Analistas Por Marcos Novaro

Javier Milei exploró sus límites y, por suerte, los volvió a encontrar

Esta semana hubo frenéticas tratativas en el Congreso, y aunque el oficialismo logró avanzar con sus dos proyectos principales, no consiguió todo lo que quería. Ahora se debate entre volver a patear el tablero o aceptar los límites con que sigue y seguirá chocando su voluntad. 

Domingo, 21 de Diciembre de 2025

El Gobierno avanzaba a todo trapo en su Blitzkrieg ("guerra relámpago en alemán") sobre el Congreso. Parecía que sin encontrar resistencia alguna, en un juego de pinzas astutamente pergeñado: con la reforma laboral en el Senado y el Presupuesto en Diputados, aprovechándose del desorden y la desorientación en que quedaron sumidas todas las fuerzas de oposición desde el 26 de octubre.

Hasta que, finalmente, de tanto tantear sus límites, los encontró: una parte de los diputados que quiere colaborar con las reformas, pero durante este año habían votado a favor de universidades, discapacidad y otros "destinos prioritarios del gasto", volvieron a hacerlo y voltearon el capítulo 11 de la ley de leyes, con el que el oficialismo insistía en mantenerlos por el piso. Justo al mismo tiempo, una parte de los senadores de similar orientación daba una señal equivalente con su renuencia a darle un tratamiento express a la reforma laboral, y reclamaba que se abriera el debate y diera cabida en él a los sindicatos.

Enseguida, en el Gobierno se dispararon dos reacciones bien disímiles, que replicaron lo sucedido en episodios similares del pasado. En la votación en particular de la primera Ley Bases, a comienzos de 2024, los libertarios también descubrieron los límites de la disposición de la oposición moderada a acompañar sus iniciativas, ante lo cual una parte del Gobierno se inclinó por ceder y seguir negociando, mientras que el presidente Javier Milei prefirió patear el tablero y anular todo lo avanzado en el Congreso hasta entonces.

El presidente Javier Milei hizo saber que, sin el capítulo 11, "el Presupuesto no le servía para nada". 

Ahora, más o menos las líneas de corte en el seno del oficialismo fueron las mismas: el Presidente hizo saber que, sin el capítulo 11, "el Presupuesto no le servía para nada", así que se disponía a vetarlo (¿o aplicar un veto parcial y judicializar el asunto?) en caso de que terminara saliendo igual la votación del Senado, mientras que Patricia Bullrich en esa Cámara y Martín Menem en la otra se felicitaban a sí mismos por los avances logrados y adelantaban que seguirían negociando.

Qué es lo que vaya a resultar de este complejo juego de presiones, amenazas y ofertas ambiguas y siempre acotadas de colaboración, es difícil saberlo. Pero si el Gobierno en su conjunto aprendió algo de la experiencia de 2024, cuando tardó seis meses en aprobar sus primeros proyectos de ley, todo un récord, nacido exclusivamente de sus idas y vueltas, no de lo escaso de su apoyo legislativo, habría que esperar que lo de Milei sea solo una bravata, entienda que le conviene ceder al menos en algo, tanto en términos de tiempos como de objetivos, y la negociación continúe durante el verano. Porque de otro modo, el año que está por empezar va a volver a ser uno signado por la incertidumbre, y eso al que menos le conviene es a él mismo.

La designación de autoridades en la AGN profundizó la tensión entre el PRO y el Gobierno. 

De todos modos, los reflejos del presidente revelan también algo importante, a esta altura inmodificable: el oficialismo sigue siendo un proyecto monopólico del poder, no uno pluralista, y por eso su relación con aliados y opositores moderados seguirá siendo por lo menos tensa, equívoca, y a la larga conflictiva. Se puede comprobar con lo que, mientras tanto, anduvo haciendo en la Auditoría General de la Nación (AGN). Entre gallos y medianoche, negoció con el kirchnerismo la designación de auditores, dejando afuera al PRO y a otras fuerzas, sin siquiera avisarles, o proponerles compensación alguna.

Cristian Ritondo, quien más esfuerzos puso en 2024 en hacer aprobar la Ley Bases, y ahora está haciendo lo mismo con el Presupuesto, puso el grito en el cielo, más o menos como cuando Mauricio Macri reaccionó airadamente contra la nominación de Ariel Lijo a la Corte. Y con el mismo resultado: sin encontrar receptividad alguna en el Ejecutivo.

¿Así piensan seguir tratando a sus aliados? ¿Qué pueden esperar de ellos el resto, los que colaboran manteniendo más distancia? La conclusión que unos y otros van a sacar, seguramente, es que Milei y los suyos siguen pensando su proyecto como una empresa con un solo titular y accionista, y muchos soldados descartables a sus órdenes. Más o menos como pensaron el suyo los Kirchner. No conviene entonces quedar a su merced, porque te van a deglutir, usar y desechar. Después, si no les alcanza con lo propio, tal vez en la desesperada vayan a buscarte y te abracen, como hicieron en octubre con Diego Santilli, cual último salvavidas disponible en medio de la tormenta. Pero solo hasta que las cosas se calmen, y puedan volver a prescindir de vos.

Asignatura pendiente

Analistas

 Está claro que ya no se trata de si está Francos, Santilli, los Menem o quien sea, sino que existe una falla en el sistema de toma de decisiones. El gobierno que venía con viento a favor y una oposición shockeada por el tamaño el triunfo libertario, se comió la curva, una vez más.