Mundo Historia de vida

La historia del arriero que cabalgó diez horas para avisar que la tragedia de Los Andes tenía sobrevivientes

El 22 de diciembre de 1972 se conoció el rescate de 16 rugbiers uruguayos a los que todos creían muertos después de que desapareciera el avión en que viajaban.

Lunes, 22 de Diciembre de 2025

Llegó al retén de Carabineros de Puente Negro con el cuerpo roto y el alma en un hilo. Eran las últimas horas del 21 de diciembre de 1972. Sergio Catalán Martínez, un arriero de 43 años acostumbrado al silencio de las cumbres, traía los ojos inyectados en cansancio tras diez horas de cabalgata frenética. Sus piernas, entumecidas por el rigor del viaje, apenas le permitieron mantenerse en pie al apearse.

Cuando intentó hablar, las palabras se le amontonaron. Los uniformados, condicionados por el prejuicio y el aspecto exhausto del hombre, creyeron que estaba ebrio. "Métanlo en una celda", llegaron a decir. Pero Catalán no estaba borracho de alcohol, sino de una verdad que el mundo todavía se negaba a creer.

El papel que valía una vida

La salvación de 16 almas dependía de un trozo de papel arrugado que Sergio guardaba entre sus ropas. Horas antes, a orillas del río Barroso (o Azufre), dos figuras espectrales le habían gritado desde la otra banda. El estruendo del agua impedía el diálogo, pero no la urgencia. Catalán, con la sabiduría del campo, lanzó una piedra envuelta en un pañuelo con lápiz y papel.

La respuesta fue un mensaje que hoy es leyenda: "Vengo de un avión que cayó en las montañas... Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas... ¿Cuándo nos van a buscar?".

Al leerlo, el escepticismo de los carabineros se transformó en un silencio sepulcral. En ese instante, la tragedia de los rugbiers uruguayos, que el mundo ya daba por cerrada tras 72 días de búsqueda infructuosa, se transformaba en el "Milagro de los Andes".

Un héroe de pan y palabra

Sergio Catalán no se consideraba un héroe. Para él, haber cabalgado 80 kilómetros sin descanso y haber dejado a sus hijos de 12 y 14 años cuidando a los sobrevivientes con cuatro panes amasados era simplemente "cumplir con su obligación".

Nacido en 1928, Catalán fue un hombre de tierra y ganado que apenas terminó la primaria antes de volcarse al campo. Casado con Virginia Toro y padre de nueve hijos, su vida transcurría en la sencillez de Aguas Claras hasta aquel encuentro fortuito. "Pensé que al día siguiente se olvidarían de mí", confesó años después.

Se equivocó. Los sobrevivientes -aquellos jóvenes que para subsistir en el Valle de las Lágrimas tuvieron que tomar la decisión más difícil de sus vidas- nunca soltaron su mano. Cuando en 2007 Sergio necesitó una operación de cadera, fueron Roberto Canessa y sus compañeros quienes financiaron la intervención. El arriero que los ayudó a caminar hacia la vida volvió a caminar gracias a ellos.

El eco del milagro

Hoy, más de cinco décadas después, el legado de aquel encuentro a orillas del río sigue vivo en las trayectorias de los sobrevivientes. Desde la eminencia médica de Roberto Canessa en la cardiología infantil, hasta las charlas motivacionales de Nando Parrado o Carlitos Páez, todos llevan en su ADN el esfuerzo de aquel hombre parco que supo escuchar cuando nadie más buscaba.

Sergio Catalán falleció dejando un vacío en la montaña, pero su historia permanece como el testimonio de que, a veces, la diferencia entre la vida y la muerte es simplemente un hombre a caballo que se niega a seguir de largo.