El revés electoral en la provincia de Buenos Aires, los vetos presidenciales y el surgimiento de Provincias Unidas tensionan la relación del Gobierno con el Congreso y los mandatarios provinciales. El PRO y Mauricio Macri evalúan su rol de cara a 2027.
Desde el regreso de la democracia, los presidentes argentinos suelen chocar con el humor social al no leer a tiempo las señales políticas. Javier Milei no escapó a esa lógica: tras ilusionarse con un "empate técnico", La Libertad Avanza cayó por más de 13 puntos frente a Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires. El alto ausentismo electoral reflejó desencanto y frustración ciudadana.
El golpe llegó en un contexto adverso: el escándalo de la criptomoneda Libra, los audios del exdirector de la ANDIS Diego Spagnuolo y la política de vetos que enfrentó al oficialismo con la oposición. La respuesta del Presidente fue endurecerse: al día siguiente bloqueó la ley de financiamiento universitario, la emergencia pediátrica -conocida como ley Garrahan- y el reparto de los Aportes del Tesoro de la Nación (ATN).
La reacción fue inmediata. Universitarios y trabajadores de la salud anunciaron movilizaciones, mientras un grupo de gobernadores se consolidaba como un nuevo polo de poder. Provincias Unidas (PU), liderada por Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro, Ignacio Torres, Carlos Sadir, Gustavo Valdés y Claudio Vidal, con el respaldo de Juan Schiaretti, advirtió que no acompañará al Gobierno sin diálogo y consensos. Su reclamo incluye fondos para rutas nacionales y provinciales, además de los ATN.
Milei, en tanto, buscó mostrarse con aliados como Rogelio Frigerio, Alfredo Cornejo y Leandro Zdero, aunque incluso ellos comparten críticas puntuales. PU, por su parte, ya anticipó que avanzará contra los vetos a la ley universitaria y a la ley Garrahan.
La tensión no se limita a las provincias. Mauricio Macri, en silencio tras las elecciones, comenzó a mover piezas en el PRO. Su objetivo: recomponer la identidad partidaria con miras a 2027, sin renunciar al apoyo a la gobernabilidad de Milei, pero marcando límites frente a vetos y decretos que generan incertidumbre en los mercados.
El gran interrogante es Axel Kicillof. El gobernador bonaerense deberá definir si rompe definitivamente con Cristina Kirchner para proyectarse hacia 2027 o si se mantiene bajo la sombra del kirchnerismo.
Mientras tanto, Milei insiste en que lo sucedido en Buenos Aires fue apenas un traspié. Aferrado a su motosierra y al respaldo popular que espera recuperar en octubre, confía en que el rumbo económico y político encontrará validación en las urnas, aun cuando los gobernadores, la oposición y los mercados le exigen señales de previsibilidad.