La Provincia y la Ciudad deben marcar la diferencia y exhibir una oportuna reacción política, en el mejor sentido de la palabra, para que ningun niño sea obligado a ese especie de esclavitud que es el trabajo infantil
Según han relatado a la policía los encargados de los negocios, lo que más les llama la atención son las actitudes violentas que exhiben varios de estos chicos que suelen abalanzarse "como un banco de pirañas" contra los comensales y turistas para pedirles dinero. De no obtener lo buscado, amenazan. Hace unos días el guardia de seguridad de un local de comidas en calle Sarmiento casi Belgrano fue herido a pedradas en un ojo.
Los robos tipo piraña, que se vienen replicando en buena parte del país, son, por lo general, realizados por adolescentes y niños. En Córdoba hace unos días detuvieron a 15 jovencitos que, en banda, robaban celulares en el microcentro cordobés, cebados, dicho por ellos mismos, por el hecho de ser "inimputables".
En La Plata, cinco chicos de unos 10 años entraron "como una tromba" a una regalería y se alzaron con lo que estaba a mano. En la ciudad de Santa Fe unos menores se llevaron 10 bicicletas de la cochera de un edificio. Los casos se multiplican. Diversos diarios del país lo vienen registrando y hablan de "niños con prontuarios" por la cantidad de ilícitos cometidos por algunos de ellos.
El turismo gastronómico y de bebidas es uno de los ejes sobre los que giran las campañas publicitarias de esta provincia para atraer visitantes nacionales y extranjeros. Vinos, comidas y paisajes integran un trípode sobre el que se asienta, por ejemplo, la creciente llegada de turistas extranjeros, en particular brasileños. Pero es evidente que hay otra realidad, la del fondo de la casa: un paisaje profundo y no mostrado.
La otra faceta que inquieta es la vuelta de los cuidacoches informales a la zona de Arístides, un retorno favorecido por la eliminación de los tarjeteros oficiales y, claro, la falta de empleo genuino. Los tarjeteros de esa arteria serán suplantados por un nuevo sistema de control digital, que aún no se sabe cuándo empezará a funcionar. Dicho interregno ha sido cubierto de inmediato por personas que ganaron el espacio público ante la ausencia temporaria de normas claras.
Los "trapitos" fijan ahora sus propias tarifas en la Arístides, lo cual da paso para que retornen los conocidos problemas que se traducen en discusiones, amenazas y violencia física con los automovilistas que se niegan a pagar valores de hasta $3.000 por estacionar. El argumento se repite: quien intenta pasar un rato de esparcimientos termina discutiendo con personas con las que no ha pactado que le cuiden el auto, razón por la que piden que vuelva rápido el control oficial.
Los dos sucesos referidos en Mendoza son una señal de alerta tanto para el gobierno provincial como para el municipio de la Ciudad porque el fenómeno tiene aristas que no competen únicamente a la jurisdicción dónde se realiza la ilicitud. Uno de los ejes centrales es que hay niños obligados a la mendicidad organizada y, además, hay una situación social que favorece ese accionar en todo el país.
Con los "trapitos" hay, por otro lado, un uso indebido del espacio público, que es generador de contiendas, violencias y, sobre todo, de malhumor social. Está claro que detrás de este problema está uno de los graves problemas de fondo: la falta de trabajo formal. Existe, además, la obligación de cumplir con las normas provinciales y municipales que rigen la convivencia, materia en la cual Mendoza ha tenido momentos en que estuvo a la delantera en el país
La tendencia del mendocino a cumplir con las normas de convivencia es un valor agregado que aporta a la institucionalidad de la provincia y que no debe perderse. De la misma manera, nuestros representantes políticos deben estar a la altura necesaria para revertir retrocesos sociales originados en las crisis económicas, pero que se pueden prevenir con inteligencia social.