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Café con rosca: Balance 2025

A las siete de la tarde, como si los guiara un reloj invisible, fueron llegando los cuatro amigos de siempre. Aldo, desde detrás del mostrador, apenas levantó la vista: la escena era tan habitual como el aroma a café tostado que impregnaba las mesas.

Sabado, 29 de Noviembre de 2025

El jueves pasado, la vieja cafetería de Aldo volvió a ser escenario de esa liturgia semanal que nadie se anima a interrumpir. A las siete de la tarde, como si los guiara un reloj invisible, fueron llegando los cuatro amigos de siempre. Aldo, desde detrás del mostrador, apenas levantó la vista: la escena era tan habitual como el aroma a café tostado que impregnaba las mesas.

El primero en entrar fue Gastón, el "magistrado". Así le dicen, mitad en broma, mitad por costumbre. En realidad, es secretario en un juzgado donde el titular aparece menos que un arco iris en invierno. Gastón se aprovecha de eso para circular por la ciudad con el aura de "hombre importante", aunque su principal tarea sea destrabar expedientes frenados por errores ortográficos.

A los dos minutos llegó El Flaco, político profesional cuya flexibilidad ideológica es tan notable como su contextura física. Había pasado por más partidos que un DJ por géneros musicales, siempre cambiando con los dedos en V, como le gustaba aclarar para que no lo confundan con los veletas. "Yo no salto, negocio", dice con orgullo dudoso.

Esa tarde el tema central fue, como no podía ser de otra manera, la política de la semana. El Flaco venía afilado.

-Está todo patas para arriba -dijo mientras se arremangaba la camisa-. Nadie sabe para dónde vamos. Yo estoy viendo si me reubico.

-¿En qué partido vas a aparecer ahora? -le preguntó Gastón, con sonrisa pícara.

-En el que me asegure no quedar afuera-respondió el Flaco, sincero y sin culpa-. La ideología la discutimos después.

El tercero fue El Grandote, que siempre parece ocupar más espacio del que tiene permitido. Jura ser asesor legislativo, pero ninguno de sus amigos puede recordar una sola ley en la que hubiera trabajado. Lo que sí saben es que, cada vez que entra una empresa extranjera a la provincia, él está ahí, como si lo hubieran convocado por señal de humo. "Asesoría estratégica", se justifica. "Lobista", murmuran los demás.

-Vos seguí saltando, que yo ya tengo "nuevos proyectos mineros" por trabajar -dijo el grandote, entre carcajadas y poniendo comillas en el aire.}

-¿Nuevos o los mismos de siempre? -intervino el magistrado.

-Depende quién pregunte -contestó, guiñando un ojo.

Finalmente entró el Innombrable, lo saludaron sin llamarlo por su nombre. No hace falta: todos lo saben, y justamente por eso prefieren no pronunciarlo. El tipo se mueve en zonas donde la política deja de ser un juego y empieza a parecer un subterráneo sin luces. Saludó con un gesto breve y se sentó, como si temiera que el aire llevara su nombre a oídos indebidos. Escucha más de lo que habla. Cuando abre la boca, todos se inclinan un poco hacia adelante.

-Está entrando gente pesada a mover fichas -dijo en voz baja, como si estuviera filtrando un secreto de Estado-. Y lo que viene no es menor. Algunos que se creían eternos ya están afuera. Jubilados de la política, muchachos. jubiladísimos. Incluso hay uno, un exintendente del Gran Mendoza y desde ahora también ex legislador, que está yendo a comprar una propiedad a Búzios. Dicen que en esa zona de Brasil quiere exiliarse e, incluso, ya está invitando amigos. También jubilados.

-¿Tanto así? -preguntó el Flaco, levantando las cejas.

-Si.

Hernán, el mozo, se acercó con la misma paciencia de siempre.

-¿Lo de siempre? -preguntó, sin tomar nota.

-Lo de siempre -respondieron los cuatro, casi al unísono.

Aldo, desde lejos, les dedicó una sonrisa resignada. Desde hace años escucha fragmentos de esas conversaciones que mezclan chismes, operaciones, sospechas y alguna que otra verdad incómoda. Si las paredes hablaran, a esa cafetería la llamarían a indagatoria.

Apenas Hernán dejó sobre la mesa los dos cortados en jarrito para Gastón y el innombrable, el café chico bien cargado para el flaco y el café con leche con una medialuna para el grandote; el flaco retomó su discurso, como si hubiera estado guardando aire para continuar la diatriba. Se acomodó en la silla, estiró las piernas debajo de la mesa y dejó caer la frase que encendió al resto:

-El problema, muchachos, es que no sabemos para dónde ir. Estamos todos discutiendo el "horizonte peronista", pero es un horizonte que se mueve cada tres días.

Gastón levantó la vista, intrigado.

-¿En qué andan ahora?

El Flaco chasqueó la lengua.

