Aunque el invierno aún no comenzó oficialmente, las bajas temperaturas ya impactan en el cuerpo, el humor y los vínculos.
Todavía falta para el 21 de junio, fecha en que comienza oficialmente el invierno en el hemisferio sur. Sin embargo, un Trastorno Afectivo Estacional (TAE), una forma de depresión que aparece con la llegada del frío y la reducción de horas de luz solar.
En los países donde el invierno es más crudo, el TAE afecta hasta al 3% de la población. El cuadro suele aparecer entre los 18 y 30 años, y se presenta con más frecuencia en mujeres. Aun sin diagnóstico clínico, muchas personas experimentan síntomas leves de este tipo durante los meses fríos.
El frío no sólo impacta en el humor. Estudios recientes revelan que durante el otoño y el invierno aumentan otras conductas y reacciones físicas:
Estos comportamientos podrían tener raíces biológicas, pero también están influidos por prácticas culturales, como la cercanía de fechas especiales o el refugio emocional en tiempos fríos.
Es importante no subestimar el malestar emocional que puede surgir con el frío anticipado. Si los síntomas persisten y afectan la vida cotidiana, es recomendable consultar con un médico o profesional de la salud mental. La terapia con luz, el ejercicio regular, una dieta equilibrada y mantener rutinas de descanso son estrategias efectivas para mejorar el ánimo.
"Quienes sufren deben saber que existen tratamientos efectivos para este trastorno", remarca Terman, y destaca que la clave está en detectar el patrón estacional y actuar a tiempo.
Fuente: TN
a finales del otoño y durante el invierno", explica el doctor Michael Terman, psicólogo clínico estadounidense y presidente del Centro de Terapéutica Ambiental. Los síntomas iniciales incluyen cansancio persistente, dificultad para levantarse por la mañana, antojos de carbohidratos y aumento de peso. En muchos casos, estos signos preceden a una depresión más profunda, marcada por apatía, ansiedad y aislamiento.Algunos científicos relacionan este fenómeno con respuestas biológicas heredadas de nuestros antepasados. En épocas frías y con menos alimentos disponibles, conservar energía era clave. El cuerpo reducía su actividad y priorizaba funciones básicas. Esa reacción adaptativa podría seguir presente hoy, aun cuando ya no hay escasez de alimentos.
La luz natural desempeña un papel central. La exposición limitada altera la producción de serotonina, un neurotransmisor que regula el humor. Pasar mucho tiempo en interiores, algo común en jornadas frías, agrava la situación. "Estar encerrado durante largos periodos con niveles bajos de luz ambiental crea una especie de invierno perpetuo que impide la recuperación natural del estado de ánimo", advierte Terman.