Cuáles son los motivos más frecuentes
Muchas personas tienen las manos frías durante todo el año debido a una serie de causas que pueden variar desde la propia genética —tendencia hereditaria— hasta alguna enfermedad crónica.
Entre las razones benignas más comunes se incluyen por ejemplo el pertenecer a la tercera edad (los ancianos son más propensos a tener un metabolismo más lento) o tener una constitución delgada (cuanto menos musculatura y menos grasa, menos protegidos estamos).
Para algunos, un simple cambio en su estilo de vida puede ayudar a mejorar esta situación: por ejemplo, evitando la nicotina y la cafeína, culpables de contraer los vasos sanguíneos, o haciendo ejercicio regularmente para favorecer la circulación.
Sin embargo, si por lo general tiene siempre las manos frías o adormecidas, es conveniente consultar a un médico para descartar otras causas más graves. Tener las manos frías es uno de los síntomas de anemia o hipotiroidismo. La diabetes, que reduce la circulación sanguínea, también puede desencadenarla y si se está delicado del corazón por padecer una enfermedad cardíaca, el organismo priorizará el envío de sangre hacia el corazón antes que a las extremidades.
Para otros, es síntoma de una afección inofensiva llamada enfermedad de Raynaud. Cuando nos exponemos al frío, el cuerpo pone en marcha un mecanismo de supervivencia activando los músculos y contrayendo los vasos sanguíneos haciéndolos más estrechos para mantener así el flujo sanguíneo y, por tanto, conservar el calor en el cuerpo. Para quienes sufren el fenómeno de Raynaud, esta reacción resulta demasiado agresiva y en vez de llegar un poco menos de sangre a los dedos, apenas les llega nada.
Una característica de la enfermedad es el cambio de color en los dedos: primero se tornan blancos por la insuficiencia de flujo sanguíneo; después azules por la falta de oxígeno y por último rojos cuando la sangre vuelve a circular hacia ellos. Los síntomas aparecen cuando nos exponemos al aire frío del invierno, permanecemos en un espacio climatizado en verano o cuando agarramos un objeto congelado.
Es más común en mujeres y personas mayores de 30 años. De hecho, si aparecen síntomas a una edad más avanzada, generalmente después de los 40, puede ser un indicativo de otro problema subyacente asociado a una enfermedad menor —como un incidente de congelación anterior, la aparición del síndrome del túnel carpiano o un efecto secundario de medicamentos como los betabloqueantes o algunos otros para la migraña— o, de una afección autoinmune más grave, como el lupus.