Los pronósticos anuncian que este 29 de agosto podría marcar un nuevo récord de precipitaciones en la provincia. Tras la histórica lluvia de 2024, los mendocinos enfrentan una amenaza climática que podría quintuplicar aquel registro y poner a prueba la infraestructura urbana.
En Mendoza, el cielo no solo anuncia tormenta: anuncia historia. Este sábado 29 de agosto de 2025, la provincia se encuentra en vilo ante lo que podría convertirse en la jornada más lluviosa de las últimas décadas. La famosa tormenta de Santa Rosa, que cada año se asoma con fuerza variable, esta vez promete superar todos los registros conocidos.
El antecedente inmediato es contundente. En 2024, el aeropuerto de El Plumerillo registró 19,3 milímetros de agua en apenas 24 horas, convirtiendo ese día en el más lluvioso de agosto en 64 años. Para una región marcada por la sequía y la escasez hídrica, esa cifra fue más que un dato meteorológico: fue una sacudida a la rutina urbana y agrícola.

En medio de la volatilidad cambiaria y el apretón monetario del BCRA, las tasas de los plazos fijos minoristas trepan hasta el 55% TNA a 30 días. En paralelo, se encarece el crédito.
Pero lo que se avecina podría ser aún más impactante. Los modelos climáticos advierten que la tormenta de este año podría quintuplicar el volumen de agua caída, lo que pondría en jaque a calles, cauces y acequias, especialmente en zonas como el Piedemonte, donde la pendiente natural acelera el escurrimiento.
Las autoridades ya han encendido las alertas. Defensa Civil y el Servicio Meteorológico Nacional instan a revisar desagües, bocacalles y sistemas de drenaje. Un solo milímetro de lluvia equivale a diez toneladas de agua por manzana, y el riesgo de taponamientos podría convertir la tormenta en una emergencia urbana.
Mientras tanto, los mendocinos observan el cielo con una mezcla de respeto y resignación. Porque Santa Rosa no es solo una tormenta: es un ritual climático que, este año, amenaza con dejar una huella imborrable.