El presidente de España está encerrado en una crisis acelerada por la corrupción. Y resulta insuficiente la cortina de humo de los 50 años del franquismo. El espejo iberoamericano de Nicolás Maduro y Cristina Kirchner.
Como el minotauro, Pedro Sánchez va quedando cada día un poco más atrapado en su laberinto.
El mismo que viene construyendo desde hace ocho años, cuando el Peugeot de aquella campaña electoral era una fiesta, cuando nadie sabía nada acerca de los puticlubs de su suegro y a su copiloto del PSOE, Santos Cerdán, no se le pasaba por la cabeza que un día iría a parar a la cárcel.
Y cuando parece que finalmente va a poder escapar, a Pedro se le aparece su esposa, Begoña Gómez, asfixiada por los contratos en los que hizo de lobbysta y que la tienen acorralada por un juez que no le suelta el pelo
Se va Begoña y se le cruza David, el hermano Sánchez al que le armaron un bajo cargo de cultura en un pueblo lejano como Badajoz, aunque no tan lejos como para que no le descubrieran queriendo vivir de la música y de un ingreso del generoso estado socialista español.
Por un momento, Pedro Sánchez creyó haber encontrado el hilo para escapar del laberinto.
Álvaro García Ortíz y Pedro Sánchez
El fiscal general que borraba sus mensajes
Por las manos del fiscal general, Alvaro García Ortiz, pasaba un expediente con tropiezos fiscales y facturas sospechosas del novio de Isabel Díaz Ayuso. Nada más y nada menos.
¿Qué más podía pedir? Un bocatto di cardinale. Una bala de plata para atravesar a la dama más temible del Partido Popular, la que no se asusta cuando la izquierda la trata de fascista y construye su amenazante castillo de mayorías absolutas en el Madrid moderno y multicultural.
Pero ni siquiera eso le ha servido a Pedro. La soberbia torpe de García Ortiz se apresuró a pasarle los datos secretos del enemigo a la prensa alcahueta, dejando los dedos marcados y el barro por el camino.
El Tribunal Supremo apenas tuvo que chequear los correos y los mensajes borrados de los teléfonos para dar con la maniobra. La trampa quedó expuesta al sol y el fiscal general terminó condenado y sin fiscalía.
Presidente Pedro Sánchez, dictador Francisco Franco.
La narcolepsia del franquismo no funcionó
Por eso, el laboratorio perverso de la factoría sanchista esperó su gran chance. La de los cincuenta años de la muerte de Francisco Franco, el dictador, la encarnación española del fascismo, el peor de la historia.
El gobierno se preparó para un festín de memoria histórica, la agenda oficial se emborrachó de actos recordatorios y la televisión pública, aquella que alguna vez fue símbolo de tolerancia política y hoy es la versión multimedia del Pravda, no deja minuto libre de la programación sin atizar con la dictadura franquista.
Ahora sí que Pedro Sánchez podía gozar de unos meses de vacaciones y olvidar la pesadilla de la corrupción estallándole en cada geiser. Y dejar que el torrente de anestesia franquista prolongue la narcolepsia de la España que disfruta el furor de Mercadona, de la pegada de Lamine Yamal y de la celebridad global de Rosalía.
El ministro que fue derecho a la prisión
Pero no. Pedro ha vuelto a tropezarse y la salida del laberinto parece cada vez más lejana. Allí están ahora su ex ministro, José Luis Ábalos, amenazando contar ante el juez y con lujo de detalles cómo era el festival de contratos amañados, de mordidas en efectivo y de chicas como premio exuberante para los campeones de la flexibilidad moral.
¿El feminismo militante de Yolanda Díaz, de Ione Belarra y de Irene Montero? Bien gracias.
Y muy a salvo en el desborde del presupuesto para silenciar a las aliadas de la izquierda ultra, pero oculto bajo la frazada oscura de los Aldama y los Koldos.
No es casual que el vengativo Ábalos haya ido con una mochila a la declaración del jueves negro delante del juez.
Allí llevaba la ropa para quedarse en prisión y los datos precisos sobre cómo se construía la red de favores, comisiones y compensaciones de la hipoteca sanchista.
Tantas horas dedicadas a planificar la memoria histórica del franquismo sin darse cuenta de que la verdadera tragedia para Pedro iba a ser la memoria histórica de Ábalos y su pandilla, que parecen recordar perfectamente cómo, cuándo y cuánto se pagó.
Hasta el incómodo Koldo García reivindica su propia memoria histórica porque no tuvo un segundo de duda cuando le preguntaron por aquel encuentro secreto de Pedro, Santos Cerdán y el pro etarra Arnaldo Otegui en un casero del país vasco para conseguir el número parlamentario que derrumbara a Mariano Rajoy y depositara al joven Pedro Sánchez en la Moncloa.
"Sí, esa reunión existió", admitió Koldo, poniendo en ridículo las negativas y las excusas de Pedro y sus secuaces. El pasado, como el presente y el futuro, también se resquebraja y resulta peor aún de lo que fue.
Cristina Kirchner, luego de la confirmación de su condena a prisión por corrupción.
Cristina Kirchner y Nicolás Maduro, las fotos temidas de Iberoamérica
Ahora Pedro Sánchez, sin dudas el dirigente más audaz y avezado de la España postpandemia, gasta las horas del fin de año buscando el enésimo hilo que lo saque del laberinto.
Una jugada como aquella de 2023, cuando sacó de la galera unas elecciones generales en el medio del verano que le permitieron respirar y seguir un tiempo más como presidente, aún sin poder ganar.
Sus enemigos, pero también sus aliados, sospechan que Pedro está al acecho de otra magia electoral que lo aleje del abismo.
A nadie le sorprendería otro arrebato electoral en el invierno o en la primavera de 2026 que le devuelva la iniciativa que ha perdido en el Parlamento. Mucho más ahora que los separatistas de Junts le retacean los votos enojados por la demora socialista en concretar la amnistía a los golpistas del 2017.
El universo iberoamericano está lleno de malos presagios para el tambaleante Pedro Sánchez.
Por allí donde mire, están el epílogo inevitable del chavista Nicolás Maduro, el exilio belga del ecuatoriano Rafael Correa y la prisión domiciliaria de la argentina Cristina Kirchner, condenada y confinada con una tobillera electrónica en un apartamento triste de Buenos Aires.
El temor de Pedro ahora es que el futuro lo conduzca a una de esas fotografías del fracaso. Ni siquiera lo ayudan esas gafas de Christian Dior con las que lució patético en el Congreso.
El problema para Sánchez es que ha perdido la frescura.
Las jugadas geniales se vuelven manotazos desesperados cuando solo se trata de mantenerse en el poder.
Para salir del laberinto, la leyenda cuenta que hay que haber dejado un hilo que sirva de guía en el regreso.
Pero Pedro no les ha hecho caso a los griegos. Ya no es el cuerpo de hombre con cabeza de toro de la mitología.
Ha perdido el hilo y queda claro que no puede escapar de su propia trampa.
Su esposa, su hermano y algunos de sus mejores amigos. Todos empiezan a imaginar cómo será la vida lejos del calor del poder. Desamparados, y en el hielo de un laberinto que los llena de terror.

Liset Luque, Presidenta de Alianza por Venezuela, habló en El Observador 107.9 sobre el dictador Nicolás Maduro y la tensión que existe con Estados Unidos.