Mundo Historia de vida

La historia del estafador del ping pong que convirtió el juego en leyenda

Apuestas clandestinas, amistades con celebridades y hazañas insólitas convirtieron al talentoso showman en un símbolo de audacia y extravagancia dentro y fuera del tenis de mesa.

Martes, 23 de Diciembre de 2025

Marty Reisman, conocido como el "estafador del ping pong", fue mucho más que un talentoso jugador de tenis de mesa. Su vida estuvo atravesada por apuestas clandestinas, escándalos, provocaciones y un carisma que desbordó los márgenes del deporte. Entre partidas por dinero en los parques de Nueva York, hazañas improbables y amistades con celebridades, convirtió un pasatiempo de barrio en un fenómeno de culto cuya leyenda hoy revive en la cultura popular.

Nacido durante la Gran Depresión en el humilde Lower East Side de Manhattan, Reisman creció en un contexto de privaciones. Su familia, de origen ruso, quedó arruinada luego de que su padre perdiera una flota de taxis en partidas de cartas. A los diez años atravesó una crisis nerviosa que lo llevó a pasar un mes internado en un hospital psiquiátrico. Lejos de quebrarlo, ese episodio marcó el inicio de su vínculo con el ping pong, un espacio donde encontró refugio, ambición y una vía de escape.

Desde la adolescencia, Reisman desarrolló tanto su talento deportivo como su habilidad para el engaño. En los parques neoyorquinos desafiaba a adultos con apuestas cada vez más altas, perfeccionando una estrategia que él mismo definía como su "técnica de estafador": aparentar debilidad para inducir al rival a confiarse. Esa mezcla de picardía, audacia y destreza lo acompañó durante toda su carrera, tanto en los triunfos como en las controversias.

Su consagración llegó temprano. En 1949, con apenas 19 años, derrotó al húngaro Viktor Barna, cinco veces campeón mundial, en el Abierto Británico disputado ante 10.000 espectadores en el Wembley Arena. A partir de allí, su figura se volvió inseparable del espectáculo: jugaba con gafas oscuras en interiores, lucía sombreros Panamá y realizaba proezas como partir un cigarrillo con la raqueta lanzada a gran velocidad.

La vida privada de Reisman alimentó su fama de leyenda urbana. Protagonizó huidas escandalosas, incursionó en el contrabando de oro en Hong Kong y mantuvo una relación permanente con el mundo de las apuestas. A los quince años llegó a apostar 500 dólares a su propia victoria en un torneo nacional, sin saber que enfrentaría al presidente de la federación estadounidense, episodio que terminó con su expulsión escoltada por la policía. Suspensiones, sanciones y conflictos acompañaron una carrera que nunca buscó encajar en los moldes tradicionales.

"No era ningún santo, ni le interesaba serlo", dejó escrito en sus memorias.

Más allá de su reputación de hustler, los logros deportivos fueron contundentes. Ganó 22 títulos importantes entre 1946 y 2002, obtuvo cinco medallas mundiales y fue dos veces campeón nacional de Estados Unidos. Su vigencia sorprendió incluso a sus detractores: en 1997, con 67 años, se consagró campeón nacional en la modalidad hardbat, reafirmando su defensa del estilo clásico frente a la modernización del deporte.

El show nunca estuvo separado de la competencia. Recorrió Estados Unidos junto a Douglas Cartland en giras con los Harlem Globetrotters, combinando acrobacias, humor y trucos con la raqueta. Su influencia fue clave para revitalizar el tenis de mesa tradicional y marcar a toda una generación.

"Fue el primer verdadero rockstar del juego", lo definieron desde el ámbito internacional.

El magnetismo de Reisman trascendió el deporte. Su inteligencia afilada y su personalidad envolvente lo acercaron a figuras como Susan Sarandon, Dustin Hoffman y el ajedrecista Bobby Fischer. En Manhattan fue el alma de un mítico club de tenis de mesa, epicentro de una red informal conocida como la "mafia del ping pong", donde se mezclaban juego, apuestas, extravagancia y cultura alternativa.