El hombre aceptó el reto de comer solo mil calorías al día durante cuatro días, ingiriendo solo pequeñas porciones de pollo, verduras verdes y nada de carbohidratos, obligando al cuerpo a depender más de la grasa, lo que ayuda a adelgazar. Asimismo, el régimen incluía caminar 12.000 pasos al día, beber 7,5 litros de agua y no tomar edulcorantes artificiales ni condimentos.

La dura dieta tuvo un efecto devastador en su cuerpo, que se tradujo en una grave disminución de la testosterona, la hormona sexual masculina, así como en síntomas debilitantes como debilidad muscular, fatiga extrema e incluso problemas de visión.

"Me siento muy raro ahora mismo, me duele la cabeza, como si mi cerebro estuviera en un tanque de privación sensorial y el agua se convirtiera poco a poco en lodo. No tengo ninguna capacidad de pensar", confesó el hombre, que consiguió perder un total de 2,04 kilos. Asimismo, detalló que el insomnio provocado por el hambre "es cruel e implacable".