Argentina Furor en el 2000

Los secretos de El diario de Bridget Jones: prejuicios, polémicas y el vínculo de Renée Zellweger con Hugh Grant

La primera aventura de la atípica heroína británica no estuvo exenta de críticas y controversias. Pero se impuso como una buena comedia gracias al carisma de sus protagonistas y algunas situaciones que quedaron para el recuerdo

Domingo, 1 de Enero de 2023
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En el año 2000, Renee Zellweger ya era una cara conocida. En 1996 había interpretado a la novia de Tom Cruise en Jerry Maguire y luego a la de Jim Carrey en Irene, yo y mi otro yo, película que terminó con el romance real de ambos actores. La texana andaba buscando un guion que la sacara del arte de actuar de sí misma cuando recibió El diario de Bridget Jones, una adaptación del best seller de Helen Fielding.

El papel de Bridget le daba un poco de miedo. No era fácil interpretar a una soltera de 30 años, que bebía y fumaba demasiado y estaba obsesionada por conseguir pareja. A sus dudas se sumó una polémica. En Inglaterra hubo controversia cuando se supo que Zellweger, una auténtica yanqui, era la elegida para interpretar a una archibritánica como Bridget.

La gran “culpable” de esta elección fue Sharon Maguire, la directora del film, que reconocía que sufrió “pesadillas y más de una noche de insomnio” por su elección. Y eso que se resistió. Antes de contratar a Renee realizó varias pruebas con artistas británicas. “Pero cuando ella entró a la prueba, lo supe. Es perfecta, me dije, pero es texana… ¿qué podemos hacer?”. Zellweger le juró: “Voy a conseguir dominar el acento inglés y trabajaré muy duro para ello”. Y cumplió su promesa.

La actriz hizo maletas, dejó Los Ángeles, se olvidó de su Texas natal y se instaló tres meses en Londres, algo que convengamos no parece muy sacrificado. Lo que fue sacrificado es que se instaló no como turista sino como estudiante, se sumergió en la cultura londinense y estudió las peculiaridades idiomáticas. Durante los siete meses que duró su estadía solo habló con acento inglés. “Fue todo muy técnico. Querían un acento específico, de una clase social en particular y de una zona particular de Londres”, recordaría para The New York Times.

Para perfeccionar su acento y ver cómo era trabajar en la vida real de lo que luego haría en pantalla, consiguió una pasantía como asistente en una editorial londinense. Bajo el nombre de Bridget Cavendish trabajó tan bien y sin ser reconocida que una compañera pidió que la contraten y se llevó tan bien con su jefe que lo invitó a hacer de extra en una de las escenas de El diario, algo que el hombre aceptó divertido.

Una pequeña prueba le confirmó a Zellweger que su aprendizaje marchaba very perfect. El día que conoció a Hugh Grant, un auténtico inglés nacido y criado, se dirigió a él con su nuevo acento y el actor no encontró motivo para corregir. Al que no le gustaba este nuevo acento era a Carrey, su entonces novio, que la llamaba día por medio desde los Estados Unidos y le rogaba que hablara como la texana que conocía y no como la londinense que desconocía.

Para ser Bridget, Zellweger además debió aumentar de peso. “Fue una elección de personaje, una forma de reflejar a través del cuerpo un estilo diferente del mío y Bridget Jones realmente tiene un estilo de vida distinto”, explicaba sobre su cambio corporal. Así esta mujer de contextura pequeña que con tacos alcanza el metro sesenta y pesa 48 kilos, aceptó agregar 12 kilos a su cuerpo. La receta para subir de peso fue sencilla y eficaz: tres comidas diarias, muchos dulces y nada de ejercicio.

Si Zellweger logra que Bridget sea querible, hay que reconocer lo mismo de los dos actores que la secundaron. Solo alguien con el oficio de Colin Firth logra que Mark Darcy, ese abogado aburrido, irritable y desangelado, nos parezca divertido, amable y hasta ¡un sex symbol!

En el set no surgió el amor pero sí una gran amistad entre Zellweger y Grant, tanto que él la describió como “una de las pocas actrices con las que no me he peleado”. Cuando terminó el trabajo, el vínculo siguió. “Nos llevamos muy bien juntos y todavía intercambiamos correos electrónicos largos. Los suyos, en particular, al menos 70 páginas cada uno, material interesante pero difícil de descifrar. Ella es genial”, contó el actor. Y eso que al comienzo desconfiaba de que la rubia fuera la adecuada para el papel. “No conocía a Renée Zellweger y pensé: ‘¿Una texana interpretando un personaje británico?’. Parecía forzado”, dijo para recordar con humor que el primer “Good” de la actriz le sonó a la princesa Ana, la hija de la reina Isabel.

Cuando la película se estrenó muchos quedaron encantados con esa mujer independiente con un trabajo estable, un departamento propio y un grupo de incondicionales amigos e inclasificables padres, pero todos siempre dispuestos a echar una mano. Cuando acude a un evento familiar de Navidad vestida como conejita de Playboy pensando que se trataba de una fiesta de disfraces, la protagonista resulta tan encantadora que transforma un momento vergonzante en otro gracioso.

Bridget es la heroína que vengaba a las “perdedoras”, la que sabía que un hombre jamás es la solución pero puede ser una gran ayuda y aunque entre sus propósitos estaba bajar de peso, se desmarcaba del modelo anoréxico tan impuesto a fines del siglo XX. Bridget era un poco esa Cenicienta que no conseguía un príncipe pero sí un novio que decía amarla “tal cual es” y eso incluía sus chambonadas como arrojarse en paracaídas y caer en un chiquero o usar ropa interior de la época victoriana. Bridget no era una tonta que quería pasar por inteligente sino una chica inteligente que -como la mayoría de los mortales- hacía tonterías. Era la que lidiaba con unos padres que tenían actitudes de hijos y la que mientras esperaba un buen amor se enganchaba con otro farsante, ególatra pero encantadoramente irresistible.

Sí, muchos amaron a Bridget, pero también recibió feroces críticas. La más fuerte se centraba en que solo buscaba pareja. Como Bridget no podía hablar fue Renée quien se encargó de dejar su punto de vista más que claro. “La película es la búsqueda de saber quién eres, de tratar de definirte a ti mismo y descubrir qué te hace feliz en la vida. No creo que sea un revés para las mujeres. Bridget realmente se encuentra a sí misma, por sí misma. Decide ser feliz ahora y no en un mito proyectado de lo que el futuro podría deparar y lo que la felicidad le podría traer. Ella florece, y si ese no es un mensaje feminista positivo, no sé lo que es”.

Al fin de cuentas y por más cursi que nos parezca ¿a quién no le gustaría protagonizar este diálogo con esa persona que nos defraudó?

Daniel Cleaver: —Si no me sale bien contigo, no me saldrá bien con nadie.

Bridget Jones: —Esta oferta no acaba de satisfacerme. No estoy dispuesta a poner en juego toda mi vida por alguien que no está seguro. Como dijiste una vez: todavía busco algo más extraordinario.