-¿En qué no andan? Mirá, el poder de Cristina ya no es el de antes, todos lo cuestionan y no tiene peso, pero tampoco se evapora. Está como. suspendido en el aire. La Cámpora se pasó semanas discutiendo si defenderla, soltarla, reacomodarla o hacer silencio. Y mientras tanto, Máximo. -hizo un gesto de vaivén con la mano- .nadie lo quiere. Kicillof no aglutina, lo miran de reojo, y nadie quiere aparecer como el que va detrás suyo. Y todos quieren dejar atrás la agenda del AMBA, pero no hay otra.

El Grandote resopló, entre divertido y preocupado.

-O sea que están perdidos.

-No, peor -dijo el Flaco-: estamos esperando. Muchos creen que el tiempo les va a resolver el mapa. Pero mientras tanto, al Gobierno le va bien. Los números los acompañan, la calle está tranquila. Y así no hay grieta que garpe.

El Innombrable inclinó apenas la cabeza, como si evaluara el peso de las palabras.

-La cosa es así, muchachos. No tienen estrategia para cuando las cosas van bien. Solo funcionan si rompen todo. Si hay una crisis, si el Gobierno patina, si algo explota. Ahí te puedo asegurar que tienen un plan clarísimo: el discurso armado, las vocerías preparadas, los operadores listos. Pero. -hizo una pausa teatral- .si las cosas siguen bien, no tienen nada. No hay proyecto, no hay programa, no hay hoja de ruta para los próximos años.

Gastón apoyó los codos sobre la mesa, serio por primera vez en la noche.

-¿Tanto así?

-Tanto así -respondió el Flaco-. Nos acostumbramos a ser oposición con megáfono, no oposición con propuesta. Y ahora hay que pensar un país sin Cristina en el centro gravitacional, nos tiemblan las piernas.

El Grandote sonrió con superioridad práctica.

-La política es simple. Cuando no sabés qué hacer, esperás. Ellos están esperando que algún número del Gobierno se caiga. Y si no se cae. -se encogió de hombros- .inventarán que se cayó. Son creativos.

-No subestimes la creatividad -dijo el Innombrable, entrecerrando los ojos-. A veces aparece una interna inesperada, un giro, una operación que prende. Y ahí sí, todo cambia.

El Flaco negó con la cabeza.

-Eso es lo que te digo: hoy no hay nadie pensando en gobernar. Solo están pensando en volver.
Hernán pasó cerca llevando un plato y murmuró:

-Si quieren volver, primero tienen que ir a algún lado.

Los cuatro lo miraron sorprendidos. Hernán siguió caminando como si no hubiera dicho nada.

Gastón soltó una carcajada.

-Este mozo entiende más de política que todos ustedes.

El Innombrable asintió despacio.

-Tal vez porque escucha a todos y opina poco.

El Flaco se encogió de hombros.

-En fin. El peronismo hoy tiene una sola estrategia clara: romper. Si no rompe, no tiene nada que ofrecer. Y sin oferta, muchachos, no hay horizonte. Hay apenas un reflejo del pasado.

-Y mientras ellos -dijo Gastón, señalando al aire y refiriéndose al peronismo- siguen sin brújula, el Gobierno tiene el Congreso atado con moño. ¿Vos viste lo que es eso ahora? Un jardín zen.

El grandote arrugó la frente.

-Al PRO lo tienen absorbido. Ya no existe como bloque, como partido ni como concepto filosófico. Quedaron cuatro gatos y dos están mirando para los costados.

-Mal no les vendría un descanso -agregó el magistrado, riéndose.

El Flaco levantó un dedo, como profesor de civismo cansado:

-El PRO está en estado gaseoso. Se evaporó. Y los radicales. bueno, los radicales están peor. No saben si juntarse con Pichetto, con Provincias Unidas, y romper de una vez con Cornejo y Zdero, si reagruparse solos con lo que quedó después del temporal y dejar que la vice santafesina se convierta en jefa de bloque.

-¿Y vos qué pensás que van a hacer? -preguntó Gastón.

-Lo mismo que hacen desde hace cincuenta años -respondió el Flaco-: discutirlo eternamente hasta que alguien de afuera decida por ellos.

El Innombrable sonrió apenas, un gesto breve, casi imperceptible.

-Ya está cantado quién va a manejar el partido -dijo-. Valdés tiene todas las fichas.

-Impecable con los medios, ganó solito en su provincia y, además -acotó el Grandote- no viene con mochilas pesadas.

-Mochilas todavía -corrigió el Flaco-. En este país nadie se escapa cinco años seguidos sin que le cuelguen algo. Pero sí, es el que mejor parado está. Y por descarte, imaginate.

-Si termina presidiendo el partido -continuó el Flaco-, ahí sí se empieza a ordenar algo. Pero no esperen un radicalismo fuerte. Va a ser un radicalismo que acompaña, que negocia, que evita hacer olas.

-Un radicalismo con cinturón de flotación -bromeó el magistrado.

-Exacto -dijo el Flaco-. Porque hoy, la verdad, es que el Gobierno los tiene en la palma de la mano. A todos. Tiene los votos, tiene la calle, tiene los números. Y tiene la suerte, que en política pesa más que un programa económico.

-Entonces el Congreso es un trámite -dijo el Grandote.

