El trabajo destaca el impacto de la restricción en la alimentación infantil.
La alimentación es importante en todas las edades, pero limitar la ingesta de azúcar durante el embarazo y en los dos primeros años de vida de un niño tiene un impacto positivo sobre la salud a largo plazo, ya que reduce significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas durante la edad adulta como diabetes a hipertensión.
Así lo reveló un nuevo estudio publicado en la revista Science donde los investigadores utilizaron datos contemporáneos del U.K. Biobank para analizar el efecto que habían tenido las restricciones de azúcar desde la etapa intrauterina y durante la primera infancia en la salud de adultos que habían nacido justo antes y después del fin del racionamiento de azúcar en tiempos de guerra en el Reino Unido, en septiembre de 1953.
Los resultados muestran que los niños que experimentaron restricciones de azúcar en sus primeros mil días de vida -incluido el periodo prenatal- presentaron hasta 35% menos riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y un 20% menos de riesgo de sufrir hipertensión en la adultez. La restricción en el útero fue suficiente para reducir riesgos, pero la protección contra enfermedades aumentó en función del tiempo que se mantuvo la restricción de azúcar después del nacimiento.
La investigación fue realizada por Tadeja Gracner de la Universidad del Sur de California, Claire Boone de la Universidad McGill y Paul Gertler de la Escuela de Negocios Haas de la Universidad de California en Berkeley y aporta nuevas evidencias sobre los efectos en la salud a largo plazo de la exposición temprana al azúcar.
El estudio aprovecha un experimento natural: el fin del racionamiento de dulces y azúcar en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra, el racionamiento estaba en vigor y finalizó en septiembre de 1953. En ese tiempo, el consumo de azúcar era aproximadamente la mitad (unos 40 gramos diarios) de lo que fue justo después del fin del racionamiento.
Este periodo de restricción no conllevó una privación extrema de alimentos. De hecho, las dietas parecían estar dentro de las directrices dietéticas actuales de la OMS, que recomiendan que los niños menores de dos años no ingieran azúcar añadido y que los adultos limiten su consumo de azúcar a 7 cucharaditas diarias, no excediendo 12 cucharaditas (50 gramos).
Al finalizar el racionamiento, el consumo de azúcar y dulces aumentó considerablemente, duplicándose hasta unos 80 gramos diarios en promedio. Otros alimentos, como la manteca, el queso, los cereales y la carne, también estaban limitados, pero su consumo no cambió significativamente tras el fin del racionamiento. Prácticamente todo el aumento en la ingesta calórica se debió al incremento en el consumo de azúcar.
De esta forma, el fin del racionamiento creó un experimento natural: los niños nacidos justo antes del fin del racionamiento vivieron en condiciones de escasez de azúcar, mientras que los nacidos después llegaron a un ambiente rico en azúcar. Los investigadores identificaron a aquellos nacidos alrededor de esa época en los datos del U.K. Biobank, recogidos más de 50 años después y emplearon una ventana de tiempo muy estrecha alrededor del fin del racionamiento para comparar los resultados de salud en la mediana edad de cohortes de nacimiento similares.
Los autores encontraron que la exposición a restricciones de azúcar en el útero y en los primeros 1.000 días redujo considerablemente el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 e hipertensión. Si se diagnosticaban, el consumo reducido de azúcar en la infancia retrasaba la aparición de la diabetes en cuatro años y la hipertensión en dos años, respectivamente. La exposición prenatal era suficiente para disminuir los riesgos, pero la protección aumentaba con una mayor duración de la restricción de azúcar después del nacimiento.
El impacto de este efecto es significativo, ya que podría reducir costos médicos, aumentar la esperanza de vida y mejorar la calidad de vida. Cada década de diagnóstico anticipado de diabetes se asocia con una expectativa de vida de tres a cuatro años menos, lo que subraya el valor de intervenciones tempranas para prevenir o retrasar esta enfermedad.
Actualmente, existe una creciente preocupación por la salud a largo plazo de los niños debido al consumo excesivo de azúcares añadidos en esta etapa crítica. El azúcar añadido está presente en muchos alimentos para bebés y niños pequeños, y los niños están constantemente expuestos a anuncios de snacks azucarados.
Ajustar el consumo de azúcar no es fácil, pero los investigadores señalan que la información es clave. "Los padres necesitan información sobre lo que funciona, y este estudio proporciona una de las primeras evidencias causales de que reducir el azúcar añadido al principio de la vida es un paso importante para mejorar la salud de los niños a lo largo de sus vidas", explicó Boone y Gertler indicó: "El azúcar en las primeras etapas de la vida es el nuevo tabaco y deberíamos tratarlo como tal, responsabilizando a las empresas de alimentos para que reformulen los alimentos para bebés con opciones más saludables. También deberíamos gravar y regular la comercialización de alimentos azucarados destinados a los niños". (TN)