Analistas La columna de Antonio Ginart

¿Qué le pasa a nuestros chicos? Entre la violencia, las redes y el silencio 

Esa es la pregunta que más de uno se hace cuando escucha que en la puerta de un colegio hubo una pelea violenta, que dentro de un aula se armaron empujones y gritos, o que un adolescente terminó involucrado en una situación límite.

Jueves, 11 de Setiembre de 2025

¿Qué está pasando con nuestros chicos? Esa es la pregunta que más de uno se hace cuando escucha que en la puerta de un colegio hubo una pelea violenta, que dentro de un aula se armaron empujones y gritos, o que un adolescente terminó involucrado en una situación límite. Y la respuesta, aunque incómoda, no se puede seguir esquivando: algo estamos haciendo mal como sociedad, y ese error arranca en la casa y sigue en la escuela.

Porque seamos sinceros, muchos padres hoy parecen más ocupados en sus trabajos, en sus problemas o directamente en el celular que en sentarse a hablar con sus hijos. Y no se trata solo de preguntarles cómo les fue en el día, sino de estar presentes, de ponerles límites, de darles un espacio de escucha. La ausencia de esa base termina siendo caldo de cultivo para que las redes sociales, con toda su avalancha de mensajes tóxicos, terminen moldeando lo que piensan y sienten los chicos.

Los docentes, mientras tanto, quedan en el medio. A ellos les toca contener, educar y, de paso, aguantar situaciones que muchas veces superan cualquier manual de pedagogía. No es raro que se encuentren con aulas cargadas de tensión, con adolescentes que reproducen violencias que traen de afuera, o incluso con chicos que sienten que no tienen rumbo. Y ahí la pregunta se vuelve todavía más dura: ¿están las escuelas preparadas para acompañar esta realidad?

Según algunos estudios señalan que el suicidio ya es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años en nuestro país. No estamos hablando de un número frío, hablamos de vidas truncas, de familias destruidas, de proyectos que nunca llegaron a ser. Y lo más doloroso es que muchas veces esas señales estaban ahí, en el silencio, en el aislamiento, en un cambio de conducta que nadie supo leer o que se minimizó con un "ya se le va a pasar".


No podemos seguir delegando todo en los maestros, ni tampoco esperar que los chicos "aprendan solos a la fuerza". La educación empieza en casa, con el ejemplo, con la palabra justa, con la mirada que demuestra que alguien se preocupa. Y sigue en la escuela, sí, pero con la condición de que ambos mundos trabajen juntos.

Porque si no cortamos este círculo, lo que se viene es una generación cada vez más desconectada, con más violencia, con más soledad. Y ahí no habrá red social que maquille la realidad ni estadísticas que nos consuelen. La solución empieza en lo más básico: volver a estar cerca de los chicos, darles tiempo, contención y un horizonte claro. Lo que está en juego no es menor: se trata, ni más ni menos, del futuro.