San Martín y Remedios de Escalada tuvieron un amor intenso. Debieron luchar contra la opinión de los suegros del Padre de la Patria. El soldado despechado que amaba a Remedios y eligió partir al Ejército del norte, bajo el mando de Belgrado, para tratar de olvidar.
Parece una novela y lo que sigue podría ser la primera parte de un relato que nada tiene de ficción. “Vuelve, todo vuelve” podría llamarse esta introducción.
Cuenta la historia que a los Escalada y de la Quintana el pasado les cobró una deuda pendiente. Y sobre todo a Tomasa de la Quintana, la suegra de ese “soldadote plebeyo” como llamaba a José de San Martín.
Resulta que tiempo atrás de que Remedios conociera a San Martín, “el novio no querido”, y rompiera su compromiso con Gervasio Dorna, “el deseado”, los Escalada y de la Quintana (Antonio Escalada y Tomasa de la Quintana padres de Remedios) fueron padrinos de un casamiento no consentido por el padre de una señorita que, acarreando un noviazgo a escondidas y hasta desafiando a las autoridades, tuvo que pagar en un calabozo su determinación. Pero al final triunfó el amor.
Los rebeldes novios eran Ángela Castelli Lynch y Francisco Javier Igarzábal. Gran revuelo se armó ya que Juan José Castelli, padre de Ángela e integrante de la Primera Junta para nada concordaba con la relación de su hija con un acérrimo saavedrista como Igarzábal.
Recordemos que al tiempo de consumarse la Revolución de Mayo una interna entre los miembros de la Junta afloró virulentamente: por un lado, Moreno y Castelli enfrentados a Saavedra quien tras la derrota de Huaqui culpó a Castelli, jefe de esa expedición, de la pérdida de Alto Perú separándolo del ejército y lo mandó a juicio. Castelli nunca perdonó a Saavedra, ni a Igarzábal su yerno, mucho menos a los cómplices padrinos Escalada y de la Quintana que lo traicionaron, ni tampoco a Ángela. Lamentablemente tras un cáncer de lengua pronto morirá Castelli (octubre de 1812). Quien también fallecerá al tiempo será su yerno Igarzábal.
Mientras tanto, Ángela logrará rehacer su vida junto al coronel Antonio Rodríguez quien murió en 1827. Se dará una tercera oportunidad matrimonial con Samuel Lea quien la acompañará hasta 1865 cuando él falleciera. Ángela ya no volverá a casarse más. Murió en 1876. Pero esto será otra historia.
Lo cierto es que, en el transcurso del tiempo relatado, como “cosa e’ mandinga” los padres de Remedios habían probado de su propia medicina y constantemente recordaban las maldiciones predichas del prócer Castelli. Remedios se había enamorado de San Martín y ellos ahora eran quienes tenían que lidiar con un yerno que “supuestamente” no le convenía a la nena. “Si ves al futuro, dile que no venga”, escribió un deprimido Castelli en su lecho moribundo. Obvio que no era para Doña Tomasa; pero...
“Si mi edecán no cena en esta mesa con nosotros, me iré con él a comer a la cocina”. Así habría empezado la relación entre Doña Tomasa y su yerno José de San Martín con motivo de una invitación a la casa de la familia de Remedios. Era la usanza tradicional de esa época que los anfitriones tenían la potestad de disponer quien se sentaba a la mesa principal.
Lo concreto fue que Tomasa siempre estuvo convencida que a Remedios le hubiera convenido mucho más continuar el noviazgo con Gervasio Antonio Josef María Dorna, hijo de un millonario comerciante y hacendado andaluz.
Gervasio había tenido una valiente participación defendiendo a Buenos Aires en las invasiones inglesas llegando a convertirse en teniente y descubriendo en las milicias su verdadera vocación. El muchacho no quería saber nada con los comercios y los campos de su padre. Había encontrado en las armas su verdadera pasión y en paralelo descubrió su otro amor: Remedios.
