El secretario de Estado estadounidense, quien durante años ha sido una de las voces más duras contra los gobiernos de izquierda en América Latina, ha insinuado esta visión tanto en público como en privado.
La estrategia de presión de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro tiene un objetivo que va más allá de Venezuela: asestar un golpe decisivo a Cuba.
Así lo revela un extenso reportaje de The New York Times, que expone cómo el actual secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, concibe la salida de Maduro del poder como una pieza clave para debilitar al régimen de La Habana.
El diario estadounidense recuerda que, durante el primer mandato de Donald Trump, un intento fallido de derrocar a Maduro en 2019 dejó una lección clara para Rubio y otros funcionarios de Washington: Cuba fue determinante para mantener al chavismo en el poder.
Según exfuncionarios citados por el medio, la inteligencia cubana alertó a Maduro de la conspiración y agentes de La Habana ayudaron a sofocar la revuelta, mientras un avión esperaba para evacuarlo si era necesario.
"Su teoría del cambio implica cortar todo apoyo a Cuba", afirmó Juan González, exasesor del presidente Joe Biden para asuntos del hemisferio occidental, citado por The New York Times. "Según este planteamiento, una vez que Venezuela caiga, Cuba le seguirá".
Rubio, quien durante años ha sido una de las voces más duras contra los gobiernos de izquierda en América Latina, ha insinuado esta visión tanto en público como en privado. En 2019, dijo a NPR que una Cuba debilitada sería una "consecuencia bienvenida" de un cambio de gobierno en Venezuela. "Todo lo que sea malo para una dictadura comunista es algo que apoyo", afirmó entonces.
De acuerdo con el reportaje, Rubio fue incluso más explícito en conversaciones privadas como senador, en las que sostenía que separar a Venezuela de Cuba tendría consecuencias devastadoras para el régimen cubano, altamente dependiente durante años del petróleo subsidiado venezolano.
El medio subraya que la alianza entre Caracas y La Habana -económica, política y de seguridad- es vista por los dirigentes cubanos como vital para su supervivencia.
Durante el chavismo de Hugo Chávez, Venezuela llegó a suministrar cerca de 100.000 barriles diarios de crudo a Cuba, a cambio de asesoría militar, inteligencia y control político. Aunque ese flujo se ha reducido drásticamente por las sanciones y el colapso económico venezolano, The New York Times señala que La Habana sigue decidida a proteger a Maduro.
En los últimos meses, la administración Trump ha intensificado su presión sobre Venezuela. El ejército estadounidense ha incrementado su presencia en la región, se han realizado operaciones contra embarcaciones en el Caribe y recientemente se incautó un buque petrolero con crudo venezolano que, según el diario, había descargado parte de su carga con destino a Cuba antes de dirigirse a China.
Aunque Trump y Rubio han justificado estas acciones como parte de una campaña antidrogas, el reportaje destaca que sectores duros de Washington ven en esta ofensiva una oportunidad para debilitar directamente al régimen cubano. El opositor cubano José Daniel Ferrer, citado por el diario, afirmó que deponer a Maduro favorecería la caída de lo que calificó como "la matriz del mal" en la región.
Sin embargo, analistas y exfuncionarios advierten que esta visión puede estar sobredimensionada. Cuba ha sobrevivido a décadas de aislamiento, cuenta con el respaldo de Rusia y China y hoy depende menos de Venezuela que en el pasado. Benjamin Rhodes, exasesor de seguridad nacional de Barack Obama, alertó que una caída abrupta del régimen cubano podría derivar más fácilmente en un Estado fallido que en una transición ordenada.
Para The New York Times, la política de Rubio refleja una convicción profundamente arraigada en el exilio cubano del sur de Florida: si cae el dominó venezolano, caerá el cubano. Una apuesta geopolítica que, según el diario, vuelve a colocar a Venezuela en el centro de una confrontación regional cuyas consecuencias aún son impredecibles.