Mendoza Se supo

Café con rosca: Mendoza, enigmática

Llegó el grandote ocupando espacio incluso antes de sentarse. Dice ser asesor legislativo, y técnicamente no miente. Pero sus amigos saben que su verdadero trabajo ocurre en pasillos, estacionamientos y oficinas sin cartel. 

Domingo, 14 de Diciembre de 2025

Como todos los jueves, sin excepción, a las siete en punto de la tarde, la vieja cafetería de Aldo volvió a parecerse a sí misma. No importaba si llovía, si había paro, si el país ardía o si la política simulaba calma: a esa hora exacta, la mesa del fondo -la que cojeaba apenas y tenía una quemadura circular de cigarrillo- estaba reservada para ellos.

Aldo no anota la reserva en ningún lado. No hace falta. El ritual es tan firme como la máquina de café italiana que resopla desde los años noventa. Apenas veía entrar al primero, ya sabía que en menos de cinco minutos llegarían los otros tres. Hernán también lo sabía. Por eso preparaba cuatro pocillos y ensayaba esa cara de "yo no escuché nada" que con los años había perfeccionado.

El primero, como casi siempre, fue Gastón, el magistrado. Traje gastado, portafolio demasiado lleno de papeles ajenos y expresión de cansancio serio que solo tienen quienes hacen el trabajo de otros. No es juez, pero en su juzgado nadie duda de quién llevaba el timón. El juez titular no aparece nunca. En la mesa del café, eso le vale el apodo y cierta autoridad moral que él finge no disfrutar.

Después llegó el grandote. Ocupando espacio incluso antes de sentarse. Dice ser asesor legislativo, y técnicamente no miente. Pero sus amigos saben que su verdadero trabajo ocurre en pasillos, estacionamientos y oficinas sin cartel. 

El flaco apareció tercero, mirando el celular y con su clásica sonrisa que no revela nada. Es el político profesional del grupo. Ha pasado por más partidos que cafés tiene la carta de Aldo, pero siempre, con los dedos en V. "Coherencia ideológica", dice, y levanta las cejas. Nadie le cree del todo, pero nadie puede negar que siempre cae bien parado.

-El PRO está recalculando -dijo, antes de sentarse-. Y tarde.

-No es recalcular -corrigió Gastón-. Es aceptar la realidad. En Mendoza, este 2025 les mostró que yendo por fuera de Cambia Mendoza y de la Libertad Avanza no llegan ni a la esquina.

El grandote sonrió. Conocía esa conclusión desde antes de que se escribieran los números.

-Se dieron cuenta de que solitos no podían -agregó-. Y que en febrero se comían una paliza.

El flaco asintió y ahí sí se sentó.

El último en llegar fue el innombrable. Nunca tarde, nunca temprano. Todos conocen su nombre y su apellido. Pero jamás lo usan. No por miedo exactamente, sino por una superstición compartida: decirlo en voz alta es como invocar algo que después no se puede controlar. El innombrable sabe. Siempre sabe. A veces, antes de que algo pase. 

-¿Arrancamos? -dijo Hernán, dejando los cafés como quien pone fichas sobre un tablero. Dos cortados en jarrito para Gastón y el innombrable, un café chico bien cargado para el flaco; y un café con leche con una medialuna para el grandote.

-En Luján, el 22 de febrero no es una elección más. -afirmó el innombrable- Concejales, sí, pero marca clima. El intendente está encabezando la negociación para volver a armar la ensalada: PRO, PD, LLA y CM. Todo junto de nuevo, todo mezclado.

-Un Frankenstein político -murmuró Gastón.

-Un Frankenstein necesario -corrigió el grandote-. Y no solo en Luján. La idea es replicarlo en los otros departamentos, los peronistas, donde también hay elecciones. Si no se juntan, desaparecen.

-El mandamás local está contento -dijo, casi en susurro aquel cuyo nombre no se dice en voz alta-. Sonríe. Porque mientras ellos manotean por no hundirse, él ordena desde arriba.

El flaco largó una risa corta.

-Claro. Que se junten, que se mezclen o que se desgasten. Todo suma.
Hubo un silencio breve, de esos que anuncian la pregunta incómoda. Fue Gastón quien la puso en palabras.

-Ahora. -dijo, midiendo cada sílaba-. ¿Qué anda haciendo ahí Julito?

Hernán, que ya se había alejado, frenó un segundo más de lo necesario antes de seguir caminando.