Pero la vida nos da sorpresas. Las tertulias y reuniones en los amplios salones de las casonas porteñas eran habituales. Será en una de estas fiestas, precisamente en la lujosa casa de los Escalada donde Carlos de Alvear presentará a Remedios al recién llegado José de San Martín. Ella quedó deslumbrada. No dejaron de seguirse con la mirada en toda la noche. La joven como buena anfitriona y siguiendo los protocolos familiares no desatendió a ningún invitado con dulces, licores y vinos. Aunque indudablemente algunos como José de San Martín debieron haber recibido alguna consideración especial. Mientras tanto San Martín confesará a Mariano Necochea: “esa mujer me ha mirado para toda la vida”. Se había formado una pareja.
Eran tiempos donde el minué, la contradanza, el paspié eran los bailes del esparcimiento aristocrático porteño. Buena oportunidad entonces para que San Martín deslumbrará hablando y bailando el vals, esa nueva música recién llegada de Europa, escandalosa para algunos porque se bailaba agarrados. Eran tiempos desafiantes. Tiempo de revoluciones. “Tiempo de vals” para Remedios y San Martín.
Gervasio Dorna había quedado desconsolado. Se sentía humillado. No alcanzaba el consuelo de su exsuegra que constantemente repetía cómo ese morocho, sin abolengo, con una aberrante tonada española pudo haber conquistado a Remedios.
Y así fue. Entonces, Gervasio partirá (acompañado solamente por el negro esclavo Florentino) hasta Potosí a sumarse al ejército de Belgrano. Recorrió despechado los 1.600 kilómetros que separan al puerto de Buenos Aires de Jujuy, donde encontró al creador de la bandera que llevaba adelante la segunda expedición al Alto Perú.
Estaba abatido y con una enorme pena. Belgrano conocido de su familia lo nombró su ayudante de campo. Había viajado meses para terminar muriendo en la batalla de Vilcapugio (1 de octubre de 1813) “con honor, como los hijos de la Patria que prefieren la muerte a los grillos de la esclavitud” (según parte de guerra firmado por Belgrano).
Y aunque Tomasa se retorciera de bronca, los novios se casaron el 12 de diciembre de 1812 en la catedral de Buenos Aires donde contraían enlace los miembros de la alta sociedad porteña. Fueron sus padrinos Carmen Quintanilla y Carlos de Alvear, aquel pariente y compañero de viajes en la fragata Canning, integrante con San Martín de la logia Lautaro y quien presentará a los novios en la casa de los Escalada, donde vaya casualidad también se realizó la fiesta de boda de Remedios y José. Será también Alvear a posteriori su más férreo adversario en tiempos de San Martín en Mendoza.
Mientras tanto el suegro de San Martín, Don Antonio Escalada miraba con ojos más permisivos esa boda. Como si hasta le conviniera. Obvio, no podía decirlo muy fuerte. Él era proveedor del estado. Casado en primeras nupcias con Petrona Salcedo Silva de cuyo matrimonio nacieron tres hijos (entre ellos dos niñas: María Eugenia y María Luisa) y en consecuencia estaba más curtido en eso de vincularse con yernos. De su matrimonio con Tomasa nacerán: Manuel. José Ignacio, Remedios, Eugenia y Mariano. De los cuales Manuel y Mariano fueron camaradas de armas de San Martín, quien terminó siendo su jefe en los Granaderos. Para qué enojarnos entonces, habrá pensado astutamente Antonio.
Lo que sigue será historia consabida. Tras la luna de miel en la estancia de su cuñado José Demaría (casado con Eugenia) empezarán a escribirse notas relevantes en la vida de San Martín. Habrá una página histórica determinante tras el triunfo de San Lorenzo, y esa será su llegada a Mendoza, “la que acunó la libertad”, la que acunará a la infanta Merceditas y verá partir a Remedios para siempre, quien hasta en su último suspiro moribunda siguió esperando a José.