El fuego más grande de los 48 estados contiguos ha producido nubes de fuego y alterado el clima local, complicando la labor de los equipos de emergencia y devastando miles de hectáreas.
En medio de un verano brutal, donde el calor no da tregua y la sequía se convierte en amenaza, un fuego devastador cobra vida propia. El 4 de julio, un rayo impactó en el Parque Nacional del Gran Cañón, dando inicio al incendio más grande actualmente activo en los 48 estados contiguos de Estados Unidos: Dragón Bravo. Lo que comenzó como una chispa aislada, se transformó en una fuerza descomunal que, al día de hoy, ha devorado más de 45.000 hectáreas y aún continúa expandiéndose sin control.
No es un incendio común. Según los expertos, Dragón Bravo ha alcanzado tal intensidad que ha comenzado a generar su propio clima. El calor extremo produce piro-cúmulos, también conocidos como nubes de fuego, que ascienden de forma abrupta y condensan la humedad del aire. Estas formaciones no solo son espectaculares, sino que pueden generar tormentas eléctricas, ráfagas de viento e incluso tornados, agravando aún más la crisis.
Como lo explicó la oficial Lisa Jennings, "estos fenómenos meteorológicos generados por el fuego pueden reactivar focos controlados o iniciar nuevos frentes de incendio", convirtiendo a Dragón Bravo en una amenaza impredecible.
Las cifras son alarmantes. El Grand Canyon Lodge, una histórica estructura ubicada en la zona de North Rim, fue consumido por las llamas a mediados de julio. También fueron destruidas al menos 70 estructuras, entre ellas cabañas y centros de visitantes. El fuego ha sido tan agresivo que ha triplicado en superficie a ciudades como Washington, D.C.
Los vientos racheados, la baja humedad y las altas temperaturas han actuado como combustible adicional. Durante la última semana, el fuego duplicó su tamaño, pasando de 20.000 a más de 45.000 hectáreas. Aunque en un momento los equipos de emergencia lograron controlar hasta un 26% del perímetro, la cifra se redujo drásticamente a 8% debido a las nuevas condiciones climáticas.
Las previsiones no son alentadoras: se esperan ráfagas de hasta 48 km/h y una alerta por calor extremo hasta el martes. Aunque las tormentas podrían traer algo de alivio, los rayos representan una nueva amenaza.
Los bomberos inicialmente optaron por una quema controlada para reducir combustible vegetal y frenar el avance. Sin embargo, el incendio superó las expectativas y se descontroló. El jefe de Gestión de Incidentes, Craig Daugherty, admitió que "las áreas más críticas siguen en el norte y suroeste del incendio".
Este megaincendio es parte de una realidad cada vez más frecuente. Según el Centro Nacional Interinstitucional de Bomberos, los megaincendios -aunque representan solo el 3% del total- son responsables de la mayor parte de la destrucción forestal anual. La combinación de calor extremo, sequía prolongada y mala gestión forestal ha hecho que estos eventos se conviertan en el nuevo rostro del cambio climático.