La presencia de grupos de terroristas islámicos junto con la represión del Estado desataron el caos en el país.
La guerra civil siria, que estalló en 2011, es uno de los conflictos más destructivos de la historia reciente, con profundas raíces en la represión política, la aparición del terrorismo, y las masivas protestas que sacudieron Oriente Medio durante la Primavera Árabe.
Desde el comienzo estuvo caracterizado por multitudinarias protestas, generalmente violentas, de diferentes sectores y dirigidas contra todas las instituciones del Estado, exigiendo desde la renuncia del presidente hasta reformas políticas y mayores libertades civiles.
Esta situación rápidamente escaló a una guerra interna devastadora, causada por la aparición del terrorismo islámico y la brutal represión del Estado a las manifestaciones, sumado a la intervención de agentes tanto regionales como internacionales.
Desde que el dictador socialista Bashar al-Ásad asumió la presidencia en el año 2000, tras la muerte de su padre Hafez al-Ásad, muchos esperaban una apertura política y económica.
Sin embargo, las reformas prometidas no llegaron. El régimen mantuvo un estricto control sobre la sociedad, con un autoritario sistema político dominado por el partido Partido Baaz Árabe Socialista.
Esto se sumó a un modelo económico prácticamente socialista, caracterizado por la corrupción, las regulaciones y la persecución política. Las libertades políticas eran inexistentes, y la oposición era reprimida con violencia.
La chispa que encendió la guerra civil siria fue la ola de protestas conocida como la Primavera Árabe, que comenzó en Túnez a finales de 2010 y se extendió rápidamente por el mundo árabe.
Múltiples fuentes indican que fue promovida por el gobierno de los Estados Unidos, en aquél entonces bajo la presidencia del demócrata Barack Obama, con el objetivo de derribar los gobiernos de varios dictadores árabes de la región.
En el caso de Siria, las primeras manifestaciones tuvieron lugar en marzo de 2011 en la ciudad sureña de Deraa, después de que varios adolescentes fueran arrestados y torturados por escribir consignas en contra del Gobierno de al-Ásad en las paredes de su escuela.
Este período estuvo caracterizado por masivas protestas, muchas veces violentas, contra el régimen sirio, exigiendo la renuncia de al-Ásad. Las protestas en Deraa exigían la liberación de los jóvenes, reformas democráticas y el fin de la corrupción.
Sin embargo, los grupos opositores no eran homogéneos, ya que incluían desde sectores de la sociedad civil que reclamaban mayor libertad de expresión, hasta quienes buscaban establecer un Estado islámico, movimientos separatistas o aquellos que solo deseaban sacar a al-Ásad del poder.
Los enfrentamientos constantes y las detenciones masivas por actos de vandalismo cometidos por los opositores resultaron en numerosas víctimas fatales y miles de heridos en ambos bandos.
Al mismo tiempo que el régimen estaba arrestando a un gran número de manifestantes pacíficos, varios terroristas islámicos fueron liberados por el régimen sirio.
Muchos analistas consideran que esta medida fue una estrategia para aumentar las tensiones y justificar una mayor represión, ya que estos terroristas pasaron a encabezar grupos extremistas en Siria, incluido el grupo del Estado Islámico.
La respuesta del régimen fue brutal. Si bien era necesario responder con firmeza frente al terrorismo, que comenzó a representar gran parte de la oposición, las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra todos los manifestantes, sin importar si eran pacíficos o violentos, lo que provocó una enorme escalada en la violencia desde todos los sectores.
Las imágenes de la represión se difundieron rápidamente, alimentando el descontento y el enojo en otras ciudades como Homs, Hama y Alepo, lo que empeoró la situación.
Lo que inicialmente fueron protestas por las reformas y en contra de al-Ásad se convirtió en una guerra civil debido a la escalada de las tensiones, tanto por la aparición de terroristas islámicos como por la violenta represión estatal.
A mediados de 2011, miles de manifestantes se unieron a grupos de resistencia, muchos de ellos organizados en el recién formado Ejército Libre Sirio (ELS), compuesto por desertores del ejército, civiles armados y hasta terroristas.
Al mismo tiempo, las fracturas sectarias y las tensiones étnicas comenzaron a salir a la luz, exacerbadas por la composición del núcleo del poder de al-Ásad, frente a una población mayoritariamente sunita.
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La respuesta del régimen sirio incluyó el uso de tanques, bombardeos aéreos y arrestos masivos. Se documentaron numerosas violaciones de derechos humanos por parte de todos los bandos, como torturas y fusilamientos.
Como si fuera poco, hay informes que registraron el uso de armas químicas por parte del régimen de al-Ásad contra la población civil en al menos 17 veces.
Además, actores externos comenzaron a involucrarse, con Irán y Hezbolá brindando apoyo al régimen, mientras que Turquía, Arabia Saudita y Catar respaldaron a la oposición, suministrando armas y financiamiento.
Desde entonces, Siria se convirtió en un campo de batalla que dejó cientos de miles de muertos, millones de desplazados, un país devastado y un sueño de "paz duradera" que sigue siendo un anhelo lejano.