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La historia de la enfermera que cruzó campos minados para salvar vidas en la Segunda Guerra Mundial

Galina Petrova salvó a unos cuarenta hombres: marinos y oficiales en noches sin tregua.

Jueves, 4 de Diciembre de 2025

Mientras el mundo se deshacía bajo el estruendo de la Segunda Guerra Mundial, una joven enfermera del sur soviético encarnó un tipo de valentía que no buscaba aplausos ni gloria, sino simplemente salvar vidas. Galina Konstantinovna Petrova, integrante del batallón de infantería naval de la Flota del Mar Negro, se convirtió en una sombra que desafiaba a la muerte entre explosiones, un faro silencioso en medio del caos.

Cada herido que lograba rescatar era una victoria diminuta, pero vital; cada carrera hacia la zona de fuego, una demostración de su férrea voluntad de mantener con vida a quienes defendían la patria.

Un destino que cambió con la guerra

Galina nació el 9 de septiembre de 1920 en Nicolaiev, en una familia rusa que aún no imaginaba el futuro devastador que le esperaba al continente. Estudiosa y dedicada, se graduó de la secundaria con honores e ingresó en el Instituto de Ingeniería de Novocherkassk para estudiar Ingeniería Forestal. Su vida parecía encaminarse hacia la ciencia, la rutina y el futuro prometedor de una joven soviética común.

Pero la irrupción brutal de la Operación Barbarroja, el 22 de junio de 1941, lo cambió todo. Con las tropas alemanas arrasando el sur soviético, Galina comprendió que ya no había tiempo para aulas ni proyectos personales. Se formó como enfermera en cursos acelerados en Krasnodar y, sin dudarlo, se ofreció como voluntaria. Desde ese momento, su vida quedó ligada a los campos de batalla que ardían sin descanso.

Novorossiysk: la ciudad donde nació su coraje

En 1942, con solo 22 años, llegó a Novorossiysk, uno de los escenarios más crueles del frente sur. La ciudad había perdido sus calles, sus nombres y casi su identidad bajo los bombardeos constantes. Allí, entre hospitales improvisados y el rugido interminable de la artillería, Galina desarrolló su temple.

Sus manos, capaces de delicadeza aun en medio del horror, se movían entre camillas improvisadas, y cada decisión que tomaba podía significar la vida o la muerte.

Pero no quiso limitarse a trabajar detrás de las líneas. En el otoño de 1942 se unió al 386.º Batallón de Infantería Naval Independiente, decidido a defender el estratégico puerto de Novorossiysk. Para esos marineros endurecidos por la guerra, la llegada de aquella joven capaz de enfrentar el fuego enemigo sin retroceder se volvió un símbolo de humanidad y coraje.

Galina no solo atendía heridas: resistía, alentaba, inspiraba. Allí, entre explosiones, se convirtió en una leyenda silenciosa.

Kerch-Eltigen: la noche que definió su nombre

El otoño de 1943 colocó a la Unión Soviética en un punto crucial de la guerra. Crimea y la península de Kerch eran piezas estratégicas, y la operación Eltigen exigía un desembarco anfibio tan audaz como peligroso.

La noche del 1.º de noviembre de 1943, con el mar embravecido y las costas minadas, Galina cruzó el estrecho junto a los marinos. La resistencia alemana era brutal: alambres, minas, ametralladoras que no daban tregua. Pero ella avanzó igual, sin vacilar.

Esa noche, Petrova se transformó en algo más que una enfermera: se volvió una fuerza que desafiaba la muerte.

Corrió entre balas para rescatar heridos, arrastró cuerpos ensangrentados fuera del fuego enemigo y guió a los marineros a través de los obstáculos que parecían imposibles.

Salvó más de veinte vidas.

Su valentía emergió como un faro en el caos. Y por ese acto heroico, el 17 de noviembre de 1943, recibió el título de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin, la máxima distinción del país.

Tras la operación, Kerch seguía siendo un infierno. Las defensas soviéticas se sostenían a duras penas bajo los contraataques alemanes. Galina continuó entre trincheras y ruinas, cuidando a heridos, sosteniendo la moral de sus compañeros, sin detenerse a pensar en su propia seguridad.

El 4 de diciembre de 1943, mientras descansaba por primera vez en días dentro de un antiguo edificio escolar adaptado como hospital, un bombardeo alemán lo destruyó. El techo se derrumbó en segundos.

Galina murió allí, haciendo lo que había hecho desde el primer día: cuidar a otros.

Fue enterrada en el llamado "pueblo de los héroes" en Crimea, junto a quienes dieron su vida en la operación Kerch-Eltigen. Con el tiempo, calles, escuelas, placas y memoriales adoptaron su nombre, manteniendo viva su memoria.

La luz que la guerra no pudo apagar

Galina Petrova vivió apenas 23 años, pero su historia condensa un legado que trasciende la guerra: el de una joven que eligió la valentía cuando el mundo se desmoronaba, que cruzó campos minados para salvar vidas y que murió en un hospital bombardeado intentando proteger a otros.

Una historia que merece ser contada para que, incluso en medio de la oscuridad, la humanidad siga teniendo rostro.