Columnista invitada (*) l Audiencias reiteradas, declaraciones difíciles y una espera cargada de incertidumbre. El recorrido no solo genera un profundo desgaste emocional, sino también consecuencias físicas que requieren atención y acompañamiento.
Cada vez que una víctima debe dar testimonio o recordar los hechos, el cerebro activa las mismas áreas implicadas durante la experiencia traumática inicial. Esto produce ansiedad intensa, recuerdos intrusivos y síntomas depresivos.
La lentitud de los procesos judiciales también repercute en el ánimo: los tiempos son irregulares y generan altibajos emocionales, sentimientos de frustración, agotamiento físico y mental. Con el paso del tiempo, esto puede transformarse en apatía, desmotivación y pérdida de energía vital.
El estrés crónico asociado a los juicios no solo afecta la mente, también repercute en el organismo. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran:
Este vínculo entre estrés y salud física muestra la importancia de un abordaje integral durante todo el proceso judicial.
Para atravesar estas instancias de la manera más saludable posible, los especialistas recomendamos:
Los procesos judiciales deben contemplar no solo la búsqueda de justicia, sino también la protección integral de la salud mental de quienes los atraviesan. Entender lo que sucede en la mente y el cuerpo durante este tiempo permite prevenir quiebres emocionales y promover la resiliencia.
Además del acompañamiento psicológico, los especialistas destacamos la importancia de que el sistema judicial incorpore una perspectiva de salud integral. Protocolos más ágiles, entornos de declaración protegidos y profesionales capacitados en trauma podrían disminuir el impacto negativo, permitiendo que la búsqueda de justicia no se transforme en una nueva forma de violencia.
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