Mendoza Poca fortuna

De canillita a millonario: la fortuna y la soledad de un mendocino

Chicho ganó en el Casino, pero perdió todo por avaricia.

Martes, 21 de Octubre de 2025

Hay historias que, aunque suenen trilladas, siguen siendo verdaderas. La de Don Chicho, un mendocino de 91 años, es una de ellas. Un hombre sencillo que un día vio cómo el azar lo abrazaba con una fortuna impensada. y después se la arrebataba, dejándole a cambio la soledad.

Durante casi toda su vida, Chicho fue canillita en Godoy Cruz. Desde los 10 años, madrugaba cada mañana para repartir los diarios en bicicleta. En 2013, con 79 años, el Concejo Deliberante lo distinguió como "vecino ilustre", reconociendo su solidaridad y su rol social. Había sido el puente entre escuelas, vecinos y causas nobles. Pero un año después, su vida daría un giro tan grande como inesperado.

Una tarde de mayo de 2014, Chicho fue al Casino de Mendoza, como solía hacerlo. Se sentó frente a una tragamonedas con la temática de caballos, apostó unos pesos y, de pronto, la máquina explotó en luces. En la pantalla apareció un mensaje que prometía millones. La gente lo felicitaba; él apenas podía creerlo. Pero la ilusión duró segundos: empleados del casino se acercaron, apagaron la máquina y dijeron que todo había sido un error.

Chicho no se rindió. Llevó el caso a la Justicia. Después de años de idas y vueltas, los jueces le dieron la razón. Determinaron que no había pruebas del supuesto fallo y que debía cobrarse el premio. Amparado por la Ley de Defensa del Consumidor, el canillita se convirtió, finalmente, en millonario.

Pero la fortuna no trajo paz. Según contó uno de sus hijos, el dinero cambió todo: amigos nuevos, mujeres más jóvenes, promesas vacías y contratos que lo fueron dejando sin nada. "Lo esquilaron, lo pelaron", resumió con dolor. En poco tiempo, la riqueza desapareció, y con ella, también los vínculos familiares.

Hoy, Don Chicho vive alejado de sus hijos. Ellos lo recuerdan con una mezcla de tristeza y resignación. "Si me preguntás, creo que mi viejo era más feliz antes, cuando salía en su bicicleta a repartir diarios", confesó uno de ellos.

Quizás su historia sea un recordatorio de esas verdades que suenan gastadas, pero siguen siendo ciertas: el dinero puede comprar muchas cosas, menos el amor, la familia o la felicidad.