Como bien decía Churchill, los errores, a veces, son el comienzo de un gran cambio cuando se los entiende de esa manera. ¿Habrá llegado ese momento?
"Todos los hombres cometen errores, pero solo los sabios aprenden de ellos."
WINSTON CHURCHILL
El escándalo en torno a la llamada "Cripto Milei" ha desatado un nuevo capítulo en la feroz batalla política que se libra en Argentina. Como ocurre con cada episodio de la gestión libertaria, la oposición ha intentado capitalizar el ruido mediático para desacreditar al gobierno, mientras que el oficialismo ha cometido, una vez más, un error no forzado que termina dándole argumentos a sus detractores.
El trasfondo de la polémica tiene su raíz en la viralización de una serie de anuncios en redes sociales en los que el presidente Javier Milei aparecía promoviendo inversiones en criptomonedas. La estrategia de utilizar la imagen de figuras públicas para este tipo de fraudes no es nueva y ha ocurrido con líderes políticos y empresarios de todo el mundo. Sin embargo, en este caso, la lentitud del gobierno para reaccionar y desmentir categóricamente la estafa generó un clima de incertidumbre que la oposición no dudó en explotar.
Los adversarios políticos de Milei, que desde el primer día han intentado instalar la idea de que el presidente carece de un plan de gobierno sólido, se apresuraron a vincularlo con la estafa, sugiriendo que la falta de acción oficial era una muestra de connivencia o, en el mejor de los casos, de negligencia. Lo cierto es que no hay evidencia alguna que vincule directamente al gobierno con esta maniobra fraudulenta, pero en política, la percepción es casi tan importante como la realidad.
El problema de fondo es doble. Por un lado, la mala fe de la oposición es evidente: aprovecha cualquier resquicio para sembrar dudas sobre la honestidad del gobierno, aun cuando no haya pruebas concretas, y trata de este modo de ocultar su propia corrupción pasada. Por otro lado, el oficialismo cometió un error estratégico al no desactivar el tema con la rapidez y contundencia necesarias. En una era de sobreinformación y fake news, la comunicación es clave, y en este caso, el gobierno quedó varios pasos atrás.
El aprendizaje que debería surgir de este episodio es claro: la administración Milei debe ser mucho más ágil en su respuesta ante este tipo de situaciones. La imagen presidencial no solo debe estar protegida desde lo legal, sino también desde la estrategia comunicacional. Permitir que una mentira se instale, aunque sea por unas horas, en el debate público puede ser costoso en términos de credibilidad y confianza, y más aún si quien está en el centro de la polémica es el Presidente. La oposición sigue buscando cualquier resquicio para erosionar la legitimidad del gobierno, por lo que Milei y su equipo tienen la responsabilidad de evitar errores no forzados. La lucha no solo se libra en el terreno económico o legislativo, sino también en la percepción pública, y en esa batalla, la velocidad y la claridad son esenciales.
Ahora bien, quienes critican o castigan son los ladrones más grandes que ha tenido Argentina, muchos de los cuales se esconden en escaños mal obtenidos o en el resguardo de empresas apoderadas ilegalmente, ante la nula observancia de un Estado bobo y corrupto.
Quizás este error no forzado logre algunas cosas necesarias: un mayor acercamiento con el PRO y la convicción de ir a la batalla final, cuyo momento ha llegado. "Los muchachos" no van a dejar pasar ningún error. Esto obliga al presidente a unir esfuerzos y voluntades ideológicamente cercanas para ir en busca de un resultado esperado: la derrota total de los corruptos y los estado-dependientes.
En esta categoría entran muchos: políticos, funcionarios, empresarios y más. ¿Será esta la gota que rebalse el vaso? A lo largo de la historia, ese ha sido el desencadenante de todos los conflictos y guerras. Está en Milei interpretarlo y ejecutarlo. Debe saber diferenciar amigos de enemigos o falsos acompañantes y conducir, como lo ha hecho hasta ahora, a este país hacia una nueva, moderna e internacionalizada posición.
Como bien decía Churchill, los errores, a veces, son el comienzo de un gran cambio cuando se los entiende de esa manera. ¿Habrá llegado ese momento? Si así fuera, los falsos extorsionadores sufrirán las consecuencias de su soberbia barata y pobre.
La realidad de muchos.
WCH
Mirar demasiado lejos, bien dice Churchill, es un gran error, y ya muchos se han equivocado con los pronósticos sobre este gobierno.