Otra vez la central obrera en la calle, otra vez el discurso grandilocuente, otra vez el "defendemos a los trabajadores". Y otra vez la misma pregunta flotando en el aire: ¿qué hizo la CGT, en todos estos años, para facilitar el trabajo?
Hay protestas que llaman la atención, y hay otras que directamente suenan a déjà vu. La de la CGT contra la reforma laboral entra, sin dudas, en el segundo grupo. Otra vez la central obrera en la calle, otra vez el discurso grandilocuente, otra vez el "defendemos a los trabajadores". Y otra vez la misma pregunta flotando en el aire: ¿qué hizo la CGT, en todos estos años, para facilitar el trabajo?
Porque si vamos a los hechos, y no al relato, cuesta encontrar políticas concretas impulsadas por la CGT para generar más empleo formal. Argentina tiene casi la mitad de su economía en negro, millones de trabajadores sin derechos y miles de pymes que no se animan a tomar a alguien por miedo a un juicio laboral. ¿Dónde estuvo la CGT cuando ese sistema se volvió una trampa para todos? Silencio. O peor: comodidad.
Nunca escuchamos a la CGT proponer seriamente un esquema más flexible para que las pequeñas empresas puedan contratar. Nunca los vimos sentarse con los empresarios a pensar cómo crear trabajo genuino, moderno, adaptado a los tiempos que corren. La articulación, si existe, parece limitada a la rosca y no a soluciones reales.
Eso sí, cuando se toca algo que puede afectar la estructura sindical, ahí aparecen los bombos, los micros y los discursos encendidos. Porque seamos claros: lo que más les molesta no es la defensa del trabajador, es la defensa de la caja. La cuota sindical automática, el poder de intermediación, el control del sistema. Cuando el trabajador tiene más libertad, el sindicato pierde negocio. Y eso, evidentemente, incomoda.
Mientras tanto, el mundo del trabajo cambió. Hay nuevas formas de empleo, nuevas tecnologías, nuevas demandas. Pero la CGT sigue parada en un modelo de hace cuarenta años, como si nada hubiera pasado. Defienden un esquema que dejó afuera a millones, pero se presentan como los guardianes de los derechos.
La reforma laboral, con errores y aciertos, al menos pone el tema sobre la mesa. Plantea una discusión que la dirigencia sindical se negó a dar durante décadas. Modernizar no es precarizar, aunque así lo vendan. Modernizar es reconocer que el sistema actual no funciona.
La pregunta, entonces, es simple y directa: ¿la CGT quiere defender al trabajador o defender su estructura? ¿Quiere más empleo o más poder? Porque salir a la calle es fácil. Lo difícil es hacerse cargo del desastre que ayudaron a construir. Y de eso, por ahora, no se hacen cargo.