En resumen, el Volkswagen Karmann Ghia 1600 es el ejemplo perfecto de cómo un auto puede trascender su rendimiento para convertirse en un ícono cultural. No fue el más rápido ni el más potente, pero sí uno de los más bellos y entrañables que Volkswagen haya producido. Valuado en £24,040
El Volkswagen Karmann Ghia 1600, producido entre 1965 y 1974, es una joya del diseño automotriz que logró combinar la confiabilidad mecánica del mítico Beetle con una estética seductora digna de una escultura rodante. Nacido de la colaboración entre Volkswagen, el carrocero alemán Karmann y el estudio de diseño italiano Ghia, este coupé encarna el ideal del auto deportivo accesible.
El Karmann Ghia es, ante todo, un auto que entra por los ojos. Su silueta fluida, de líneas redondeadas y proporciones armoniosas, fue un soplo de aire fresco en la austera Alemania de posguerra. El modelo 1600 (o Tipo 34) incorporó un diseño más moderno y anguloso, con faros cuadrados, detalles cromados y un perfil más robusto. Aunque menos popular que su hermano menor (el Tipo 14), el 1600 ganó adeptos por su carácter más exclusivo y su estilo más "gran turismo".
Bajo su cofre trasero, el Karmann Ghia 1600 alojaba un motor bóxer de 1.584 cc, refrigerado por aire, con una potencia de 60 caballos de fuerza. Esto le permitía alcanzar una velocidad máxima de aproximadamente 140 km/h. Si bien no era un bólido, el auto ofrecía una experiencia de manejo suave y placentera, ideal para paseos de fin de semana por rutas escénicas. La caja manual de cuatro velocidades respondía con precisión, y su bajo centro de gravedad le otorgaba una gran estabilidad en curvas.
El habitáculo del Karmann Ghia 1600 era simple pero bien logrado. Tapizados en vinilo, detalles en madera (en versiones de lujo) y un tablero funcional completaban una experiencia de conducción más emocional que tecnológica. La posición de manejo era cómoda, aunque el espacio trasero era limitado, como es típico en los coupés de su época.
Hoy en día, el Karmann Ghia 1600 es un codiciado clásico por coleccionistas y entusiastas. Su valor reside no solo en su estética atemporal, sino también en la fiabilidad mecánica heredada del Beetle. Su escasa producción (especialmente del Tipo 34) lo convierte en una pieza aún más apreciada.