El 90% de la población fue desplazada por el conflicto. Hay decenas de miles de muertos. La mayoría de los civiles vive en carpas.
La Franja de Gaza ya no es noticia. Un año después del brutal ataque terrorista de Hamas que masacró a 1200 personas y secuestró a otras 240 en el sur de Israel, el enclave palestino descendió al infierno. La represalia israelí, primero con bombardeos y luego con una ofensiva terrestre, provocó una devastación total y decenas de miles de víctimas.
La guerra sigue, pero las noticias se centran ahora en el Líbano y en un eventual enfrentamiento abierto entre Israel e Irán. Gaza quedó en un segundo plano. No hay periodistas extranjeros allí. El 90% de los 2,3 millones de habitantes fue desplazado. Viven apilados en carpas, entre edificios derrumbados o en cualquier lugar que sirva de refugio, siempre con el miedo a los drones y las bombas y la presencia aún latente de Hamas.
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“La situación es catastrófica. La gente no tiene dónde ir. No hay ningún lugar seguro. Es una película de terror. No encuentro las palabras para describirlo. Es muy triste”, dijo a TN la obstetra argentina Florencia Francisconi, integrante de Médicos sin Fronteras (MSF), que acaba de volver de una misión en Gaza.
Las imágenes que llegan desde el enclave son siempre las mismas. Edificios destruidos por las bombas y los combates, vastas zonas arrasadas, filas de civiles esperando recibir un plato de comida o un bidón con agua y ciudades enteras de carpas levantadas sobre la playa.
“Nuestra casa estaba a 100 metros del mar, en Khan Yunis, en el sur. Desde la ventana ves un mar de plástico. No ves nada más. Para donde mires es plástico. Ves algún espacio mínimo entre carpa y carpa y en esa rendija se divisa el mar. La playa es un gran campamento”, dijo Francisconi.
El territorio todavía está en guerra. Las fuerzas israelíes siguen realizando operativos contra remanentes de Hamas, responsables de la mayor masacre de judíos desde el Holocausto. Los palestinos responden que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza, lo que niega en forma tajante el gobierno de Benjamin Netanyahu, que reivindica su derecho a la defensa. Su objetivo es desmantelar al grupo armado islámico financiado por Irán.
El ministerio de Salud local, en manos de Hamas, calcula el número de muertos en más de 41.000, en su mayoría civiles. Miles de las víctimas son niños, según el reporte palestino negado por Israel.
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Las fuerzas israelíes dejaron la franja en una virtual tabla rasa. El sistema de agua y saneamiento simplemente colapsó. Atacaron infraestructura, la vasta red de túneles de Hamas, edificios, servicios básicos y hasta hospitales y escuelas, según denuncian fuentes palestinas. Israel sostiene que en los centros sanitarios y educativos se escondían los arsenales de Hamas y hasta los secuestrados que aún siguen en cautiverio en Gaza un año después, entre ellos ocho argentinos.
La presión internacional aumenta cada día. Investigadores de la ONU acusaron esta semana a Israel de “crímenes de guerra y contra la humanidad” por atacar deliberadamente las instalaciones de salud de la Franja de Gaza.
“Israel lleva a cabo una política concertada de destrucción del sistema de salud de Gaza en el marco de su ofensiva”, declaró en un comunicado la Comisión Internacional de Investigación Independiente de Naciones Unidas.
Francisconi estuvo dos semanas en Khan Yunis, en el sur del enclave. Volvió a la Argentina el 24 de septiembre. Entró por Rafah, en la frontera con Egipto.
“Queda poco en pie. Rafah está a nivel del suelo. Es una pila de escombros. No queda nada. Hay algunas zonas que tienen alguna que otra estructura en pie, pero en líneas generales está todo destruido o parcialmente destruido”, contó.
La situación sanitaria es terrible. La base de Médicos sin Fronteras en el área se encuentra en Khan Yunis, en el Nasser Medical Complex y en otros centros aledaños.
“Yo trabajo con la población más vulnerable: las mujeres y los recién nacidos. La situación es catastrófica. La mayoría de la población está viviendo en lo que en principio se denominó zona humanitaria, pero no hay ningún lugar seguro”, indicó.
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Francisconi dijo que los gazatíes viven apiñados en carpas con familias agrandadas. Los hospitales suelen activar en forma periódica protocolos por flujo masivo de pacientes, con una reorientación total de las actividades profesionales.
Las milicias de Hamas siguen activas, aunque fueron fuertemente diezmadas tras un año de guerra. Sus combatientes se esconden entre la población civil o en túneles aún activos. Los enfrentamientos son cada vez más esporádicos.
La ayuda humanitaria llega a cuentagotas. Escasean las medicinas, el agua y los alimentos.
“No llega hasta lo más básico como el jabón para lavarse las manos antes de atender o intervenir a un paciente. Tampoco hay gasas estériles, equipos de anestesia y concentradores de oxígeno”, comentó.
La especialista contó además que muchos pacientes tienen miedo de caminar al hospital de noche en una emergencia. También, después de parir, prefieren volver a su refugio y no quedarse en observación. “Tienen miedo de que les pase algo a su familia mientras no están”, afirmó.
“Vuelven caminando a vivir en su carpa, sin luz, sin letrinas. Es tristísimo. Otras mujeres sometidas a cesárea vuelven a sus refugios sin la analgesia adecuada, a dormir en el piso”, prosiguió.
La situación, según afirmó, no da para más. “Están al límite de lo que pueden aguantar”, concluyó.