Aldo, desde la barra, levantó una ceja.

-Ya no es legislador nacional -continuó el magistrado-. Se le terminó esta semana. No tiene horizonte claro, no tiene cargo, no tiene territorio propio. Y sin embargo. aparece en la mesa chica de esa negociación.

El grandote se reclinó en la silla.

-Siempre cae parado -dijo-. Cuando no hay sillas, se sienta igual.

-Pero esta vez no se entiende -insistió el flaco-. No es PRO, no es Libertad Avanza, no es PD y hasta su propio partido lo mira de reojo. ¿Qué ficha está jugando?

El innombrable apoyó la cucharita. El sonido seco cortó el murmullo del café.

-La de siempre -respondió-. La de sobrevivir.

Los tres lo miraron.

-Está ahí porque sabe cosas -continuó-. Porque conoce nombres, historias, deudas. Porque cuando todos recalculan, alguien tiene que recordar de dónde vienen. No tiene horizonte, dicen. pero tiene trayectoria, en casi todos los cargos. Y en política, eso a veces alcanza.

-Otras veces no- negó Gastón despacio.

El innombrable sonrió, apenas.

-Por eso está probando. Porque quedarse afuera, esta vez, sí sería el final.

-Entonces -dijo el grandote-, alianza armada por necesidad, sonrisas del poder local y un ex 'en casi todo' buscando oxígeno.

El flaco brindó en el aire.

-Bienvenidos a Mendoza, versión 2025.

-Pero el verdadero desafío ahora no está en la rosca -dijo el grandote-. Está en la calle.
Gastón levantó la vista de golpe.

-El mandamás local debe ordenar la calle -aclaró-. Que no es lo mismo que reprimirla.

El flaco se acomodó en la silla, serio por primera vez en la noche.

-Las marchas antimineras se repiten-dijo-. Hoy en un departamento, mañana en otro. No hay calendario fijo. Es desgaste puro. Pero la verdad mueven muy poco.

El innombrable asintió despacio.

-Y tratan de  ponerse ásperas -agregó-. No todas, claro. Pero hay un núcleo duro que no tolera al que piensa distinto. Periodistas, funcionarios, comerciantes. cualquiera que no repita el libreto es enemigo.

Aldo pasó cerca, dejó un platito con medialunas en la mesa de al lado y siguió de largo. Hernán, atento, bajó un poco el volumen de la radio.

-El problema -continuó el flaco- es que no son solo las marchas. Es el clima. Agresiones, aprietes, escraches. Sobre todo, contra los medios de comunicación y en las redes sociales. Ahí es donde se empieza a desmadrar todo. Asi pierden más.

Gastón frunció el ceño.
-Y ahí entra la fuerza de seguridad -dijo-. No porque quieran, sino porque no queda otra. Si no dominan la calle ahora, en diciembre se les recalienta todo.

El grandote sonrió sin alegría.

-Y diciembre no es cualquier mes. El mandamás local ya abrochó la aprobación del proyecto esta semana en la Legislatura. Eso está cerrado. Pero ahora hay que bancar el vuelto.

El innombrable apoyó los codos en la mesa.

-Él lo sabe -dijo-. Por eso no festejó. Por eso está midiendo cada paso. El proyecto está aprobado, sí. Ahora los anti han perdido fuerza ya la provincia no banca el  "NO" eterno, cambio cultural como dicen. 

-La pregunta -intervino el flaco- es hasta dónde puede tensar sin romper. Porque si sale fuerte, dicen que reprime. Si no sale, dicen que perdió el control.

Gastón hizo un gesto con la mano, como quien equilibra una balanza invisible.

-Ese es el juego. Dominio sin exceso. Presencia sin provocación. Pero no todos entienden la diferenci

-Y del otro lado tampoco ayudan -agregó el grandote-. Hay sectores antimineros que ya no discuten el proyecto. Quieren dividir y enfrentar. Y ahí no hay diálogo.

-Va a ser largo diciembre-dijo el flaco.

El innombrable lo miró fijo.

-Siempre es largo -respondió-. La diferencia es si llega con la calle ordenada. o con la mecha encendida por algunos pocos.

-¿Vieron lo de la UCR? -tiró el flaco, como quien deja caer una ficha torcida sobre la mesa.
Gastón levantó la cabeza despacio.

-Caída libre -dijo-. Hablando de orden. Nacional, sin red.

El grandote negó con la cabeza.

