antonio Leloir, era el dueño de tierras hoy conocidas como Parque Leloir. Esa rama familiar dejó una herencia considerable que mejoró el pasar de Rodríguez Larreta padre y su familia. La actividad agropecuaria que desarrollan hoy los hermanos Larreta arrancó con aquel patrimonio.

Del otro lado, está la trama de poder que aportó Rodríguez Larreta padre a partir de su frondizismo. Con apenas 24 años, se sumó a colaborar en la Cancillería en la presidencia de Frondizi. Fue parte de una camada de jóvenes bien formados y entusiasmados con el proyecto desarrollista. Los tentó la visión modernizadora e industrialista de la Unión Cívica Radical Intransigente, la UCRI, que luego dio origen al MID. El acercamiento al peronismo fue un rasgo distintivo de ese proyecto. En ese escenario, Larreta padre incorporó la gimnasia del diálogo con sectores diversos y practicaba una especie de dandismo social que le permitía dialogar con Montoneros, con el Che y con su entorno. Larreta hijo absorbió esa influencia en la casa familiar que funcionaba como epicentro de las reuniones políticas. “Yo me quedaba paradito y escuchaba”, describe.

Larreta suele rescatar tres momentos que lo marcaron como político adulto. Primero, el rol que le reconoce en las negociaciones que culminaron con el encuentro entre el Che Guevara, ministro de Industria de la Revolución Cubana en ese momento, y el presidente Frondizi en Buenos Aires. Guevara había llegado a Punta del Este para asistir a una reunión de la OEA y Larreta padre viajó hasta allí para organizar la movida. La reunión se concretó en la Quinta de Olivos el 18 de agosto de 1961. Era un momento tenso de la geopolítica global, y la Revolución Cubana de 1959 era uno de los hechos que había cambiado el tablero.

Otro dato significativo, que a Larreta le interesa subrayar, es el casamiento de sus padres y el nombre del cura que los casó, Carlos Mugica, el cura villero que integró el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, mantuvo diálogo fluido con Montoneros pero condenó la lucha armada y fue asesinado por la Triple A en 1974. Mugica bautizó a los tres hermanos Larreta. El padre de Mugica había sido ministro en la presidencia de Frondizi.

El otro momento clave para Larreta es el secuestro de su padre el 3 abril de 1977, en plena dictadura. Estuvo 10 días desaparecido, detenido en el Pozo de Banfield, hasta donde pudieron reconstruir, el centro clandestino de detención que dependía del general Ramón Camps y el comisario Miguel Etchecolatz.

“Lo agarraron y, literalmente, se lo llevaron en un Falcon verde. Y desapareció”, contó. “A los 12 años uno entiende todo. Sentí que perdí a mi papá”, reconstruyó. Larreta padre apareció con vida gracias a su condición de presidente de Racing.

Con la insistencia en esos tres hitos biográficos, Larreta matiza su identidad social y se inscribe en una tradición progresista. Como en cuentagotas, a lo largo de los años va soltando episodios en un esfuerzo por encontrar la carnadura humana en una vida política que parece funcionar más como una máquina eficiente y aséptica. “Busca diferenciarse de Macri, el otro niño bien de la política”, interpreta un hombre de Pro

Fuente: La Nación