Analistas La columna de Antonio Ginart

San José 1111: la casa donde la Justicia no toca timbre

Y mientras tanto, la señora se mueve como si nada. Reuniones políticas, posteos en redes, transmisiones, videos, comentarios, y hasta los famosos bailes en el balcón como si estuviera en una fiesta privada. 

Martes, 18 de Noviembre de 2025

Digámoslo sin vueltas: ¿Cristina Fernández de Kirchner está presa? Porque sinceramente, no parece. Uno pasa por San José 1111 y eso no se siente como la casa de alguien cumpliendo prisión domiciliaria; parece más bien la sede de un partido, un estudio de televisión y un co-working político todo mezclado. Entra y sale gente a cualquier hora, sin control, sin límite, sin la más mínima sensación de que haya una condena en curso.

Y mientras tanto, la señora se mueve como si nada. Reuniones políticas, posteos en redes, transmisiones, videos, comentarios, y hasta los famosos bailes en el balcón como si estuviera en una fiesta privada. La imagen es casi ofensiva: condenada por corrupción pero viviendo como si fuera una influencer encerrada por gusto y no por decisión judicial.

Ahora resulta que se reunió con nueve economistas para hablar del país, como si no hubiera sido justamente bajo sus gobiernos donde se gestó la terrible crisis que heredamos y donde se cocinaron las causas que hoy la tienen con sentencia. Y lo que más indigna es esa actitud de burla permanente: Cristina se ríe, disfruta, provoca. Es como si hubiera encontrado un nuevo deporte nacional: reírse de todos nosotros.

Y la pregunta es inevitable: ¿en qué país serio alguien condenado a seis años por corrupción, inhabilitación perpetua, con más de 500 millones de dólares reclamados, y además ahora enfrenta el juicio más grande de la historia argentina. vive así? En ninguno. Absolutamente en ninguno.

Lo de Argentina ya es casi un experimento sociológico: condenados VIP que no conocen la palabra "restricción", procesos que avanzan a paso de tortuga, y un Poder Judicial que parece tener un manual distinto según el apellido del acusado. Porque si fuera cualquier ciudadano común, ya lo sabemos: estaría encerrado de verdad, sin visitas políticas, sin reuniones estratégicas, sin redes sociales, sin bailes y sin cámaras.

Pero acá seguimos preguntándonos lo mismo de siempre:
¿Cuándo la justicia va a ser igual para todos?
Porque mientras haya condenas que no se cumplen, privilegios que se sostienen y una expresidenta que se pasea política y mediáticamente desde un departamento donde supuestamente está "detenida", la respuesta sigue siendo la de siempre: no hoy, no todavía, y no si todo sigue igual.

Y mientras tanto, Cristina juega, presiona, se mueve, mide, y tantea. Como si ya supiera que tiene margen, que nada le pesa, que total. acá siempre hay una vuelta para los de arriba.


Y eso es lo que más molesta.
No la bailada en el balcón.
No los economistas que entran.
No las selfies, ni los posteos.

Lo que indigna es la impunidad.
La sensación es que una condena firme en Argentina puede convertirse en un chiste.
Un chiste caro, obsceno, y encima, pagado por nosotros, el pueblo.