-Designaron presidente a un pibe de 36 años. El más joven de la historia del partido. Intendente de Venado Tuerto. Nadie lo tenía en los papeles.

-Nadie -repitió el flaco-. Ni siquiera los propios.

-La asamblea que lo ungió es casi un símbolo del problema -continuó el grandote-. Mendoza no mandó representantes. Córdoba tampoco. Chaco, Santiago del Estero. ausentes. Media UCR mirando desde afuera cómo se decide su conducción.

-Eso no es renovación -dijo Gastón-. Eso es vacío.

-O pantalla -corrigió el flaco-. Porque muchos radicales están convencidos de que los que siguen manejando el partido son los de siempre.

No dijo nombres. No hizo falta.

-Lousteau -agregó el grandote, bajando la voz-. Junto con Morales y Yacobitti. Para muchos, ellos son la verdadera conducción.

El innombrable asintió apenas.

-Y la jugada de fondo sería una alianza con Provincias Unidas -dijo-. Un espacio que en octubre no midió nada. Cero peso, cero tracción.

Gastón soltó una risa seca.

-Eso no es una alianza -dijo-. Es una autopsia en vida.

-Eso sería la defunción del partido-siguió el flaco-. Diluirse en algo que no existe.

Se hizo un silencio incómodo. Hernán pasó cerca, recogiendo tazas vacías, como si también él entendiera que algo viejo se estaba terminando.

-Lo más llamativo -intervino el grandote- es el contraste. Mientras a nivel nacional van para ese lado, algunos líderes provinciales hacen exactamente lo contrario.

El flaco miró al innombrable.

-Como el mandamás local.

-Exacto -dijo el grandote-. Acercándose a los libertarios, asociándose de manera permanente, buscando un rumbo. Puede gustar o no, pero es un rumbo.

-Y lo que hace el partido a nivel nacional -sentenció Gastón- es lo opuesto: perderse.

El innombrable habló recién entonces, con voz baja.

-La UCR siempre sobrevivió porque supo adaptarse sin desaparecer. Esta vez, muchos sienten que están eligiendo desaparecer para adaptarse.

-O que ni siquiera están eligiendo -agregó el flaco-. Que otros eligen por ellos.

-Un presidente joven no alcanza -dijo Gastón- si atrás no hay poder real, territorio ni conducción clar

-Y menos si las provincias grandes miran desde afuera -remató el grandote.

El innombrable miró la mesa, como si leyera un mapa invisible.

-El radicalismo está ante su último dilema serio -dijo-. O encuentra un lugar en lo que viene. o queda como un recuerdo respetable.

-Mientras tanto -cambió de tema el grandote-, el Gobierno sigue sumando en el Congreso.

-Eso es innegable. -reafirmó el flaco-.  Después de octubre, con los que metió en Diputados y en el Senado, más los que se fueron arrimando de otros bloques. ya es primera minoría.

-Primera minoría no es mayoría -aclaró Gastón-. Sirve para marcar agenda, para condicionar. pero no alcanza para mandar.

-Exacto -asintió el flaco-. No tiene números fuertes. Necesita acuerdos. Muchos acuerdos. Pero mantienen una muy buena imagen.

El innombrable se acomodó en la silla.

-Y ahí está la duda real -dijo-. No en los números, sino en la calidad de los que se suman.
Hernán fingía ordenar una mesa que ya estaba limpia.

-Porque no todos los que se arriman lo hacen por convicción -continuó-. Algunos lo hacen por conveniencia, otros por supervivencia.

-Y algunos -agregó el grandote- para mirar desde adentro.

El flaco sonrió apenas.

-Topos.

Nadie rió.

-Ese es el riesgo -dijo el magistrado-. Que entren a acompañar hoy y mañana empiecen a hacer agujeros. Que voten una cosa, frenen otra, filtren información, traben comisiones.

-El poder prestado siempre es frágil -murmuró el grandote-. Y más cuando viene de gente que hace dos meses pensaba distinto.

El innombrable levantó la mano, pidiendo una pausa.

-El Gobierno lo sabe -dijo-. Por eso no se confía. Por eso cada voto se cuenta, se revisa, se vuelve a contar. No hay cheques en blanco.

-Pero tampoco hay margen para echar a nadie -apuntó el flaco-. Necesitan sumar, aunque duela.
Gastón asintió.

-Ese es el dilema. Si depurás, no llegás. Si sumás sin mirar, te sabotean.

-Y el Congreso no perdona ingenuidades -agregó el grandote-. Ahí adentro, el que se distrae, pierde.

