Analistas La columna de Antonio Ginart

El escándalo que nadie quiere ver en la AFA

Otra vez la AFA, otra vez los mismos nombres, las mismas prácticas y el mismo silencio cómodo de muchos que miran para otro lado. Es un entramado donde se mezclan poder, plata, política. y una impunidad que ya parece estructural.

Martes, 16 de Diciembre de 2025

Otra vez el fútbol argentino en el centro de un escándalo. Otra vez la AFA, otra vez los mismos nombres, las mismas prácticas y el mismo silencio cómodo de muchos que miran para otro lado. Porque esto no es solo una historia de dirigentes deportivos. Es un entramado donde se mezclan poder, plata, política. y una impunidad que ya parece estructural.

En el centro de la escena aparece, como siempre, Claudio "Chiqui" Tapia, acompañado por su hombre fuerte, Pablo Toviggino, manejando los hilos de una AFA cada vez más cerrada, menos transparente y más parecida a un feudo. Contratos poco claros, manejos discrecionales de fondos, designaciones digitadas, premios, castigos y favores según quién obedece y quién se anima a levantar la cabeza.

¿Y qué es lo que se intentó ocultar? Básicamente, cómo se maneja el dinero, cómo se toman decisiones sin controles reales y cómo se usan los recursos del fútbol argentino para sostener poder, lealtades y silencios. Todo envuelto en discursos de gestión exitosa y títulos deportivos que funcionan como cortina de humo.

Pero ojo, porque acá no hay solo dos o tres nombres propios. Hay connivencia de los dirigentes de los clubes, muchos de ellos cómplices necesarios. Presidentes que se quejan en privado, pero levantan la mano cuando hay que votar. Que saben cómo funciona el sistema, pero prefieren no romperlo porque algo siempre les llega: un arbitraje favorable, un salvataje económico, un guiño desde el escritorio.

Y como si eso fuera poco, aparece la política, que históricamente metió mano en el fútbol argentino. Funcionarios que se sacan fotos, que bancan, que llaman por teléfono cuando hay problemas, porque el fútbol sigue siendo una herramienta de poder, de rosca y de negocio.

Ni hablar de ciertos sectores de la Justicia, que avanzan lento, miran de reojo o directamente cajonean causas. Porque cuando el fútbol se cruza con intereses grandes, investigar parece volverse incómodo.

Mientras tanto, el hincha queda afuera. El socio, el que paga la cuota, el que llena la cancha, el que cree que el fútbol es pasión y no una caja política. Y ese es el verdadero escándalo: que lo hayan naturalizado tanto que ya casi no sorprende.



El problema no es solo lo que pasó. El problema es todo lo que todavía no se quiere mostrar. Y hasta que eso no cambie, el fútbol argentino seguirá siendo rehén de los mismos de siempre.