Mendoza Editorial

Entre extremos: cuando Milei niega las desigualdades reales

Asociar a las personas homosexuales con crímenes tan aberrantes no solo carece de evidencia, sino que también fomenta discursos de odio en una sociedad ya fragmentada.

Viernes, 24 de Enero de 2025

Es difícil no sentirse incómodo con algunas declaraciones recientes del presidente Javier Milei en el Foro de Davos. Entre sus muchas frases polémicas, llamó a la ideología de género "abuso infantil" y afirmó que "la homosexualidad está directamente relacionada con la pedofilia". Estas palabras no solo son desinformadas, sino que perpetúan estereotipos dañinos. Asociar a las personas homosexuales con crímenes tan aberrantes no solo carece de evidencia, sino que también fomenta discursos de odio en una sociedad ya fragmentada.

Veamos los datos: según un informe de la UNICEF, la mayoría de los casos de abuso infantil no tienen relación alguna con la orientación sexual de los perpetradores, sino que ocurren en entornos familiares o cercanos, independientemente de la identidad sexual. Además, organismos internacionales como la OMS y la ONU han rechazado cualquier vínculo entre homosexualidad y pedofilia. Entonces, ¿por qué un presidente en un foro global recurre a prejuicios refutados por la evidencia?



Por otro lado, Milei también afirmó que "los femicidios son un invento del feminismo para victimizar a las mujeres" y que "la discriminación positiva genera más desigualdad". Esto ignora por completo la realidad que viven miles de mujeres en Argentina. Según datos de la Corte Suprema de Justicia, en 2023 se registraron 252 femicidios en el país, es decir, una mujer fue asesinada cada 35 horas. Hablar de estas cifras no es victimizar a nadie, es visibilizar un problema que necesita soluciones urgentes.
Es cierto que antes hubo excesos en algunas posturas ideológicas, pero ir al extremo opuesto tampoco es la solución. La violencia de género y la discriminación son problemas reales que afectan a miles de personas. Si el Estado no los reconoce, difícilmente podrá combatirlos.

En lugar de señalar con el dedo a colectivos enteros o desestimar décadas de luchas sociales, un presidente debería enfocarse en unir a la sociedad. No necesitamos más divisiones ni discursos que polaricen. Los extremos, como ya sabemos, nunca son buenos. Argentina necesita políticas equilibradas que reconozcan los problemas sin caer en prejuicios ni discursos simplistas.

La paz no nos hace débiles, como sugirió Milei en Davos; la negación de los problemas sí lo hace. Y si el presidente quiere ser recordado como un líder transformador, debería empezar por dejar atrás sus prejuicios y escuchar las voces que claman por igualdad y justicia.