Se hizo un silencio espeso. Afuera, un auto tocó bocina, impaciente.

-La pregunta de fondo -dijo el flaco- es cuánto tiempo puede sostenerse una primera minoría así. Heterogénea, desconfiada, siempre al borde de romperse.

El innombrable apoyó los dedos sobre la mesa.

-La cosa es así, muchachos, y depende de otra sola cosa -respondió-. De si el Gobierno logra convertir conveniencia en disciplina antes de que la disciplina se transforme en traición.
Gastón suspiró.

-Eso no se vota -dijo-. Se construye.

-Y se pierde rápido -selló el grandote.

-Y hablando de recalcular. -dijo el flaco- ahí está El Hijo de la Jefa...
Gastón levantó la vista, serio.

- ¿Máximo?

El innombrable asintió, sin ironía.

-Se le termina el mandato como presidente del PJ bonaerense el 18 de diciembre -dijo-. El 19 ya convocó a asamblea para elegir autoridades.

El grandote soltó una risa breve, incrédula.

-¿Elegir qué autoridades? -preguntó-. Si no saben ni dónde están parados.
El flaco apoyó la espalda en la silla.

-Estamos dispersos. Atomizados. Cada uno en su islita. Y lo peor: no tenemos una figura clara para sucederlo.

Gastón se pasó la mano por la cara.

-Eso antes no pasaba -dijo-. Siempre había alguien. Gustara o no, había un nombre.

-Ahora no -respondió el flaco-. Ahora hay versiones.

El innombrable tomó la palabra, con voz baja.

-Hay quienes incluso están planteando pedir una prórroga del mandato. Estirarlo hasta febrero. Ganar tiempo, ordenar durante el verano, ver qué pasa.

-Una prórroga es admitir el desconcierto -sentenció el magistrado.

-O el miedo -agregó el grandote-. Porque después de todo lo que pasó, nadie quiere agarrar el fierro caliente.

Gastón enumeró con los dedos, casi como un ejercicio mecánico.

-La condena de la Jefa.

-El resultado electoral en la provincia de Buenos Aires.

-La interna abierta, sin disimulo, entre Máximo, Kicillof, Massa y el resto.

El flaco levantó la mirada.

-Con ese panorama, ¿quién se anima a conducir?

Aldo y Hernán se quedaron apoyados en la barra, escuchando sin disimular.

-El problema -dijo Gastón- no es solo quién viene después. Es que ya no hay un "después".

El innombrable asintió.

-Están desorientados -dijo-. Sin relato común, sin conducción indiscutida, sin horizonte. Cada sector cuida lo suyo y nadie cuida el conjunto.

-Y El Hijo de la Jefa. -agregó el grandote- tampoco logró ordenar nada.

-Porque nunca fue suyo -dijo el flaco-Fue heredado. Prestado.

Se hizo un silencio pesado, distinto a los anteriores. No era especulativo: era melancólico.

-El peronismo siempre supo reorganizarse en la crisis -murmuró Gastón-. Pero esta vez parece no saber ni por dónde empezar.

El innombrable miró la mesa, como si viera una foto vieja.

-Cuando se rompe el centro -dijo-, todos caminan, pero nadie sabe hacia dónde.

-Diciembre va a dejar más preguntas que respuestas -dijo el flaco.

El grandote se puso de pie, despacio, y rumbo al baño lanzó: -Como casi todos los diciembres.

A su regreso, hablaron de leyes que no se cumplen, de acuerdos que se sellaron con un guiño, de discursos escritos para otros, de internas que nadie reconoce en público y hasta de las elecciones en Chile. El magistrado explicó cómo una causa pudo dormir años sin que nadie la tocara. El grandote aclaró quién empujaba y quién frenaba desde atrás. El flaco analizó encuestas invisibles. El innombrable asentía o negaba, apenas, y ese gesto valía más que cualquier argumento. En fin, temas muy variados que no vale la pena detallar en este relato.

Aldo limpiaba la barra, hacía ruido con las tazas y fingía no escuchar. Sabía que en esa mesa se decían más verdades que en muchas oficinas alfombradas. Sabía también que el jueves siguiente volverían, puntuales, a las siete.

Porque la política cambiaba, los nombres rotaban, los escándalos se reciclaban. Pero ese rito -cuatro amigos, un café viejo y una mesa del fondo- seguía firme, como si fuera el único poder que nadie había logrado disputar.