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Microestados medievales: qué son y por qué todavía sobreviven en Europa

Europa continental alberga cuatro microestados con poblaciones de entre 30.000 y 80.000 habitantes.

Lunes, 6 de Enero de 2025
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Europa continental alberga cuatro microestados con poblaciones de entre 30.000 y 80.000 habitantes: Andorra, en la frontera entre Francia y España; Liechtenstein, incrustado entre Suiza y Austria; Mónaco, que yace sobre la Riviera francesa; y San Marino, rodeado por la región norte de Italia.

Estos estados han existido desde la época medieval y sus diminutos tamaños les han permitido desarrollar y mantener convenios constitucionales singulares.

Todos han desarrollado soluciones originales a los problemas de andamiaje del estado, muchas de las cuales sobreviven en la actualidad.

Los cuatro microestados participan en el Consejo de Europa (la organización de derechos humanos del bloque) y por eso han tenido que modernizarse para cumplir con los estándares internacionales de gobierno. Eso incluye la separación del poder judicial.

Sin embargo, los cuatro también han logrado implementar estas reformas sin alterar sus identidades institucionales.

Su compromiso de mantener su carácter distintivo de otros paí­ses les impide aplicar reformas más amplias a sus instituciones.

Para ellos, la protección de una tradición e identidad nacionales es una forma de autopreservación en lugar de una mera expresión de ideologí­a.

La singularidad de los cuatro microestados yace en la supervivencia de convenios institucionales que prácticamente no se pueden encontrar en ninguna otra parte en el mundo.

En los principados de Liechtenstein y Mónaco, por ejemplo, la monarquí­a todaví­a cumple un papel central en la Constitución.

Al contrario que la mayorí­a de los estados europeos con una monarquí­a, en Liechtenstein y Mónaco el monarca jefe de estado continúa ejerciendo un poder significativo.

Andorra y San Marino, por su parte, operan bajo un acuerdo de doble jefatura del estado. En efecto, tienen dos monarcas.

Los convenios institucionales en estos principados han sido moldeados por su pequeño tamaño, tanto en términos de territorio como de población, y su ubicación geográfica.

Y estos acuerdos han sobrevivido desde la Edad Media porque se han convertido en sus identidades.

Mientras que la tradición nacional es un debate en otros estados, en estos, la preservación del pasado es un mecanismo de supervivencia.

Liechtenstein y Mónaco

Liechtenstein y Mónaco son monarquí­as constitucionales del tipo que ofrece poder sustancial a la familia real. Todo está organizado en torno a un prí­ncipe, que ostenta poder ejecutivo.

Según la legislación occidental tradicional, las monarquí­as contemporáneas generalmente tienen un rey o una reina ceremonia mientras que el poder ejecutivo lo tiene un gobierno electo.

Liechtenstein y Mónaco han mantenido su histórica organización de gobierno, centrada en un monarca muy poderoso.

Aunque sus poderes no son ilimitados, en Mónaco, el prí­ncipe ni siquiera tiene que rendirle cuentas al Parlamento por los poderes que ostenta.

El prí­ncipe de Liechtenstein goza de aún más poderes, incluyendo el derecho a designar a la mitad de los miembros del Tribunal Constitucional.

No obstante, el poder soberano del prí­ncipe de Liechtenstein se comparte en asociación con el pueblo de esa nación. La estructura institucional está construida para permitir un sistema de controles y equilibrios entre el prí­ncipe y el pueblo.

Desde una enmienda constitucional de 2003, por ejemplo, el pueblo puede interponer una moción de no confianza contra el prí­ncipe si más de 1.500 ciudadanos están de acuerdo en hacerlo, lo que da lugar a un referendo de confianza en el monarca.

El mismo número de ciudadanos puede lanzar una iniciativa para abolir completamente la monarquí­a, si así­ lo deseasen.

Andorra y San Marino

El principado de Andorra deberí­a ser designado un coprincipado para ser más exactos, debido al acuerdo de sus coprí­ncipes.

Uno de los prí­ncipes es el obispo de Urgell -de Cataluña- y el otro es el presidente de la República de Francia (y anteriormente el rey o emperador francés).

De manera que otra peculiaridad de Andorra es que ninguno de los prí­ncipes es un ciudadano andorrano.

Después de una reforma de 1993 que estableció una Constitución í­ntegra, ninguno de los prí­ncipes ostenta un poder soberano. Su actual rol constitucional es casi totalmente ceremonial.

Sin embargo, todaví­a persisten las dudas por el hecho de que no son ciudadanos del estado y que los jefes de Estado no son elegidos ni por el pueblo andorrano ni por sus representantes.

La razón histórica de que tengan un jefe de Estado extranjero es la ubicación geográfica de Andorra; enclaustrado entre Cataluña y Francia.

El permitir estar bajo esta doble soberaní­a fue la garantí­a de su supervivencia.

San Marino también tiene una doble cabeza del estado, pero ambos lí­deres, llamados capitanes regentes, son sanmarinenses.

Son elegidos por el Gran Consejo General (el órgano legislativo de San Marino) y su caracterí­stica distintiva es que sólo cumplen un perí­odo de seis meses en el poder.

La razón de esta permanencia tan corta es que San Marino tiene una población inferior a 34.000 habitantes. Todos se conocen entre sí­, lo que supone una situación que puede ir en detrimento de la independencia de los cargos electivos.

Los capitanes regentes no pueden acumular suficiente poder en su corto perí­odo al frente como para derrocar la república.

Los capitanes regentes fueron establecidos por primera vez en 1243, poco después de que una serie de repúblicas italianas fueran derrocadas por familias adineradas.

Una de las razones por las que San Marino ha podido sobrevivir se debe a que durante siglos ha evitado que una familia sea más poderosa que las otras.

De manera que los microestados no son como los estados de tamaño regular de Europa. Tienen estructuras institucionales singulares, frecuentemente por razones lógicas.