La mansión, la colección de autos deportivos y los miles de millones de dólares de Sur Finanzas los investiga la Justicia. Pero el daño hecho al fútbol argentino por los dos dirigentes resulta imperdonable.
La cosa está enredada a propósito.
Acorralados por las investigaciones judiciales, Tapia y Toviggino recurrieron a una vieja táctica: "si no puedes convencerlos, confúndelos".
En eso están. Confundir, distraer, ocultar.
La tienen complicada. ¿Cómo esconder 54 autos de lujo, entre ellos una Ferrari valuada en más de US$ 500.000, y siete motos de colección? ¿Cómo disimular una mansión de más de 55.000 metros cuadrados a nombre de una jubilada y un monotributista con vínculos con la AFA?
En esa propiedad la policía encontró, entre otras cosas, un bolso con el logo de la AFA y el nombre de Pablo Toviggino, y una placa de agradecimiento del club Barracas Central. Nada menos que Barracas, el equipo de los Tapia, favorecido por los árbitros hasta el escándalo. Si hasta parece un chiste burdo.
A propósito, por ahora otro nombre clave en el desastre de la AFA evitó el escrutinio público: Federico Beligoy es la pata arbitral que da forma final al triángulo de poder.
Pero sigamos con las preguntas, ¿cómo oculta Tapia su vínculo con Ariel Vallejo, dueño de Sur Finanzas, financista de decenas de clubes?
La tesorera de la financiera fue detenida el viernes y se negó a declarar. No sabía qué decir hasta que alguien le aconsejó decir lo obvio: "Yo seguía órdenes".
¿Qué tiene para explicar Tapia de su estrecha relación con Vallejo?
Nada, según se desprende del comunicado de la AFA publicado este lunes.
Una larga parrafada que no responde lo que todos se preguntan, pero intenta ocultar los nombres detrás de la institucionalidad de la AFA, apropiarse de los triunfos de los clubes y las selecciones, y apelar a la victimización política.
Son perseguidos por los gobiernos "porque estamos haciendo las cosas demasiado bien", escribieron sin ironía.
Dicen: "Aún hoy insisten con presentarnos como la AFA peronista, cuando fuimos nosotros quienes no acompañamos con nuestra imagen la compulsa proselitista".
¿De dónde sale, entonces, lo de la AFA peronista?
Quizás haya influido este tuit de Toviggino antes de las últimas elecciones presidenciales: "Es la hora de mostrar públicamente el apoyo a @SergioMassa. Que cada uno de los Clubes del Fútbol Argentino se manifieste en defensa de sus Instituciones. NO A LAS SAD! No a la privatización del fútbol. Vamos Sergio querido, fuerza Compañero. Te necesita un País. MASSA PRESIDENTE".
O este otro de Chiqui Tapia luego de las elecciones legislativas en la provincia: "En este día tan importante quiero felicitar a @kicillofok y a todo su equipo de trabajo por el contundente triunfo en las elecciones legislativas. Este resultado representa un impulso clave para profundizar la transformación de la provincia. Que sigan los éxitos".
Acá se impone, sin embargo, una reflexión que también se desdibuja en la maraña. Lo inexcusable de la gestión de Tapia y Toviggino es que robaron lo más sagrado: la posibilidad de vivir el fútbol sin sospechas ni desconfianzas. Lo saben y lo sufren los dirigentes, entrenadores, futbolistas e hinchas.
No se trata de caer en ingenuidades. El fútbol siempre fue territorio de suspicacias, pero había un espacio de fe que sobrevivía a pesar de todo.
Esa frágil confianza compartida fue la que quebraron Tapia y Toviggino.
La justicia castigará o no su posible corrupción personal. Deberán explicar sus patrimonios difíciles de justificar. Problemas de ellos.
Pero el fútbol es mucho más importante que eso. Es la pasión compartida, la posibilidad de una única felicidad, nuestro paraíso entre tanto infierno.
Fue lo que ellos nos quitaron y será trabajoso y largo recuperar. Ningún hincha debería perdonárselos.

Chile sigue siendo un modo de la normalidad que la Argentina todavía no alcanzó, donde prima la continuidad, sorprendente para nuestra mirada, de la racionalidad macroeconómica.