Mendoza Historia de vida.

La vida en frecuencia: la historia del mendocino que revive radios antiguas

Daniel Di Giuseppe, técnico mecánico y radioaficionado, reúne más de 90 radios antiguas.

Martes, 4 de Noviembre de 2025

En Las Heras, una estantería se transformó con el paso del tiempo en un museo lleno de historia y sonidos del pasado. Allí, Daniel Di Giuseppe, técnico mecánico y radioaficionado, reúne más de 90 radios antiguas, todas en funcionamiento. Algunas datan de 1931, y entre ellas hay verdaderas joyas, como una vitrola de 1914. Cada aparato revive gracias a su paciencia y amor por la comunicación, una pasión que lo acompaña desde los 7 años.

Aunque su trabajo diario está vinculado a la reparación de bombas de bodegas, su corazón late al ritmo de las válvulas, los transistores y las ondas radiales. "Siempre me fascinó cómo una señal podía viajar por el aire y llegar a todos los hogares", cuenta. Esa curiosidad lo llevó, de niño, a estudiar por correspondencia junto a su hermano mayor, cuando no existían escuelas de electrónica en su pueblo, Panquehua. Esperaba cada tarde al cartero para recibir los fascículos del curso, y se sumergía en ellos con entusiasmo.

A los 12 años ya construía sus propios dispositivos. Uno de los recuerdos más vivos de su infancia es la vez que, en séptimo grado, sorprendió a su maestra y compañeros al sintonizar una emisora sin usar energía eléctrica. "Conectamos un alambrado de una finca como antena, un cable a tierra y... empezó a sonar la radio. Fue mágico", recuerda.

La radio, en su casa, era más que un aparato: era compañía, rutina y familia. Su mamá la encendía temprano, para escuchar Buen Día Mendoza, con Servando Juárez anunciando la hora cada cinco minutos. "Nos guiábamos por esa voz para saber cuándo irnos a la escuela", dice entre risas. Por las tardes, el sonido de los radiograbadores acompañaba los juegos bajo los durazneros, junto a su hermano.

Con el tiempo, el mundo cambió: llegó la televisión en blanco y negro, luego el color, el transistor, el celular, Internet. Daniel siguió cada avance con asombro, pero nunca perdió el amor por los comienzos. "Me gusta reparar cosas viejas porque me recuerdan a cómo empezó todo. Es como viajar en el tiempo", confiesa.

Hoy, su quincho es un refugio donde el pasado cobra vida. Cada fin de semana se convierte en una especie de museo íntimo, donde los amigos se reúnen a almorzar, escuchar música y compartir anécdotas. Allí, entre válvulas, antenas y melodías de otras épocas, Daniel mantiene encendida la chispa de una pasión que nació en la infancia y que, a fuerza de curiosidad, paciencia y amor por la radio, nunca se apagó.