-Es su Congreso -corrigió el Flaco-. Y mientras la oposición siga así de perdida, así de fragmentada, así de confundida, va a gobernar en piloto automático.

El Innombrable tomó un sorbo lento, meditativo.

-La única duda -dijo- es cuánto le conviene tener todo tan disciplinado. A veces un poco de quilombo controlado te permite negociar mejor.

-Ah, pero eso ya vendrá con algunos gremios, con la reforma laboral -dijo el Flaco-. Aunque también, todo Gobierno tiene su interna. Por ahora están disfrutando la luna de miel, mientras los otros no saben ni cómo presentarse a la reunión de bloque.

El Grandote quiso cambiar el eje, como quien tira sobre la mesa una carpeta que ya viene marcada.

-Muchachos. hablando de tener los números -arrancó-, ¿vieron cómo está cerrando el año el mandamás local?

Los otros tres levantaron la mirada al mismo tiempo. El tema estaba servido.

-Ese sí que cierra redondito el año -dijo el Flaco, sin necesidad de revisar apuntes-. Abrochó las elecciones y en la Legislatura no se le cayó ni un voto. Ley de avalúo, ley impositiva, ley de presupuesto. todo acomodadito. Un calendario perfecto. 

Gastón asintió.

-Y el avance minero también lo tiene cocinado, ¿no?

-Cocinado y servido -respondió el Grandote-. En Diputados ya pasó como si fuera un expediente de rutina. Y la semana próxima, en Senadores, lo mismo. Va a haber discursos en contra, obvio, escenas para las cámaras, comunicaditos dignos de una épica que nadie se creyó nunca. pero los números están cerrados desde hace rato. Es para la foto, nada más.

-La oposición haciendo oposición performática -acotó el magistrado-; arte conceptual.

El Innombrable sonrió con esa sutileza de quien sabe más de lo que dice.

-La pregunta no es la Legislatura -dijo-. Eso ya está resuelto. La pregunta es la calle.

El Flaco se inclinó hacia adelante, bajando un poco la voz.

-Ahí está el tema. Hay sectores que están agitando Hablan de marchas, de piquetes, de cortes sorpresivos. Quieren instalar que se viene un diciembre picante. 

-Pero ¿pueden realmente mover la aguja? -preguntó Gastón.

-Pueden complicar -respondió el Flaco-. No derribar, pero sí molestar. Y en diciembre, cualquier molestia se siente doble. Pero no tienen plafón. 

El Grandote tomó un sorbo de su vaso y agregó:

-El mandamás local necesita que esto pase sin incendios. Que la aprobación minera salga prolija y que en la calle no haya quilombo. Porque institucionalmente está todo planchado, firme. Pero socialmente.hizo un gesto ondulante con la mano- .puede haber sorpresas.

El Innombrable apoyó la taza con energía controlada.

-Si logran mantener a raya la calle, aunque sea con contención y algunos anuncios de fin de año, llegan perfectos a febrero. Y ahí sí, tienen todo el año para trabajar tranquilos. Pero si diciembre se les desmadra. -alzó las cejas- .eso te deja marcas.

-¿Y creés que va a pasar algo? -preguntó el magistrado.

-Grande no -dijo el Innombrable-.Barullo, tensión, alguna noche larga. Nada que voltee un gobierno, pero sí lo suficiente para que aparezca algún discurso opositor diciendo "¿ven que esto no funciona?". Es crónica anunciada.

El Flaco completó:

-La oposición necesita ese ruido para tener algo que decir, porque en la Legislatura no pueden mostrar ningún triunfo. Todo lo votan en contra sabiendo que igual se aprueba. Y pensar que es mejor para Mendoza no está en el ADN de ellos. Entonces, si hay un poco de lío en la calle, lo van a tratar capitalizar como si fuera una causa épica. Ya los veo: "Nosotros defendimos al pueblo". Y mientras tanto, todos saben que lo único que hicieron fue negociar por abajo, pero con dignidad estética. Ósea, NADA
Gastón miró por la ventana, como si buscara señales de humo en la noche tranquila.

-Entonces el año cierra redondito adentro y complicado afuera.

-Eso mismo -dijo el Grandote-. Un año prolijo en papeles.
Hernán pasó juntando tazas, esta vez sin frase punzante, pero con una mirada que dejaba claro que conocía el diagnóstico: diciembre nunca ha sido fácil. Este parece que si, pero el próximo a tiro de elección, ahí si el mandamás y su gente, va a tener todo.complicado.

Los cuatro se quedaron en silencio unos segundos, como si evaluaran la temperatura de lo que venía. Después, casi en simultáneo, sonrieron con resignación y continuaron la charla abordando diversos temas. Ninguno de los cuáles resultó ser tan gravitante como para que valga la pena contarles en este relato.

Y así, entre anécdotas de pasillo y conspiraciones que quizás nunca ocurrirán, el jueves les volvió a pasar por encima. La política también. Pero ellos, tercos como siempre, volverán a encontrarse el próximo, fieles a la costumbre y a esa amistad que sobrevive incluso a los enredos del Poder.

La vieja cafetería de Aldo, testigo eterno, los estará esperando.